Ex agente uruguayo dijo a LA REPUBLICA en Brasil que existió una "Base Arenal" donde fue cremada Elena Quinteros.

La confesión del teniente Tamús

Mario Ronald Barreiro Neira, un uruguayo detenido en una prisión de Brasil, se confesó integrante de un «servicio» uruguayo durante la dictadura, donde lo conocían como el «Teniente Tamús». Dice haber participado de múltiples «operaciones», entre las que se incluye el asesinato de João Goulart y la cremación del cuerpo de Elena Quinteros.

Recluido en una cárcel de máxima seguridad a 60 kilómetros al norte de Porto Alegre, Barreiro Neira (48 años) aceptó hablar con LA REPUBLICA, con la condición de no ser interrogado sobre los delitos por los que está preso en Brasil (tenencia de armas y robo), ni de su vinculación con la «superbanda», por la que tiene un pedido de extradición de la Justicia uruguaya (ver recuadro).

El «Teniente Tamús» dice que militó en la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) y trabajó para la Agencia Internacional de Desarrollo (AID). Luego integró un grupo paramilitar llamado Garra 33 y, finalmente, se sumó a esta «agencia secreta», denominada Grupo Gamma, donde actuó antes y después del régimen militar.

Señala a un médico forense como responsable del asesinato de la esposa de Mario Heber, indica que existió una «Base Arenal» –cuya ubicación se negó a proporcionar–, donde existió un horno en el que fue incinerado, entre otros, el cuerpo de la maestra Elena Quinteros. Afirma, también, que realizaron seguimientos del coronel José Nino Gavazzo, a quien planearon matar.

Barreiro Neira ocupó los titulares de prensa brasileños cuando pidió para declarar ante la comisión del Parlamento brasileño que estudia la muerte del ex presidente João Goulart, denunció a la Policía civil brasileña por su relación con una red de delincuentes y envió una nota al prefecto de Chui, Mohammad Kassem Jomaa, alertándolo sobre eventuales atentados contra la colectividad árabe.

Un «agente» que nació de la JUP

(Neira Barreiro esperaba la visita en una sala especial de la prisión, a la que se accede luego de pasar dos guardias y cuatro rejas. Sentado en un banco de estudiante, con el brazo derecho sobre el posatextos, trataba de ocultar las anchas esposas de metal. Parecía a punto de rendir un examen ante quien se sentara al frente del escritorio de cármica. Se sorprende por la presencia de un periodista uruguayo. Sólo esperaba al colega Humberto Trezzi, de Zero Hora, quien había gestionado ante las autoridades carcelarias el encuentro con LA REPUBLICA.)

–¿Cómo se presentaría ante los lectores uruguayos?

–Eu soy un uruguaio que participó en una época muito oscura de nostro país. Eu fui escogido pra ser parte dos servicios secretos… (empieza en un trabado portuñol y se interrumpe). Preferiría hablar en castellano, aunque hace tiempo que no hablo en mi lengua con alguien.

–No es problema, al contrario.

–Digamos que yo estuve durante un largo tiempo prestando servicios para el Estado. Sólo que esos servicios no eran del todo conocidos, por ser sigilosos. Y tomé conocimiento de innúmeras cosas que tampoco condicen con los procedimientos que el Estado debería realizar. (Habla en un tono casi doctoral, al forzar la traducción de palabras de uso común en portugués.)

–¿Esos servicios eran policiales o militares?

–Bueno, la función de agente secreto de un organismo de inteligencia es una función de Estado y en él puede haber individuos naturales del Ejército, de la Policía o simples civiles que tienen algún tipo de conocimiento que le presta utilidad al servicio. El servicio secreto está compuesto por un grupo muy heterogéneo de personas a las que se elige por sus características.

–¿Usted por qué fue «elegido»?

–Yo entonces estaba estudiando segundo año en el Liceo Bauzá, empecé a actuar con algunas organizaciones y fui llamado a participar en el Grupo Gamma por el año 1972.

–¿Qué organizaciones integró antes de ese Grupo Gamma?

–Para suerte o para desgracia, estuve afiliado a la Juventud Uruguaya de Pie. Me afilié a la JUP porque tenía un par de compañeros de clase que como me vieron con una camisa negra que me habían regalado, creyeron que yo era parte de ellos. Me propusieron afiliarme y me afilié. Después, la JUP se fortaleció en el trabajo con la Alianza para el Progreso y me mandaron hacer pesquisas sobre la opinión política de la población. Ahí ganaba buen dinero y tenía un trabajo lícito haciendo encuestas. (Por momentos Barreiro Neira deja el castellano para seguir hablando en portugués y sólo vuelve a hablar en español cuando se le interrumpe con preguntas.)

 

El Garra 33 de Campos Hermida

–¿Su familia tenía tradición política?

–No hubo influencia de mi familia. Ninguno era de ultraderecha. Mi padre, incluso, era simpatizante del Partido Comunista. Yo no tenía definiciones políticas. Me afilié a aquella organización estudiantil como quien se afilia a Peñarol o a Nacional. Después, un compañero de liceo de apellido Petrópulos, que tenía un pariente que trabajaba en la Embajada (se refiere a la de Estados Unidos), me dijo si quería ganarme un dinero y… ¡claro que quería! Mi familia no era rica. Así que empecé a hacer trabajos políticos para la AID.

–¿Usted sólo hacia sondeos de opinión?

–No. También me integré a un grupo paramilitar en el que estuve poco tiempo, porque yo pensaba una cosa y me encontré con otra. Era el Garra 33, un grupo de ultraderecha armado, muy reducido, que según me habían dicho estaba para combatir a la guerrilla. Me encontré que en lugar de combatir la guerrilla, lo que hacían era atacar trabajadores en conflicto, dar palizas, hacer atentados y otras cosas. Yo quería combatir a la guerrilla que quería adueñarse del país a tiros, frente a frente, y no hacer eso. Vos no tenés por qué creerme y ellos pueden desmentirme, tratarme de extraterrestre o de loco, pero yo sé muchas cosas por haber estado en lo que estuve.

–Lo escucho.

–El Garra 33 preparaba personal. Había instructores militares que daban cursos.

–¿Militares o policiales?

–Eran de la Policía.

–¿De la gente de Castiglioni, en Inteligencia?

–De la gente de Campos Hermida… (Neira se arrepiente de nombrarlo y hace un gesto hacia el grabador para que no le pida más nombres «on the record»). El objetivo del grupo fue tirar unos tiros o atentar contra fachadas de domicilios particulares o golpear a un trabajador. Yo no estaba de acuerdo con ello. Me dijeron que eso era un proceso en el que me examinaban. No quise seguir allí y entonces me llamaron para entrar al servicio secreto. (Ante las miradas de incredulidad, Neira aclara.) Yo también me dije qué es eso del Servicio Secreto, que sólo conocía de las películas. Me dijeron que era la inteligencia del gobierno y que desde allí podía combatir a la guerrilla.

–¿Eso era antes del golpe de Estado?

 Sí, en los preámbulos. Ahí empecé a hacer distintos tipos de cursos de capacitación. Estudie en Chile también. Yo sobre esto tengo escrito un libro de 635 páginas que no sería sencillo resumir en una entrevista. (Sobre el escritorio Neira tiene fotocopias de un manuscrito caratulado con un bosquejo de la portada de un libro que reza: «Entrevista com um reu confesso – Todas as respostas sobre o assesinato do João Goulart». Hojea el texto, pero no nos lo entrega.)

 

El Grupo Gamma y la Base Arenal

–Bien, dejemos que compren su libro. ¿Participó en alguna operación que implicara una muerte o desaparición forzosa?

–No en una,
en innúmeras.

–¿Qué casos?

(Sonríe con ironía, negándose a responder.) Lamentablemente ocurrieron esas cosas y algún día quizás tenga que responder por ellas. No apreté el gatillo, no di el veneno, no hice nada personalmente, pero yo estaba en conocimiento de los hechos, porque era el que instalaba equipos de radio, intervenía aparatos telefónicos, tiraba fotografías, hacía seguimientos progresivos.

–¿Contra el Partido Comunista, en particular?

(Vuelve a sonreír.) Cuando tengan el libro verá una larga lista de atentados, secuestros, conspiraciones, etcétera, que fueron en perjuicio de la izquierda. Yo no me volví comunista ahora. No lo fui antes ni lo soy hoy. Nunca fui contra el Ejército ni contra las Fuerzas Armadas, ni estoy hoy en contra de ellos ni de la Policía. Ellos son los que mañana van a defender a mi patria contra un enemigo. Estoy en contra de aquellos que usaron sus facultades y su poder. Yo no estoy arrepentido de lo que hice. Lo hice creyendo que era algo digno. Hoy estoy decepcionado. (Por momentos, el discurso de Neira parece ensayado. Es entonces que habla portugués y busca como interlocutor al colega de Zero Hora.)

–No me queda claro el rango de ese grupo secreto del Estado del que usted habla. ¿Tenía mando militar o policial?

–Hay que explicar que cada fuerza militar tiene su servicio de inteligencia. También lo tiene la Policía. Lo nuestro era aparte. El gobierno tenía un servicio secreto propio.

–¿El gobierno de Bordaberry?

–El gobierno militar. Un servicio de inteligencia no es un servicio secreto. El Grupo Gamma por eso era heterogéneo, estaba formado por gente que provenía de todos los sectores. (Quiere gesticular, pero se lo impiden las esposas.)

–¿Tenía alguna base de operaciones?

–Tenía una sede que se llamaba Base Arenal, que era secreta. Creo que hasta ahora nadie la había nombrado. Ahí era donde se cocinaba todo. (Neira pide parar la grabación y explica en «off de record» que no está dispuesto a revelar datos y hechos que lo puedan comprometer judicialmente porque, dada su condición de civil, no sabe si está amparado por la Ley de Caducidad.)

 

El asesino de la esposa de Heber

–Entonces, se puede afirmar que usted integraba un Grupo Gamma, que podía considerarse paramilitar o parapolicial, pero en el que usted es consciente de que existía una dependencia directa con las autoridades de gobierno.

— Estuve en el servicio secreto uruguayo desde el año 1972, cuando tenía 17 años, y no me aparté de él hasta después de reinstaurada la democracia. Incluso en democracia continué por algunos años, porque el trabajo se incrementó. La actividad aumentó después de la transición.

–¿Usted tenía rango dentro de una estructura de mandos?

–No había una estructura de mandos tradicional. Hubo gente importante, algunos están vivos y otros muertos. A mí me pusieron como nombre de guerra «Teniente Tamús», y con ese grado me siguieron llamando después, aunque no tenía jerarquía militar ni policial. Yo era un agente especial. Podía haber un jefe o un encargado, que también era agente. Estaba al mando pero no era mi superior. Eso no funciona así en estas organizaciones.

–Usted habla en términos conceptuales, pero no da datos concretos que puedan confirmar que ese Grupo Gamma existió. Hubo muchos casos sospechosos en esa época. Por ejemplo: ¿qué sabe del caso del vino envenenado que mató a la esposa de Mario Heber?

–Esa fue una operación en la que yo no participé, el que participó fue el doctor C. M. (Neira lo nombra, esta vez sin dudar), el médico forense al que le decían «Capitán Adonis», que fue mi jefe en una época. En ese caso, la idea era una y ocurrió una desgracia.

–¿Eso era parte del Plan Cóndor?

–No. La Operación Cóndor no funcionó como se la conoce ahora hasta después de 1975. Incluso entonces no la conocíamos con ese nombre. Cuando se hizo la Operación Escorpión, en la que murió João Goulart, la considerábamos una extensión natural de la Operación Yacarta con la que los brasileños planearon eliminar a sus disidentes. Habían tomado el nombre de aquello que ocurrió en Indonesia cuando se barrió a un millón de personas. Apoyarse entre servicios secretos es parte de la colaboración natural entre dos estados que tenían enemigos comunes.

 

El «Escorpión» que mató a Goulart

–¿Usted participó en esa Operación Escorpión que, según dice, mató a Goulart?

–Sí, aunque no sé sí me incluyeron en esa operación porque hablaba bien el portugués o si fue por mis conocimientos de electrónica. (El tema llama la atención a Trezzi, quien continúa el interrogatorio en portugués. Es la oportunidad para tomarle fotografías –«siempre con la pared de fondo», según advirtió el director de la cárcel.)

–¿Usted realizó espionaje telefónico a Goulart?

–Bueno, en un primero momento me encargué de grabar las conversaciones de João Goulart y realizar seguimientos progresivos. Era el que desgrababa lo conversado. Pero la Operación Escorpión fue una de las más largas y que duró más tiempo antes de llegar a su final. Porque fue una operación que comenzó antes de que yo perteneciera al Gamma y terminó en diciembre de 1976. Duró muchos años. Yo creo que en principio no se pensaba en la muerte de Goulart. Sólo se buscaba una vigilancia preventiva de una persona que era considerada peligrosa. La operación no era contra Goulart, sino contra varios disidentes brasileños, entre los que él era importante.

–¿Qué brasileños eran vigilados?

–Leonel Brizola era el más importante en su apartamento de Atlántida. Era el más corajudo. Estaba en contra de lo establecido y se transformaba en un objetivo que, eventualmente, podía ser eliminado.

–¿Por qué se cambió hacia João Goulart?

— No sé si en realidad se cambió. Brizola había demostrado su fuerza en el fallido golpe del 61. Brizola fue el victorioso. En 1964 fue diferente. Podíamos hablar largamente de todo ese proceso, pero no tenemos demasiado tiempo. (Neira sabe cuánto tiempo le permiten por visita. Un agente de seguridad que al principio se asomaba cada tanto a una ventana de control, ahora está fijo en ella y sigue la conversación.)

–¿Pero Goulart fue el objetivo de una operación que en principio era para Brizola?

–Había diferencias entre Brizola y Goulart. Hubo una reunión al poco tiempo de que ellos llegaron exiliados. Ellos se pelean entonces. Fue «la briga dos cuñados». También hubo una reunión de exiliados donde se separaron más. Fue el 24 de setiembre de 1967 que hicieron aquella reunión en la calle Leyenda Patria. Pero yo entonces no estaba. Ingresé años después.

–De aquel grupo, João Goulart, Carlos Lacerda y Juscelino Kubitschek murieron en pocos meses, en forma sospechosa, al punto de que se crearon comisiones investigadoras parlamentarias sobre sus presuntos asesinatos, ¿Brizola se salvó?

–Brizola no estuvo de acuerdo con participar de aquella alianza política y quedó separado del grupo de disidentes; también quedó fuera de aquella investigación. La Operación Escorpión comenzó cuando Goulart llegó al aeropuerto. Además, Goulart siempre estaba en medio de los acontecimientos.

Era un líder para su gente, pero a la vez se metía en temas del propio Uruguay.

(La frase silencia el flash. Neira, al que no le gustaba
n las fotografías –«Estoy desprolijo, ¿me podría ir a poner una corbata?», adujo–, devuelve el eje de la entrevista hacia el interés uruguayo.)

 

Jango y el destino de Elena Quinteros

–¿En qué tipo de internas uruguayas participó Goulart?

–En el caso de la «profesora» Elena Quinteros. Usted puede pensar ¿qué tendría que ver Goulart con eso? Pero, la verdad es que cuando Quinteros fue secuestrada de la Embajada de Venezuela, Goulart terminó haciendo tratativas diplomáticas. Jango, como le decían, ya no vivía en el Parque de los Aliados y había vuelto a la casa de la calle Cannes, donde también vivía Frank Becerra, que era el embajador de Venezuela. Goulart terminó haciendo tratativas con el Ministerio de Relaciones Exteriores y con todo el mundo para que se devolviera a la «profesora» y que no se rompieran las relaciones diplomáticas.

–¿El grupo Gamma tuvo relación con el secuestro de Elena Quinteros?

–Nosotros no tuvimos que ver. Fue otro grupo de inteligencia. Nosotros veíamos lo que hacía Goulart. Pero después que Quinteros fue recapturada de la Embajada de Venezuela, nadie quería tenerla en su base porque era quemante. Nadie quería en su carcelaje a una mujer que dio origen a un conflicto diplomático internacional. El Departamento 6 de Inteligencia no sabía qué hacer con ella: allí es que intervino el servicio secreto.

–¿Adónde se supone que la llevaron?

–Ella estuvo en la Base Arenal.

–¿No fue trasladada al Batallón 13 de Infantería, al «300 Carlos»?

–No. No sé de dónde salen esos datos.

–Son datos que dieron presos que la vieron…

–Quinteros fue detenida y cremada en la Base Arenal.

–… y que también habrían dado a la Comisión para la Paz.

–Bueno, después que acontecen los hechos cada cual puede decir lo que quiere. A ella la llevaron de un lado para el otro, hasta que se dio la desgracia de que vino a fallecer. Entonces hubo que cremar el cuerpo y eso fue hecho. Ahí el servicio secreto tuvo una participación activa, porque era el único que tenía un horno para cremar.

–¿Adónde estaba ese horno y esa base Arenal?

–Eso está en el libro. No lo voy a decir en esta entrevista. Sí le digo que por mis conocimientos de ingeniería fue que se instaló allí el horno. Después quisieron hacer otro horno en la Base Marta en la calle Amado Nervo, pero fue un fracaso, lo mismo que el grupo de policías con el que quisieron crear un Gamma institucional. El gobierno quiso legalizar al grupo, porque decían que hacíamos y deshacíamos. Eligieron 14 miembros de servicios de inteligencia y le dieron una estructura. Fue un error. Un servicio secreto no puede ser de conocimiento público. Hicieron una base, a semejanza de Automotores Orletti. Consiguieron una fábrica de café abandonada que era propiedad de un coronel, e instalaron allí la Base Marta. Quisieron poner la casa en orden. Eso fue por el 80 o el 81. Llamaron al capitán (Ricardo) Medina Blanco y lo pusieron a cargo de ese equipo

–¿Por más que insista no me va a decir adónde estaba la base Arenal?

–No. (Neira juega con sus secretos. No cuenta todo lo que sabe. Es lo que lo transforma en un preso especial, con una connotación «política» que, quizás, podría utilizar cuando deba enfrentar el pedido de extradición uruguayo.)

–¿Conoció una base Valparaíso cerca del zoológico de Villa Dolores?

–Hablé por radio con una base con ese nombre pero tenía entendido que estaba cerca de la estación de trenes, por la calle Valparaíso. Conocí la base Lima Zulú que tenía Campos (Hermida) por Lezica, el «300 Carlos» que estaba en el 13, la base Rosen que nunca la vi, la de la calle Ismael en Punta Gorda… hubo muchas bases.

 

«Hubo planes para matar a Gavazzo»

–Antes de la muerte de Goulart, hubo otros casos importantes. En mayo de ese 1976 fueron asesinados Zelmar Michelini y Gutiérrez Ruiz, y desde junio comienza a operar Automotores Orletti como base para captura de extranjeros en Argentina.

–¿No fue antes de junio que funcionaba Orletti? (Pregunta con tono ingenuo.)

–Por lo que se sabe, posiblemente hubo una base anterior, pero Orletti se ocupa luego de firmar el contrato el 1º de junio.

— No sé… (Pasa a ser enigmático.)

–¿Pero sabe de la serie de traslados clandestinos de prisioneros a Uruguay, los que vinieron en avión en junio y un segundo vuelo en octubre?

–Yo sólo supe de un vuelo, el que se hizo antes de mi cumpleaños, que es el 8 de agosto. Lo que tenía entendido es que a otro grupo los trajeron luego por Mercedes. Pero puede haber habido otros traslados, nosotros no estábamos en ese tema. Sí sé cosas de Gavazzo, porque él era objeto de nuestra vigilancia. (Vuelve a proponer el tema.)

–¿Por qué vigilaban a Gavazzo?

–El gobierno estaba sabiendo lo que hacía Gavazzo. El fue utilizado y en varias oportunidades, escuche lo que estoy diciendo, el servicio secreto pensó en matar a Gavazzo. El iba al frente, no mandaba a los soldados, ese coraje le daba una jerarquía extra a su mando. Enfrentaba a un general o podía ponerle un revólver en la cabeza. Eso lo hacía peligroso. (El guardia de seguridad habla con otros guardias. Se hace evidente que la entrevista debe finalizar.)

–¿Ese servicio secreto supo lo que ocurría con los desaparecidos?

–Todo el mundo sabía lo que pasaba con los desaparecidos. Eso era un invento. Sabíamos que los desaparecidos habían muerto. O fueron ejecutados o murieron en el interrogatorio o en una «troca» de tiros. Se decía que estaban fugados, pero estaban bajo tierra.

–¿Sabían dónde estaban los cementerios?

–Es algo complicado hacer afirmaciones de eso. Yo no sé todo, sé parte.

–¿Sabe si hubo una Operación Zanahorias, dirigida por el coronel Lami por la que desenterraron cuerpos de las unidades militares para hacer una tumba única?

–No supe de ella, si la hubo la hizo inteligencia del Ejército. Hubo pozos que se hicieron en distintos lados bajo la custodia del Ejército, como aquel por el Cilindro, donde estaba el cuerpo de Bomberos.

No sé que se desenterraran cuerpos. Es posible que se haya tratado de eliminar pruebas antes de que volviera la democracia. En cualquier delito se eliminan pruebas. En todo trabajo de inteligencia se evita dejar documentos, se tiene una conducta ágrafa, se evita el testimonio escrito. (Neira mira a los ojos, y calla.) *

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