A Jaime Pérez "lo redujeron a su forma más animal, hasta los límites de la locura"
Este discurso interpretó a casi 500 personas que se nuclearon en torno a este homenaje, compuesto fundamentalmente por comunistas «con o sin partido». La intervención de Solarich, joven dramaturgo y actor de teatro, se centró en la figura de Jaime Pérez, pero a la vez buscó recuperar una historia común.
El orador estableció algunos momentos que los presentes compartieron en la vida de Pérez. El primero fue cuando en abril del 72, siendo diputado, se produjo «el mayor crimen político del siglo XX en Uruguay: el asesinato de los 8 trabajadores comunistas de la Seccional 20 del Paso Molino». «En esas muy tensas y enrarecidas jornadas bajo el gobierno de Juan María Bordaberry, le toca a Jaime como diputado llevar adelante la investigación de los hechos y realizar la denuncia parlamentaria. Fruto de esas pesquisas, quedó claramente demostrado que se trataba de una brutal provocación contra el Partido y las fuerzas de izquierda, que los 8 militantes estaban desarmados y que fueron fusilados a quemarropa; y que incluso la bala que hirió de muerte al capitán Busconi (el que meses después fallecería), provino del mismo grupo paramilitar que protagonizó el atentado.
Su firmeza y serenidad en todo el proceso de la denuncia se hicieron acreedoras al Comunicado Nº 100 de las Fuerzas Armadas, que en su momento decía: «… en abuso de su fuero parlamentario, el diputado Jaime Pérez vilipendia a las Fuerzas Armadas en su conjunto», recordó Solarich.
De inmediato pasó al segundo momento, el de «la larga y negra noche de la dictadura». Luego de recordar la huelga general contra el golpe de Estado, el pasaje a la clandestinidad, llega hasta la detención de Pérez, las torturas en el «300 Carlos», su desaparición por tres meses y su reaparición en Durazno. «Tita, su compañera de siempre, con esa asombrosa fortaleza e integridad que le conocemos, narraba sin estridencia la primera imagen de Jaime en su primera visita: una delgadísima forma humana que desplazándose en cuatro patas la recibe ladrando».
Vuelto al Penal de Libertad sus compañeros «lo ven regresar vivo, aunque en deplorables condiciones físicas y mentales, con la triste mirada de un perro apaleado, según testimonian Fernando Olivari y Eduardo León Duter». «Luego, en el propio Penal, vendrán los años de convivencia, de recuperación, de solidaridad, especialmente con muchos compañeros del MLN, con los cuales Jaime desarrolló una profunda relación de camaradería. En agosto del 84 y luego de 10 años de cárcel- se reintegra a su familia, a su sociedad, a la vida plena», agrega.
En este marco de los recuerdos sobre el momento de la dictadura, Solarich sostiene que «la dictadura cívico-militar dio el golpe de Estado y se comprometió a erradicar por 50 años el comunismo de Uruguay». «En ese contexto, destruir a Jaime Pérez, desnaturalizarlo, quebrarlo ideológica, anímica, moral y físicamente era emblemáticamente, quebrar al Partido más grande de la resistencia», comenta. Por eso «lo redujeron a su forma más animal, hasta los límites de la locura. Pero no pudieron destruir su identidad ni canjear sus convicciones». Si bien aclara que Pérez «no es Artigas», considera que «es un héroe del pueblo uruguayo» que luchaba para reconquistar la democracia en Uruguay. Para demostrar la capacidad de resistencia de Pérez, recogió de la historia un acontecimiento: «Cuando en el año 1978, en Fusileros Navales -jurisdicción de la Armada-, esa de la cual el vicealmirante Daners dice no tener conocimiento de que se cometieran apremios siendo él mismo juez sumariante, estaban entre otros masacrando a Adolfo Drescher y uno de sus torturadores frente al silencio de Adolfo le grita: ‘…Pelado, no seas hijo de puta, no te hagas el superhombre, mirá que vos no sos Jaime Pérez’…».
El tercer momento en la vida de Pérez fue la crisis del PCU en 1991 y 1992. «Increíble o paradójicamente lo que no pudo desnaturalizar el enemigo que tanto lo odió, lo pudo socavar la crisis de su Partido», dijo.
En esos días propuso, junto a otros dirigentes comunistas, la renovación partidaria que debía pasar por una nueva orientación que renegara «de toda dictadura», rechazando incluso «la dictadura del proletariado». Era necesario, para Pérez, que la nueva propuesta «tuviera como norte el socialismo democrático, aquello que sin la reafirmación de la democracia no puede haber camino al socialismo».
Sobre el debate que conmovió al PCU dijo que «se enrareció» y que «adoptó la cruel forma de la acusación personal, de la denostación, la insinuación de la traición». Por eso la mayoría de la dirección se retiró y con ella «miles de militantes». «Muchos también se quedaron con el auténtico sentimiento de estar defendiendo la identidad de su Partido al que sentían que algunos querían diluir, descafeinar, socialdemocratizar».
A pesar de todo Jaime Pérez se quedó en el PCU «con la esperanza de que las acciones tomaran otro rumbo, No lo tomó y Jaime se fue, renunció». Tiempo después el ex secretario general escribía: «Quiero creer que no pasé en vano, pero sé que no tenía ninguna apetencia de poder, en absoluto. Además, la vi clarita: para ser poder, para continuar en el poder, tenía que expulsarlos del Partido. Capaz que era lo que tendríamos que haber hecho. Pero si los expulsábamos, ¿eso era un partido renovador? ¿expulsarlos porque tenían ideas conservadoras?. En todo caso y en esas condiciones, la verdad que preferí ser víctima que victimario de mis propios compañeros».
Desenterrar la historia
Retomando su intención de recuperar la memoria colectiva de los comunistas «con o sin partido», Solarich se refiere a los muertos de esa colectividad política y a la actual búsqueda de los restos de los uruguayos desaparecidos. «Siento que en el preciso acto de desenterrar los huesos, también estamos comenzando a desenterrar la historia viva de un Partido, el Comunista, al que le tocó por su tamaño y su decisión, pagar carísimo su resistencia a la dictadura». Agrega que «es un crimen de la memoria colectiva que a 20 años de la reapertura democrática, el Uruguay desconozca lo sustancial de la peripecia y el martirologio de los comunistas uruguayos. Y no solo por hacer justicia a tanta entrega, sino porque los uruguayos nos merecemos conocer cuales y quienes fueron los compatriotas que hipotecaron vida, familia y destino para que hoy vivamos en democracia».
En un plano autocrítico dijo reconocer que hubo obsecuencia de los comunistas uruguayos, cuando en nombre del socialismo se avaló «intervenciones militares que aplastaron, sojuzgaron y derramaron sangres de otros pueblos». «Pero en este paisito llamado Uruguay, la palabra comunista esta indesmentiblemente soldada a la construcción del movimiento sindical, a la unidad de la izquierda germinada en ese inédito invento criollo llamado Frente Amplio, a la resistencia indoblegable frente a la tiranía y al esfuerzo por construir una democracia más profunda con el sello firme de la paz. En el Uruguay, la palabra comunista no más que nadie, pero definitivamente no menos que nadie- esta ligada a la mejor tradición artiguista y democrática de nuestro pueblo», subrayó.
Reflexionando sobre la idea del cambio, Solarich reclama: «Tener el coraje intelectual y la ética necesaria para sin negar el pasado-, darse la absoluta libertad de repensar los propios pasos, cuando hay cuentas que ya no cierran y sin embargo en el centro sigue estando la ilusión de un mundo mejor. Esto es, para mí, asumir la impresionante fuerza de los individuos, de cada uno de nosotros, de nuestras acciones y creaciones. Del análisis al libre pensamiento. Del debate a la posible diferencia. Sin por esto ser un desalineado que pierde entonc
es su categoría de militante, de comunista, como si la uniformidad fuera garantía de certeza alguna».
«Yo creo, que lo primero y último que debiéramos hacer esta noche es darle las gracias a todos los Jaimes: los presos, torturados, desaparecidos, exiliados, los olvidados y los ninguneados, para que todo pase y para que todo quede como decía Antonio Machado; y muy particularmente a Jaime Pérez por ser quien es.
Yo reafirmo con toda mi alma que quiero para mí, mi hijo y mi gente la inteligencia, la ardiente paciencia, la decisión y el coraje, la rebeldía y el principismo, la ilusión de salir a pelear un destino cuando el tuyo sopla en contra, siguiendo las huellas de nuestro Jaime Pérez», dijo ya sobre el final de su discurso Iván Solarich, quien fue ovacionado.
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