MILES DE MUERTOS. GRAVES DAÑOS EN EL AMBIENTE Y EN LOS LEGADOS ARTISTICOS DEL PASADO

"Las mentiras de la guerra en Libia"

¿Se prepara un nuevo Vietnam? Los «rebeldes» han reconocido 60.000 muertos; estremece pensar cuál será la cifra real de víctimas del pueblo, que ­presuntamente- iban a defender del coronel Kadafi. Pero si en verdad esta agresión unilateral acabase, es indispensable preguntar ¿qué deja ella, aparte de decenas de miles de muertos y grandes ganancias por el petróleo robado a sus legítimos dueños?

La reciente contienda ha dejado además graves daños en el ambiente y en los legados artísticos del pasado, que terminarán en manos de millonarios israelíes como algunas estatuas de Sumer y Akad, en Irak.

La historia vuelve a repetirse, después de Afganistán, Irak y Libia, la amenaza alcanza a Siria. El embajador de Rusia, aliado de ese país, lanzó en la ONU una trágica advertencia: «Será la Tercera Guerra Mundial». Los rusos han comprendido de inmediato que el verdadero objetivo de EEUU es Irán, que quedaría indefenso si la OTAN ataca Siria y la ocupa; ya que la única base rusa en el Mediterráneo está allí.

En todo conflicto se dice, con razón, que lo primero en morir allí es la verdad. En éste queda demostrado que las mentiras de los invasores de Libia son elementales y burdas.

Todos hemos visto en los telediarios a la mujer que en el Hotel Rixos de Trípoli durante una conferencia de prensa gritó que había sido violada por las tropas de Kadafi. Un pequeño hombre intentaba sacarla del lugar y ella se tiró al suelo gritando desesperada. Después se ve que es introducida en un coche, desapareciendo. Los compañeros en Trípoli comentaban que la estarían torturando o que tal vez ella ya estaba muerta, porque no se volvió a saber nada más. En realidad sí, se vinieron a saber algunas cosas: la mujer trabajaba en uno de los prostíbulos de Trípoli. Es costumbre que las mujeres «de la vida» ofrezcan su mercancía a los clientes a través de la danza del vientre, poniendo en evidencia las partes mejores del instrumento con el cual trabajan. (La danza está colgada en You Tube).

El hecho de que la mujer fuese prostituta no absuelve el delito de violación, si es que la hubo. Pero visionando el video de la entrada del Rixos, (algo que no nos mostraron las televisiones) por donde salió la señora con el hombre bajito podemos apreciar que antes de llegar a la puerta, dos hombres altos como un armario y rubios, se tiran encima del pequeñito, lo golpean y se llevan a la mujer en un coche. Otros dos hombres enormes, también rubios, se introducen con ella en el vehículo. Van en dirección a la frontera donde un embajador de un país amigo de los rebeldes, la espera.

¿A que son bonitas las historias con final feliz? La joven con un virginal velo blanco es entrevistada en CNN, y presentada como una mártir.

De puta a mártir parecería haber dado un salto de calidad. (También está en You Tube).

Uno de los videos más fuertes que las televisiones mostraron era el de una mujer sodomizada con un larguísimo palo. Al Jazeera enseñó el video donde se veían solo las nalgas de la protagonista difuminadas y se oían sus escalofriantes alaridos de dolor (la presentadora con expresión grave sostenía que las imágenes podían herir la sensibilidad del espectador). Hubo debates en CNN con hombres horrorizados, mujeres ofendidas y contritas, en una gala de solidaridad y buenas intenciones que duró días y días y que permaneció adormecida ante los bombardeos de la OTAN.

Identifiqué el video al instante, cuando estaba escribiendo un libro sobre la prostitución, visioné las aberraciones sexuales. El que exhibía Al Jazeera, no era una mujer libia sodomizada por tropas leales a Kadafi sino un viejo film porno colgado en Internet.

Pero vayamos a la «información» pura y dura, sobre todo pura. En el suplemento femenino del diario El País del 24 de setiembre, con firma de Ana Pastor y en un artículo sobre Kadafi, se alude al viagra que el coronel habría comprado para violar a las mujeres de su pueblo, noticia dada por el Pentágono o la OTAN: tanto monta, monta tanto… Es obvio que son fuentes de poco fiar para un periodista.

La historia merece ser revisada: según los medios en todo el mundo, Kadafi habría comprado dos contenedores de viagra; los más osados dijeron nueve, con la intención expuesta más arriba.

Para verificar la veracidad del asunto es necesario hacer un cálculo y alguna que otra consulta. Un contenedor tiene 40 pies: 3, 48 metros de ancho, 12, 192 de profundidad, y 2,43 metros de alto. Su carga máxima son 35500 kilos, el equivalente a 71650lb. Una cajita de Viagra lleva 4 pastillas pesa 10 gramos. Mide 6 cm. de ancho, 7,8 de largo y 1 cm. de espesor.

La carga de dos contenedores equivaldría al consumo de viagra en todo el mundo durante un año, nueve contenedores equivaldrían a cuatro años y medio de la producción de viagra por el laboratorio Teva, israelí que lo fabrica ilegalmente, según sentencia reciente de los tribunales americanos y el laboratorio Pfizer que lo inventó. Si eso hubiese sido cierto se habría verificado una subida histórica en bolsa de los medicinales. No ha sido así, la venta se quedó en los parámetros de siempre.

Por supuesto que la pulsión sexual es más fuerte en la guerra que en la paz pero por su alimentación y su vida, que es mucho más sana que la nuestra, los árabes no necesitan viagra. (Misiles Tomahawk permitiendo…)

Además de las calumnias, la guerra deja una minoría silenciosa con heridas incurables, son las mujeres de las cuales los mercenarios a sueldo (rebeldes) ¿de Francia? han abusado sin piedad, sometiéndolas a las más aberrantes humillaciones. Se sospecha que sin viagra. Ellas son víctimas de delitos por los que nadie pagará.

El Hospital Psiquiátrico de Trípoli está lleno de adolescentes muertas en vida de asco y vergüenza por la violencia padecida. El objetivo era derrocar a Muammar el Kadafi, se presume que las violaciones no estaban previstas por la OTAN y socios. O tal vez sí.

Gran cantidad de adolescentes de Al Zawia y Misrata han sufrido esa violencia. Ingresadas allí desde entonces, los facultativos intentan curar las heridas del cuerpo y del alma.

Wijdan Ishteawi es uno de los médicos empeñados en esa difícil tarea. Las jóvenes no darán su apellido, van veladas. Zawia es la menor de tres mujeres, ella y la hermana mediana están solteras, la mayor, casada, su padre ha muerto en la contienda. Sólo se verán sus ojos, y su voz llegará apagada a través de la tela del burka.

Zawia- Tengo dieciocho años. Todo sucedió de improviso. No sabíamos que empezaba una guerra. Aquella era una mañana como tantas, cuando sobre las 11 y 30, los «perros» entraron en las aulas de la Universidad. Después de golpear al bedel y a los profesores empezaron a elegir a sus víctimas entre nosotras; ¡ay de mí! me cogieron y sacaron de la clase. Con ellos venían otras tres compañeras de aulas diferentes a la mía, estaban llorando y visiblemente asustadas. Nuestra situación era muy mala e ignorábamos que ese sería solo el primer día de nuestro suplicio. Nos insultaron y amenazaron con sus armas. Luego nos trasladaron en un camión, no sabíamos adónde, hasta que se detuvieron en el Hotel Al- Jawhara, del que se habían apropiado. Y allí me violaron; el mismo día del secuestro.

P.- ¿Estabas sola en la habitación?

Zawia.- Primero me pusieron con otra compañera, al rato volvieron y nos separaron. A pesar de que con ella estábamos abrazadas; se la llevaron arrastrando ya que ella se aferraba a mí. Después, entraron uno tras otro en la habitación, durante todo el día y la noche hasta el amanecer. Me hicieron mucho daño, tanto que no podía caminar. La sangre me colaba entre las piernas y sentía un dolor atroz en el vientre. Y más fuerte aún en el pecho, era tan insoportable que no me dejaba respirar y solo lo lograba dando cortos suspiros. Sentía tanta, tanta vergüenza.

P.- Vergüenza debían sentir tus verdugos no tú.

(Ella sigue concentrada en sus recuerdos y hace una larga pausa).

Z.-Cada uno pasaba mucho tiempo conmigo. Tal vez una hora… Yo estaba muy mal, no hacían más que entrar y salir de la habitación. ¿Se lo imagina, sin ley y con todo el hotel a su antojo?

P.- ¿Serías capaz de identificar a los agresores?

Z.- Hay momentos en que pienso que sí, pero estaba en un estado de histeria tan grande que no lo sé. Eran todos de tez blanca. Tendrían más de veinte años. Había uno que tendría cuarenta años, con barba. Él fue el primero en violarme.

P.- ¿Eran libios?

Z.- Uno que entró el último, tenía acento egipcio. Los otros podían ser libios.

P.- ¿Cómo consumaron la violación?

Z.-. Por la fuerza. Yo no quería, intenté resistir, pero… (Solloza) No podía creer lo que me estaba pasando, perdí la noción del tiempo. No puedo describir lo que sentía, solo que prefería que me matasen para acabar con eso. Al escuchar pasos sabía que era otro que venía a hacer conmigo lo que quisiese y deseaba morir con toda la fuerza de mi ser.

P.- ¿Había intercambio de fuego mientras ellos te violaban?

Z.- Sí. Se oían disparos.

P.- ¿Cuántos días estuviste en aquella habitación del hotel?

Z.- Tres, hasta que entró el ejercito libio a la ciudad de Al-Zawia. Sería la una o una y media del mediodía, cuando me liberaron. Luego trajeron a las tres chicas que habían vivido la misma historia con otro grupo de hombres.

P.- ¿Habéis hablado entre vosotras de lo que pasó?

Z.- Sí. Todas nos contamos lo que habíamos padecido menos Zahowa. Ella solo quería suicidarse saltando por la ventana. Le impedimos hacerlo. Pero no volvió a hablar después de eso. Tiene veinte años. Es una pena. (Hace una larga pausa)

Yo estaba comprometida y la fecha de la boda está ya muy cercana. Mi novio es de mi familia, es primo mío.

P.- ¿Sabe él lo que ha pasado?

Z.- No.

P. ¿Te sientes preparada para casarte, después de esto?

Z. -Mi novio y yo jugábamos desde pequeños. Nos prometimos a los cuatro años, ahora la idea de que un hombre se me acerque me da terror.

Zaiwa se queda en silencio, rumiando sus recuerdos.

El doctor Wijdan Ishteawi me explica el caso y el estado de la joven que entrevistaré: «Reema tiene 17 años y es una de las tantas mujeres que intentamos sacar adelante. En su caso además de los daños morales, que quedarán para siempre impresos en su memoria, tiene un gravísimo problema físico. A raíz de los hechos padecidos le ha quedado una infección de estómago, que se manifiesta en vómitos continuos. No puede ingerir comida, la alimentamos con suero hasta encontrar la manera de parar la infección. Los antibióticos no han dado resultado. Pero si su imposibilidad de comer o el rechazo de los alimentos, persiste, su final es inevitable. Lo positivo ha sido que antes de empezar las curas Reema fue visitada por su familia de Misrata y eso ha sido muy bueno para ella.»

El burka negro la cubre en su totalidad, ninguna mujer musulmana contaría una historia como la vivida por Reema a cara descubierta. Su voz es la de alguien que se ha rendido a la adversidad, sin condiciones.

R.- Me dirigía a casa de mi tío por la calle Trípoli en Misrata, antes del comienzo de esta guerra. Fui seguida sin darme cuenta por una banda de criminales. Cuando lo noté entré en el edificio y cerré la puerta principal, algo que por norma no se hace ya que es un edificio de apartamentos. Entonces ellos trancaron la puerta por fuera y nadie podía salir. Los primeros días golpeaban las puertas y estábamos muy asustados y nos fuimos quedando sin comida. Nos repartimos lo que cada uno de nosotros tenía con los vecinos.

Pero luego se acabó, suplicamos, rogamos a los bandoleros comida y un día nos dieron alimentos a través de la ventana, pero solo un día. Un hombre estaba de guardia siempre para que no pudiésemos salir.

P.- ¿Cuántas personas había allí y cómo podíais continuar viviendo, sin salir y con energúmenos golpeando la puerta a toda hora?

R.- Usamos todo lo que teníamos para poder comer y después nos pusimos a esperar. En Misrata se conoce nuestro edificio y confiábamos en un rescate. Una noche los bandidos abrieron la puerta, entraron en casa y golpearon a mi tío de forma salvaje. Ellos no eran libios, uno de ellos dijo: «Los huevos sin cubrir están hirviendo en el agua». Ese es un dicho que en Libia no tiene sentido. Era egipcio, lo noté por el acento. El otro no lo sé.

El médico interviene: -Por las vestiduras que Reema me describió, era de Afghanistán.

P.- Además de su tío, ¿cuántas personas había allí?

R.-Después de abandonarlo en el suelo casi muerto, revisaron cada zona del edificio, trajeron a un grupo de muchachas adolescentes y algunas niñas, de los diferentes apartamentos. Eran cinco y estaban armados hasta los dientes. Mis raptores eran dos.

P.- ¿La tomaron en su propia casa?

R.- No. Me llevaron al sótano de una casa vacía; estaba lleno de armas hasta el techo y de botellas de alcohol.

P.- ¿Tomaban sus raptores drogas y alcohol?

R.- Ellos tomaban todo tipo de cosas.

P.- ¿Cuándo pudo salir de allí?

El doctor interviene:- Estuvo allí una semana…

-Por favor doctor, déjela responder. Me interesa su testimonio directo- le rogué.

El doctor insistió: Está cansada y no puede ser sometida a este tipo de interrogatorio.

-Lo siento. Pero es necesario saber que humillaciones han sufrido estas muchachas. Wijdan responde: Reema no es la única en haber padecido este calvario. Aunque nadie conoce la verdad de los hechos tanto como ella.

P.- Reema, ¿sabe qué pasó con las otras chicas?

R.- No volví a verlas, no estaban entre las que fuimos liberadas por las tropas libias. En el sótano estuve sola.

P. – ¿Podrías identificar a tus raptores? ¿Los dos son los mismos que te violaron?

El doctor interviene: – Déjeme explicarle lo que pasó, ella me ha contado que cuando atacaron después de haber abierto la puerta que ellos mismos habían atrancado, de haber invadido los apartamentos, secuestrado a las jóvenes y niñas, las violaron ahí mismo, se las dividieron y se las llevaron como botín de guerra.

Reema.- Sí. Fui raptada y violada por ambos. Cuando yo decía no, ellos me ponían de rodillas, tomaban sus fusiles, me apuntaban en la sien y amenazaban con matarme.

Estuve encerrada con ellos durante veinte días.

P.- ¿Qué pasó en ese tiempo y cómo lograste abandonar Misrata?

R- El ejército libio del coronel Kadafi llegó y decía que dejásemos la ciudad: Iros, decía. Tenéis que salir. Ellos ya habían recuperado Misrata.

(La ciudad volvió a caer más tarde por los bombardeos de la OTAN. N de R).

P. -¿Cuándo lograron liberar Misrata dónde estaban las otras jóvenes?

R.- No lo sé. No las volví a ver. El ejército me rescató y me sacó fuera de allí y sin darme cuenta me encontré en la ciudad de Zlitin. Después de eso, mi familia, que había venido a buscarme se reunió conmigo. La pesadilla había acabado. Aún no sabía que las secuelas me obligarían a estar en el hospital, durante más de tres meses y aún no sé ni cómo ni cuándo podré dejar la clínica.

P.- ¿Cómo la descubrieron en el sótano y pudieron rescatarla?

R. ­ El ejército libio me encontró.

P. – ¿Cuándo sucedió todo eso?

R.- A finales de abril. De las otras chicas no ha vuelto a saberse y yo no sé si han muerto o aún viven. Me remuerd
e la conciencia al pensar que si yo no hubiese cerrado la puerta, tal vez ellos no se habrían encarnizado tanto con nosotras.

P.- Es posible que hubiese pasado lo mismo. En el curso de esos veinte días ¿Os insultaron, o pegaron?

R.- Siempre que decía no, me apuntaban con los fusiles y yo me dejaba hacer y hacía lo que ellos querían, temblando aterrorizada.

P. ­ ¿Ellos te compartieron con otros hombres?

R. ­ El muchacho egipcio recibía a muchos que venían a buscar fusiles, pero nadie me vio nunca porque ellos me escondían.

P. -¿Cómo te encontró y rescató el ejército libio?

Doctor.- Esta es la última pregunta y olvídese de la respuesta. Es necesario dejar al pueblo libio sin conocer la verdad. Se trata de proteger a las muchachas aún prisioneras.

R.Recordando y para sí misma, asombrada aún de una tal humillación: -«No me permitieron en todo ese tiempo llevar mis ropas. No pude cubrirme durante veinte días. Estuve sin vestidos, sin nada. Me obligaron a estar sin ropas, ellos me las arrancaron. Ninguna prenda, ni las más íntimas…», repite como en una letanía.

Doctor- El ejército la cubrió con una manta.

P. -Cuándo el ejercito entró ¿arrestó a esos hombres o los ejecutó?

R.-Ellos se los llevaron.

P.- ¿Cuando la liberaron estaba completamente desnuda?

R.- Sí. Solo recuerdo que cuando sentí la tela sobre mis hombros, en ese mismo instante me desvanecí de felicidad.

El doctor me acompaña hasta la puerta del hospital: «Reema es consciente de que ha sido infinitamente afortunada de ser violada solo por dos rebeldes.»

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