El embargo convirtió a Cuba en tierra de ingeniosos inventos

En un taller mecánico de La Habana, la consigna es simple, cuando una pieza hace falta se acomoda otra, usando al máximo el ingenio y el arte del reciclaje para sobrevivir al embargo de Estados Unidos contra Cuba, que ayer sábado cumplió 45 años.

«Aquí todos inventamos, y cuantas más cosas faltan más inventamos», dice Roberto Luna mientras repara en un taller mecánico de La Habana un voluminoso Chevrolet del 48, recientemente pintado de verde oscuro y que lo único que conserva de original es la carrocería.

«El motor es de un Volga (soviético), la caja de cambios de un chevy (Chevrolet) argentino, las gomas son de un Mitsubishi y asientos de un Ford», añade al describir cómo se las ingenia para reparar estos clásicos, previos a la revolución de 1959, sin recibir ni un solo repuesto desde Detroit, donde fueron fabricados.

Los viejos Ford, Cadillac, Chevrolet, Plymouth y Buick, que por su tamaño en Cuba reciben el nombre de «almendrones», han convertido a la isla en el mayor expositor de clásicos en activo del mundo, con unos 50.000 ejemplares.

Pero la falta de repuestos para coches agudiza uno de los principales dolores de cabeza en la isla: la crisis del transporte urbano. Para sortearla apareció en 1992 el «camello», nacido de la fértil imaginación de mecánicos y técnicos cubanos, con dos «jorobas» como cabinas de pasajeros, remolcadas por un cabezal de camión de carga pesada, de unos 20 metros de largo.

Así, desde que el ex presidente estadounidense John F. Kennedy impuso un embargo total contra la isla el 3 de febrero de 1962, los cubanos han desarrollado un extraordinario ingenio para sobrevivir con lo que tienen.

En una cerrajería, Ariel desarrolló un nuevo modelo de una máquina duplicadora de llaves. A su vieja Ilco, traída desde Estados Unidos en 1953, le debió instalar hasta piezas de una tostadora desde que se rompió hace unos siete años.