Carlos Demasi: Desde la resistencia a la dictadura a la consolidación del régimen
El historiador y profesor Carlos Demasi, aseguró que fue el movimiento sindical, agrupado en la CNT, el que opuso resistencia al golpe de Estado de 1973 y no los partidos políticos, y sostuvo que la consolidación de la dictadura militar se dio en el año 1976 cuando aparecieron los primeros actos institucionales como modificaciones a la Constitución de la República.
En el marco de los 40 años del golpe de Estado, el catedrático se refirió, en entrevista con LARED21, a dos aspectos del período de facto: la resistencia y la consolidación de la dictadura militar.
Demasi consideró que la causalidad que lleva a un golpe de Estado “siempre es compleja, porque se trata de una transformación muy importante desde el punto de vista institucional que viene si se estabiliza, porque tiene un fundamento social y económico que le permite continuar, si no simplemente sería una aventura que no perduraría”.
Las causas que llevan a un golpe de Estado y a la instalación de la dictadura implican no sólo causas económicas y sociales, sino también la transformación institucional de una democracia a una situación de autoritarismo.
“En este caso tenemos que ver cómo se va degradando el régimen democrático o institucional durante todos los años ‘60 hasta terminar en un golpe de Estado muy raro, porque ocurrió durante un año entero. Es decir, comenzó en febrero y prácticamente culminó en diciembre, período del cual la memoria social recuerda, por varios motivos, la fecha del 27 de junio de 1973”, sentenció.
Explicó que ese proceso comenzó en febrero con la instalación del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), y culminó en diciembre con la intervención de la Universidad de la República, la proscripción de los partidos políticos y la instalación del Consejo de Estado. Además, fue el propio presidente de la República, Juan María Bordaberry, quien dio el golpe de Estado y no una junta de militares que sustituyó al mandatario, como así ocurre generalmente.
Acotó que los partidos políticos “tenían que haber sido la vanguardia de toda la resistencia”. Si se piensa que el golpe de Estado tuvo el objetivo “eliminar o desplazar del poder a los políticos, se supone que la clase política debió haber sido la vanguardia de la resistencia, pero eso no ocurrió”.
“Fue la primera vez en la historia del Uruguay, que al producirse un golpe de Estado, no fueron los sectores de los partidos políticos los que se opusieron, sino que fue el movimiento social el que lo enfrentó”.
Demasi añadió que aquel enfrentamiento del movimiento social al golpe de Estado se produjo en el mismo contexto de confusión que se dio en toda la etapa previa, “desde febrero hasta junio, porque los movimientos sociales y los distintos sectores de los partidos políticos fueron estudiando la interna militar y buscando cómo colocarse frente a ella”.
La disolución del Parlamento pareció haber “desconcertado a muchos, y sobre todo a los partidos mayoritarios porque prácticamente no tuvieron reacción”. Recordó que sólo hubo una declaración del sector Unidad y Reforma, del doctor Jorge Batlle, que denunció que se trataba de una dictadura, pero también anunció que “la resistencia sería puramente declarativa”.
Por otro lado, el sector nacionalista Por la Patria y el Frente Amplio se plegaron a la huelga general de julio.
“Pero el gran gesto contra el golpe de Estado lo tuvo la CNT, que hizo la huelga general y la mantuvo por quince días”, aseguró.
De todas maneras, Demasi afirmó que una huelga general es un “esfuerzo muy grande una exigencia y tensión muy fuerte para todos los involucrados, y a pesar de que se planteó un debate cuando se discutió su levantamiento, la mayoría decidió que ese esfuerzo era muy difícil de seguir exigiéndolo a los militantes sindicales, entonces decidieron levantarla, pero ello no significó el fin de la resistencia, porque continúo prácticamente hasta el final de la dictadura, aunque en condiciones bastante distintas”.
Allí sí fueron agregándose y manifestándose actividades culturales, las iglesias, los grupos barriales y, sobre el final de la dictadura, la Federación de Cooperativas de Vivienda de Ayuda Mutua (FUCVAM) la que se transformó en un canalizador de resistencia contra la dictadura. “El centro de la resistencia estuvo un poco diluido en la sociedad, pero siempre existió un movimiento que fue creciendo a medida que la dictadura iba prolongándose en el tiempo, y luego debilitándose”.
Indicó que en la resistencia hubo un primer momento que sería el de la huelga general, donde la pulseada de la dictadura con el movimiento sindical se tensionó al máximo.
Después hubo dos etapas más bien diferenciadas, “desde el levantamiento de la huelga general hasta la destitución de Bordaberry, donde la resistencia se manifestaba pero encontraba menos eco en la población”, y otro momento “cuando surgió la idea de que el régimen venía para quedarse definitivamente”. A ello hay que sumarle los problemas económicos que se agregaron a comienzos de los años ‘80 y que incorporaron cada vez más gente a la resistencia hasta que en el año 1983 la movilización social contra la dictadura fue realmente muy fuerte.
“Por su parte, los partidos políticos no fueron una resistencia y es casi inexplicable, debido a que siempre reclamaban centralidad en cualquier actividad social y política. Es decir, siempre reivindicaron ser el centro de la actividad y asumieron el liderazgo y protagonismo, para ello basta ver las historias que construyeron los mismos dirigentes políticos en la transición a la democracia cuando se los podía ver siempre en primera fila”, dijo el historiador. [ed_azul]En los partidos políticos “hubo muchas divisiones, estaban muy fragmentados y faltaba un liderazgo fuerte que uniera a todo el partido, pues no había un Luis Alberto de Herrera o un Luis Batlle, un líder que pudiera alinear a todo el partido detrás de su pensamiento”[/ed_azul]
Agregó: “Pero la pregunta es por qué eso no ocurrió cuando cayó la democracia. En ese sentido los partidos políticos tenían dos situaciones que no lograron resolver. Una de ellas fue que sus liderazgos internos no estaban muy bien resueltos, porque se superponían dos generaciones. Por ejemplo, en el Partido Nacional por un lado Martín Etchegoyen colaboró con la dictadura, y en el otro extremo Wilson Ferrerira Aldunate se declaró abiertamente en contra. En el Partido Colorado, un tanto más discreto, por un lado estaba Jorge Batlle que denunció la dictadura, pero se fue para su casa y por otro lado, los pachequisas se manifestaron dispuestos a apoyar al gobierno”.
En los partidos políticos “hubo muchas divisiones, estaban muy fragmentados y faltaba un liderazgo fuerte que uniera a todo el partido, pues no había un Luis Alberto de Herrera o un Luis Batlle, un líder que pudiera alinear a todo el partido detrás de su pensamiento”.
“El único intento que hicieron las figuras políticas fue el de “manejar la institucionalidad contra Bordaberry, reunir la Asamblea General a pesar del decreto de disolución de las cámaras y proclamar el juicio político al Presidente, pero no lograron el quórum necesario, los legisladores que estaban en contra de la dictadura no lograron obtener el respaldo institucional para ello”, explicó.
Por muchos meses los partidos políticos estuvieron “en pausa”, no hicieron ningún tipo de gesto, incluso cuando disolvieron a los partidos marxistas, a fines de noviembre de 1973, “no existió ninguna declaración de apoyo de los otros partidos y después, recién en septiembre de 1974, apareció una declaración en el diario El Día en la cual unos 100 políticos blancos, colorados y algún integrante del Partido Demócrata Cristiano reclamó que se reactivara la actividad política, pero la respuesta fue negativa”.
Hasta ese momento estaban esperando “un gesto del gobierno que dijera que se terminaba la etapa de excepción y que se volvía a la normalidad”, lo cual obviamente no ocurrió.
La consolidación del régimen
En un principio no se sabía muy bien, ni los militares lo sabían, “para qué apoyaron el golpe, qué esperar de la situación, si concurrirían a las elecciones nacionales del año 1976 o continuaban el régimen”.
Luego, resolvieron continuar el régimen porque ocurrieron algunos hechos que consideraron importantes. “Los militares encontraron que tenían cierto apoyo entre la población, lo que puede rastrearse por medios indirectos ya que hubo pocos movimientos de resistencia visibles, a excepción de un intento de huelga del SUNCA, en octubre de 1974, que fue una huelga de un día y terminó presa toda la dirigencia del gremio”.
Además, el año de la orientalidad, en 1975, implicó una “movilización social fuerte, la gente concurría a los actos y escuchaba y aplaudía los discursos, entonces los militares pensaron que algo de apoyo debían tener en la población”.
“También se dio una situación económica que para 1975 era buena, porque la apretura económica del ‘74 había pasado, había disponibilidad de fondos, de préstamos y créditos internacionales, entonces se iniciaron proyectos ambiciosos como las represas, y los puentes internacionales”, recordó Demasi.
En ese contexto los militares “pensaron que podían tener un crédito en la población y que si ellos se iban en ese momento todo se lo estarían devolviendo a los políticos. Consideraron que había llegado el momento de aprovechar en su propio beneficio las ventajas que habían obtenido con esa gestión de entre 2 y 3 años”.
Ello fue lo que incidió cuando llegó la hora de tomar la decisión de continuar o marcharse. “La mayoría de los jefes militares de todas las tendencias decidieron que era mejor continuar y ese fue el momento en el que el régimen cambió de forma y se consolidó como una dictadura militar, porque aparecieron los actos institucionales como decisiones de modificaciones de la Constitución, en la modalidad de elección del presidente de la República por un Consejo de la Nación”.
En esa época aparecieron algunos organismos estatales como la Secretaría de Planeamiento de Coordinación y Difusión (SEPLACODI) “una especie de Ministerio de propaganda del régimen”. Todo ese cambio institucional demostró el inicio de otra etapa en la cual los militares pensaron en un futuro de muy largo plazo.
Hacia comienzos de los ‘80 se encuentran con el plebiscito que cambia esa percepción de un apoyo social.
“El plebiscito les mostró a los militares que la mayoría de la población no estaba de acuerdo con la lectura en cómo se planteó el tema. La gente que había votado por ‘No’, lo hizo en contra no sólo del proyecto militar, sino también del régimen. Mientras que aquellos que votaron por el ‘Sí’ eran quienes los apoyaban, pero sólo eran un 40% de la población”, remarcó el docente e investigador.
A partir de ese momento comenzó a jugar un papel “preponderante la interna militar”. La interrogante que se plantaba era qué iba a pasar y quién se iba a beneficiar con la situación. “Allí quien obtuvo alguna ventaja fue Gregorio Álvarez, pero fue una victoria a lo Pirro, porque logró que sus colegas lo aceptaran como presidente de la República pero tuvo que aceptar una presidencia de tres años y el carácter de la transición de esa presidencia, tenía que negociar la salida de la dictadura con los partidos políticos, cosa que hizo con el mayor desgano, y al final uno de sus adversarios en la interna del Ejército, el general Hugo Medina tomó las riendas de la situación y negoció con los dirigentes políticos”.
Las consecuencias
Demasi asegura que las consecuencias de la dictadura fueron “múltiples y muy grandes”. Por ello, considera importante ver cómo la vida cotidiana de las personas se vio afectada en términos que “si bien hoy se olvidan, de todas maneras se mantienen las mismas actitudes”.
“Hoy la gente dice que no se puede salir a la calle por la violencia que hay y que en tiempos de dictadura esto no ocurría. Pero, en realidad en dictadura era exactamente igual, uno no se atrevía a salir a la calle y cuando salía lo hacía con cédula de identidad y con el carnet de trabajo porque nunca se sabía qué uniformado lo iba a detener para pedirle documentos e, independientemente de lo que uno le mostrara, podía ir preso igual”.
Es decir que “la misma inseguridad que había en la vida social corriente existía antes igual que ahora, sólo que se la adjudicaba a motivos distintos”.
“También existió cierta sensación de que las medidas que tomaba el gobierno estaban bien y que las decisiones de la oposición estaban mal, y eso duró por muchos años después de la dictadura, tanto que los gobiernos democráticos mantuvieron algunas de las legislaciones propias de la dictadura, como la de los Servicios de Comunicación de 1977”, agregó.
Demasi destacó un hecho estadístico, y es que en tiempo de dictadura “la mujer con mayor fuerza salió a trabajar fuera de su casa y hubo una incorporación muy fuerte de mano de obra femenina al mercado de trabajo”.
Esa situación implicó que en la vida doméstica la mujer debía ausentarse del hogar por varias horas, lo cual implicó una transformación importante en cuanto al manejo de la casa y el cuidado de los niños, y más aún si se piensa que esa mujer que salía a trabajar se transformó en jefe de familia de hecho, porque su marido estaba preso o exiliado.
“De esa forma se produjo un cambio que después no se revirtió, y que abasteció de mano de obra a las industrias nuevas del período, como por ejemplo, la pesca. Parte de la mano de obra de la industria pesquera es mano de obra femenina”, expresó el catedrático.
Por otra parte, Demasi señaló que la dictadura veía a los jóvenes como “la esperanza del futuro y por quienes había que apostar”, sin embargo, “por otro lado los veía como foco de agitación potencial a los que había que vigilar”.
“Se produjo una mirada ambigua porque los jóvenes no tenían una pauta muy clara, ya que por un lado el discurso del régimen los exaltaba y organizaba festivales deportivos, pero por otro lado los vigilaba en forma permanente, hasta por el largo del pelo o la ropa que utilizaban”, sentenció.
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