Latinoamérica y el Caribe lanzan su organismo sin EEUU y Canadá
Una treintena de jefes de Estado y de gobierno se dan cita durante dos días en un protegido fuerte militar para definir la forma precisa que tomará la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), con sus 33 países y liderazgos heterogéneos, que en los últimos tiempos protagonizaron más de una crisis diplomática.
«Por primera vez, vamos a tener una organización de nuestra América, y si funciona, si tiene éxito, se puede considerar el acontecimiento más grande en los 200 años de semi independencia», dijo a su llegada a Caracas el presidente cubano, Raúl Castro.
Los mandatarios fueron invitados por el presidente Hugo Chávez, para quien la cita, aplazada en julio cuando se le diagnosticó un cáncer, supone su retorno a la escena internacional y una ocasión para mostrar, entre rumores que sostienen lo contrario, que superó la enfermedad. Según Chávez, impulsor de una alianza regional de gobiernos izquierdistas (ALBA) y co-protagonista de una ruptura de relaciones diplomáticas en 2010 con el entonces presidente colombiano, el conservador Alvaro Uribe, llegó la hora de la unidad en la región más allá de tintes políticos. La Celac debe ser «una unión política y sobre esa unión vamos a construir un gran polo de poder del siglo XXI», aseguró Chávez la víspera de la cumbre, constatando el auge económico de la región ante la grave crisis financiera en que están sumidos Europa y Estados Unidos. Pero «no debemos dejarnos llevar por las ideologías gobernantes» de cada país, advirtió el mandatario venezolano.
La unión de los países de la región en un organismo político heredero de los foros de la Cumbre de América Latina y Caribe (CALC) y Grupo de Río, que empezó a gestarse en una cumbre en Brasil en 2008, se plantea inevitablemente como una alternativa a la Organización de Estados Americanos (OEA), que excluye a Cuba e integra a Estados Unidos y Canadá. Para Chávez, «la OEA es lo viejo, un espacio que fue manipulado, dominado por Estados Unidos», mientras que la Celac «nace con un espíritu nuevo, como un arma de integración política, económica y social».
«A medida que pasen los años, la Celac va a ir dejando atrás a la vieja y desgastada OEA», advirtió Chávez.
El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, fue contundente a su llegada a la capital venezolana: «A mí como latinoamericano me rebela que los problemas latinoamericanos se vayan a discutir a Washington», sede de la OEA y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Más desafiante, su par nicaragüense, Daniel Ortega, estimó que la Celac es «una sentencia de muerte a la doctrina Monroe» emitida en 1823 por el gobierno de Estados Unidos y considerada como el hito que abrió paso a la injerencia de Washington en la región.
Por su parte, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, admitió que con la Celac se generarán «naturales coincidencias», pero confió en que el nuevo organismo «enriquecerá el diálogo a nivel interamericano» y saludó «las amplias posibilidades de cooperación entre ambas instancias».
Uno de los puntos todavía por definir por los miembros de la Celac es el mecanismo de toma de decisiones: los cancilleres regionales no lograron en una reunión un acuerdo sobre ese punto, que debe formar parte de la «Declaración de Caracas», que será suscrita por los presidentes.
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