La merluza negra, el "Viarsa I" y el "Maya V"
Desde fines de la década del ochenta cuando, según la leyenda, pescadores chilenos capturaron una especie no conocida a la que llamaron merluza negra (dissostichus eleginoides), la industria pesquera antártica se vio revolucionada por la explotación de lo que pasó a conocerse como «oro blanco»
Reclamada en los mejores restaurantes del mundo -donde un plato de merluza negra se cotiza a 30 dólares-, la pesca del también llamado «bacalao de profundidad», «róbalo de profundidad», «patagonian toothfish», «chilean sea bass» o «légione austral», se constituyó en uno de los más redituables negocios.
Habitante de aguas frías de 300 a 2.500 metros de profundidad, la merluza negra es una especie longeva (puede vivir hasta 40 años), de madurez tardía y bajas tasas de reproductividad, que le hacen vulnerable a la sobrexplotación, por lo cual los organismos internacionales acordaron limitar su pesca.
Pese a los convenios mundiales que establecieron controles sobre la especie, la extracción de un producto que se llega a vender a una tarifa oficial de 12 dólares el kilogramo, animó a las pesquerías piratas y a una captura ilegal que, según se estima, genera hoy ganancias de 500 millones de dólares anuales.
En ese marco fue que el setiembre de 2003 y enero último patrulleras australianas detuvieron, en zona no autorizada, a los pesqueros de bandera uruguaya «Viarsa I» y «Maya V». Ambos fueron llevados al puerto de Fremantle, sus cargas de merluza negra descomisadas y sus tripulaciones enjuiciadas.
Los dos barcos con pabellón nacional operaban, con autorización de la Dinara, para empresas vinculadas a grupos económicos españoles que han sido denunciados por organismos internacionales como verdaderas «mafias gallegas» dedicadas a la pesca ilegal y no autorizada de la merluza negra. *
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