Campesinos protestan desnudos en México
Desde 2002 levantan cada primavera un campamento en el cruce de dos grandes avenidas de la Ciudad de México sobre la acera, y se manifiestan completamente desnudos o con un retrato de su enemigo número uno, el senador Dante Delgado, como taparrabo.
«Denunciamos a Dante Delgado (gobernador del estado de Veracruz de 1988 a 1992) por el despojo de tierras en mayo de 1992. En menos de dos semanas arrasó 14 pueblos, casas, escuelas, iglesia, cultivos y encarceló a 500 personas», después de liberadas, denuncia Judith Romero, de 45 años de edad, portavoz del movimiento denominado Los 400 Pueblos.
«¿Por qué desnudarnos? Hasta ahora no hemos sido escuchados. No tenemos nada más que hacer que desnudarnos. Así nos dejó Dante, desnudos, pero no nos pudo quitar la dignidad», añade Judith Romero mientras aprieta el puño.
Las protestas empezaron inmediatamente después de su expulsión, pero se endurecieron diez años después.
Su manifestación es simple pero impactante: media centena de hombres de todas las edades con la piel cobriza bailan desnudos con el sonido de tambores en céntricas avenidas del centro de México.
Las mujeres, mientras tanto, desnudas también, pasan sobre las aceras y entre los coches con un sombrero en la mano para cosechar fondos y distribuir propaganda. Luego los papeles cambian. Los más jóvenes protestan siempre vestidos.
Algunos capitalinos han llegado a percibir la manifestación como una protesta incluso «dolorosamente estética»; a diferencia del resto de las recurrentes protestas que colapsan a menudo el centro de la capital, los nudistas no obstaculizan el paso de los autos.
Todo lo contrario: si el semáforo está en verde ellos, bajo una absoluta disciplina, se limitan a desfilar en las orillas de las aceras haciendo triángulos o rectángulos según lo dicte el diseño de la acera o camellón, y atraviesan la calle perfectamente formados sólo hasta ponerse el verde.
«Evite distraerse, ellos no bloquean la vialidad», dicen usualmente los reportes viales radiofónicos.
«No es modo para manifestarse», lanza molesto un señor mayor sacudiendo la cabeza.
«El espectáculo es gratis», comenta burlón un taxista a su pasajero, que observa campesinas desvestidas de más de 50 años.
Los turistas a su vez vacilan entre tomarlo con diversión, incredulidad o compasión.
Hace algunas semanas, los manifestantes tuvieron la sensación de haber sido escuchados por el presidente del Senado, Mario Beltrones, antes de que se distanciara del movimiento.
Por su parte, el ex gobernador Dante Delgado, también presidente del partido Convergencia, aliado de la izquierda, los ignora, sin tomarse tiempo ni siquiera para responderles.
En la Ciudad de México, a unos 400 km de Veracruz, viven de ‘trabajitos’ (informales) y fondos que llegan a reunir haciendo colectas.
El campamento, compuesto por una media centena de tiendas, se parece a un auténtico pueblo, sólo que éste fue plantado en pleno asfalto. *
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