Significado esotérico de la Navidad

La Navidad es un evento maravilloso, cíclico, que reitera cada año una sintonía especial, una etapa especialmente luminosa generada bajo el influjo del  espíritu navideño.  Aunque para muchos se ha convertido en una fiesta sin demasiada trascendencia, inundada del stress que significan las comparas, los encuentros familiares, las nostalgias por los que ya no están y todo tipo de movimientos emocionales – en muchos casos contradictorios- sin duda sigue siendo un momento importante para otros que deciden vivirla de otra manera. ¿Qué es la Navidad en sentido esotérico?

Más allá lo externamente apreciable, vivenciar este momento del año como un nacimiento impulsa la renovación del ciclo de la vida. Así como el sol físico, el astro rey, da vida a toda la creación, así también el sol espiritual, nuestro sol interno -si aprendemos a meditar en sus mandamientos- nos revela los secretos del renacer a una vida de reencuentro con el ser trascendental y eterno que somos.

Detengámonos en las antiguas y sagradas escrituras donde se relata el nacimiento del niño Jesús -aquél quien fuera proclamado el Mesías  enviado de Dios- en  la sencillez  de un establo en Belén, entre los animales. Ese establo es la representación simbólica de nuestro mundo interior que es el recinto interno de mí mismo, aquí y ahora. Y en él, precisamente habitan los animales, quienes  simbolizan nuestras facetas instintivas y de deseo. Son la representación de los diversos aspectos de la sabiduría poderosa de nuestro yo primordial, rebosante de fuerza, resistencia, arrojo, impulso, fertilidad. Y sin duda la oscuridad de la noche donde se manifiesta ese nacimiento representa los contenidos subconscientes que por la falta de luz (sol) la noche simbólica implica. Esos contenidos  son difíciles de distinguir, pero la imagen del nacimiento es tomar autonsciencia de la parte animal también existente en la esencia del ser humano.

Ahora, mirando en el significado esotérico  del nombre de la aldea donde ocurriera el advenimiento del niño Jesús al mundo –Belén- es significativo saber que, según afirman algunos,  en esos tiempos ésta no existía. Ella es un símbolo.  “BEL” en su raíz caldea significa torre de fuego. Esta imagen me transporta al análisis del lenguaje simbólico y arquetípico del Tarot ( a sus expresiones creativas acerca de la experiencia interna de la vida y de las fuerzas de la naturaleza que constituyen una recreación del desarrollo humano).  Esta imagen de “Bel” o “torre de fuego” recuerda la del arcano (misterio) número 16. Este indica en su significado  un cambio absolutamente revolucionario, incluso un sistema de creencias que colapsa. ¿Y qué ha significado la presencia real  y o simbólica de Jesús/Cristo y sus enseñanzas en la tierra sino una gran figura revolucionaria. Simboliza la destrucción de lo viejo preparando el camino para lo nuevo, la revelación y la iluminación (representada en la famosa estrella de Belén) y una oportunidad de comenzar de nuevo; un mensaje para el mundo, un mesías, una nueva vida, un renacimiento; un antiguo testamento que deja paso a uno nuevo donde la relación de Dios con el hombre cambia de manera renovadora.

Volviendo al legado esotérico de la navidad podemos ver la enseñanza de que cuando el ser humano trabaja con el fuego  sagrado, eliminando de su naturaleza interna las limitaciones cíclicas, ha de pasar a la iniciación. Y eso es el Cristo, ese ser humano que somos todos y cada uno de nosotros en su capacidad de trascender. Esa es la verdadera iniciación. Jesús, como hombre, recibió esta iniciación y encarnó el Cristo. No ha sido el único. Ha habido a lo largo  de los tiempos otros en la misma jerarquía de iniciados (Hermest Trimegisto, Juan el Bautista, Ibis de Thot y otros). Queda claro que el Cristo, en tanto iniciación, no pertenece a un único individuo.

Empecemos por nuestra casa, por nuestro cuerpo y nuestra mente para recibir y vibrar  en esta energía especial del espíritu navideño de nacimiento. Preparamos nuestro ser interno también adecuando  nuestro entorno. Las cargas sufridas, los disgustos, las enfermedades, son energía. Nuestra casa al igual que nosotros mismos recibe y almacena esa energía. Todo queda en el cuerpo energético del hogar. Reordenando, limpiando y deshaciéndonos de objetos a los que ya no damos utilidad también preparamos éste cáliz que representa el lugar en que vivimos,  y que es una imagen de nuestro estado interno.

Aprovechemos este período vibratorio para  reflexionar, recomponer, renacer. Cuando ponemos orden y poco a poco lo que estaba en desorden vuelve a su sitio, o ciertos objetos son desechados  porque ya no tienen un lugar en nuestra vida, generamos un efecto directo en nuestra psique y así liberamos energía para vivir el presente. Estemos atentos, en el momento de poner manos a la obra en el arreglo de la casa, ya que los objetos pueden aumentar  o disminuir nuestros niveles de energía. Algunos elevan nuestra energía debido a las asociaciones positivas que nos despiertan, nos expansionan porque complacen nuestros sentidos. Algunas cosas están definidas por la energía del significado que les otorgamos y cuando esa vibración es maravillosa puede que signifique subconcientemente el amor que ese alguien que lo regaló o lo usaba nos profesa. Por otra parte habrá objetos que nos sean desagradables, que nos afecten negativamente y nos estén vaciando de energía sin que seamos conscientes de ello. La solución es deshacerse de estos objetos sin contemplaciones. Los inciensos, los perfumes, por ejemplo, nos inducen a una meditación en ese entorno ordenado y limpio sobre la liberación de todos los procesos energéticos negativos. Al despejar la casa, despejamos la vida y el alma, renaciendo en un espacio externo-interno de energía disponible para el aquí y el ahora.

En éste año nuevo que comienza, que todas las cosas bonitas que decretemos lleguen a nuestra vida.

 

 

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