El vuelo de la vida
Desde Suecia había partido uno de los contingentes de niños que terminarían por coincidir en Madrid antes de volar hacia Montevideo para desafiar a la dictadura militar. Era el broche de oro de un año de confrontación al régimen que iniciaron los trabajadores el 1º de Mayo, continuaron los estudiantes en el estadio Franzini y se cerró con el río de libertad ante el Obelisco.
Algunos de aquellos visitantes eran ya adolescentes y tenían cierta noción del lugar al que llegaban. Otros eran niños muy pequeños que sólo sabían que iban a visitar a sus abuelos, tíos o primos, porque a sus padres, presos o exiliados, no los dejaban acompañarlos. La inocencia era una virtud al enfrentar a una dictadura cercada por la movilización social.
La sede de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU) los recibió luego de un lento recorrido por Avenida Italia y la Rambla, a cuyos márgenes se sumaban cientos y cientos de personas que devolvían sonrisas a aquellos asombrados rostros que trataban de reconocer en el trayecto los paisajes, colores y olores de los que les habían hablado sus padres.
Rodeados de familiares y afectos, aquellos chiquilines fueron protagonistas de distintas actividades que se caracterizaron por su bullicio y alegría, y en las que se escuchaban acentos entremezclados en un idioma español al que ellos le agregaban consonantes suecas, erres francesas, zetas españolas, o vocales italianas.
Un avión lleno de niños
Aquel viaje se había comenzado a soñar en España, entre activistas por los derechos humanos, militantes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), sindicalistas de la UGT, uruguayos exiliados y compatriotas que habían viajado, casi clandestinamente, a hacer contactos con la resistencia dictatorial en el exterior.
El sindicalista Artigas Melgarejo y los españoles Enrique ‘Quico’ Mañero y Jesús Vacca, entre otros, habían surcido la idea que el entonces colorado Víctor Vaillant y el socialista Ernesto de los Campos trajeron a Uruguay, donde se formó la Comisión por el Reencuentro de los Uruguayos, con apoyo del semanario Convicción cuya dirección integraban.
Aquella iniciativa contó con el apoyo de otros uruguayos, de distintas colectividades políticas, en toda Europa y las delegaciones de niños se fueron concentrando en Madrid, desde donde salió hacia Montevideo el chárter de Iberia puesto por el propio Felipe González. La Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA) y otras organizaciones se sumaron a la propuesta.
El renaciente movimiento sindical del Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT) y la estudiantil Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública (Asceep), hicieron propio el viaje junto a la intersocial que también integraba la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (Fucvam) y el Servicio de Paz y Justicia (Serpaj).
En aquellos días, el periodista Germán Araújo concentraba gente frente a un apartamento en 18 de Julio, cercano al Obelisco, donde realizaba una huelga de hambre contra la clausura de CX 30 La Radio.
Los militantes sindicales se recuperaban de los golpes recibidos en la prohibida marcha del 9 de noviembre y todos los uruguayos brindaban por navidades sin presos políticos en las cárceles.
Tres gorriones suecos
Miguel de Melo (30), Beatriz Cardozo Montero (31) y Ariel Samid (32) viven hoy en Gottemburgo, Suecia. Fueron tres de aquellos niños ‘suecos’ que llegaron a Uruguay a fines de 1983 en el ‘vuelo de los gorriones’. Alguna vez han vuelto a Uruguay para saludar a sus familiares, pero han hecho su vida en tierras nórdicas, aunque nunca se olvidan de su origen rioplatense.
Miguel no tiene muchos recuerdos firmes de aquellos días. ‘Fui con mi hermana mayor, que era la que me acompañaba.
Yo tenía solo 5 años y mi mayor recuerdo era que hacía mucho calor en Uruguay. Yo no quería sacarme la ropa de invierno.
Acá en Gottemburgo no conocía esa temperatura y por las dudas no me desabrigaba…’
Beatriz tenía entones 6 años…Hoy es madre de dos hijos y entrecierra los ojos para llenarse de aquellas imágenes. ‘Recuerdo que había un cartel inmenso que decía: ‘Bienvenida Beatriz’. Que había mucha gente esperándonos.
Nos llevaron en un recorrido donde estaba lleno de gente a los bordes de algo parecido a una avenida’.
Ariel, hoy masajista, no tiene mayores imágenes de todo aquel bullicio que armaron los niños del exilio.
‘Lo que recuerdo perfectamente es el viaje en el avión.
Todos los gurises jugábamos a las escondidas con la azafata mientras paraban en un aeropuerto. Recorríamos los pasillos por abajo de los asientos, con otros muchos niños’.
Miguel, Beatriz y Ariel no se asumen como protagonistas, casi como si no supieran lo que significó su viaje para la historia uruguaya en aquellos días de lucha contra la dictadura.
Ninguno de ellos ha hablado de esa implicancia con sus padres. ‘Recién ahora empezamos a comprender lo que aquello fue’, explica Ariel, quien como Beatriz y Miguel no dudaría en volver a repetir aquel vuelo de la vida.
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