Sunitas y chiitas: ¿hermanos entrañables o enemigos jurados?
Recientemente, voceros de la Hermandad Musulmana en Sudán se quejaron amargamente en el diario árabe Al Hayat de una campaña sistemática para convertir musulmanes sunnitas a la Shía. No son los únicos que están preocupados por el ascenso del chiismo en el mundo árabe. Los líderes de los grandes países árabes sunnitas tienen últimamente un gran apuro por poner fin al interminable conflicto palestino-israelí, en contraste con sus posiciones anteriores. La razón no es el súbito reconocimiento de que la paz judeoárabe podría ser beneficiosa no sólo para el pueblo palestino sino para todo el Medio Oriente, sino el temor a lo que el rey Abdulla de Jordania llamó el «arco chiita» en la región.
Los líderes de los países árabes llamados «moderados», como Egipto, Jordania y Arabia Saudita, resienten que un país musulmán no árabe y chiita como Irán haya logrado secuestrar para sus fines al conflicto palestino-israelí y manipule a los árabes a su antojo.
Pero los ambiciosos planes de la teocracia iraní parecen ir viento en popa. Utilizando la «resistencia» contra Israel como pretexto, apuesta a las armas, la influencia y la capacidad de movilizar masas de Hezbollah para apoderarse del Líbano. En su último viaje a Teherán, el primer ministro de Hamas, Ismail Hanyeh, aceptó de hecho la tutela de Teherán a cambio de armas, dinero y apoyo político. Esto, sin duda, pone nerviosos a muchos sunnitas, tanto moderados como extre- mistas. Después de todo, Hamas está estrechamente ligada a los Hermanos Musulmanes, que es una organización esencialmente sunnita.
Las diferencias entre las dos mayores ramas del Islam proceden de los comienzos de su historia. Después de la muerte del profeta Mahoma en 632, hubo discrepancias que degeneraron en una guerra civil. Mahoma no designó a un sucesor, pero antes de su muerte nombró a su compañero Abu Bakr para dirigir las oraciones. Luego Abu Bakr se convirtió en el lugarteniente (o califa) «del mensajero de Dios». Antes de su muerte en 634, Abu Bakr designó a Omar como su sucesor. Diez años más tarde Omar fue asesinado por un esclavo resentido. Antes de morir, alcanzó a designar a un consejo de seis miembros para nombrar al tercer califa. Este consejo designó a Otmán, quien fue asesinado por rebeldes que lo acusaron de nepotismo. Finalmente, en 656, fue electo califa Alí, primo y yerno de Mahoma, quien también fue muerto en una rebelión palaciega. Para los chiitas ( o shiat Ali, partidarios de Alí) sólo la estirpe de Alí es legítima. Sus hijos se convirtieron en los primeros imanes o líderes religiosos.
Para el estudioso chiita hindú Maulana Kalbe Sadiq, sunnitas y chiitas están de acuerdo en un 97% en sus posiciones doctrinarias. Pero en opinión del profesor Khalid Durán, un tratadista autor de cinco libros sobre el Islam, la división entre las dos mayores ramas del Islam, que comenzó como una lucha por la sucesión de Mahoma, de hecho se convirtió en un cisma religioso. El profesor Durán señala que mientras hay muy pocas festividades que separan a católicos y protestantes, las celebraciones de ambas corrientes islámicas tienen «signos contrarios». Por ejemplo, la «ashura» es para los chiitas un día de duelo en recordación de la muerte del mártir Hussein en Karbala, Irak. Pero en los países del Maghreb la ashura es un día de alegría que rememora, al igual que la pascua judía, la salida de los judíos de Egipto. Otra separación tajante entre la Shía y la Sunna es la historia del duodécimo Iman. Mientras la Sunna (Tradición) acepta como legítimos a los califas históricos, para la Shía son usurpadores. Asimismo, la Sunna y la Shía tienen un concepto diferente del imán. Mientras para los sunnitas es sólo un «líder de las oraciones», para los chiitas es un líder espiritual. Según la tradición chiita, el duodécimo imán desapareció en el año 940 y desde entonces está oculto. El Mesías islámico, llamado Mahdi, va a volver y habrá de traer la justicia al mundo. Para los grupos más ortodoxos y conservadores, el regreso del Mahdi estará precedido por un período de guerras, turbulencia y cambios traumáticos.
En un informe especial del semanario británico The Economist publicado el 4 de marzo de 2006, se señala que los sunnitas constituyen el 85% de los 1.500 millones de musulmanes en el mundo y que a lo largo de la mayor parte de los 14 siglos de historia común, sunnitas y chiitas han vivido en paz. La geografía es un factor que separa a las diversas sectas. Los marrocanos o los indonesios difícilmente sepan lo que es un chiita, y los egipcios o bangladeshis sólo tienen una vaga idea de las creencias chiitas.
Pero es indudable que la revolución iraní ha causado un profundo cambio en la relación de fuerzas. Asimismo, ha jugado un dramático rol polarizador la guerra en Irak. Sin duda, los extremistas de ambos bandos islámicos comparten los mismos enemigos, Israel y todo Occidente. Pero, entretanto, se enfrentan entre sí en una guerra civil salvaje y sin cuartel.
La gran mayoría de la humanidad ve con angustia y desazón la situación en Irak; sin duda, si se hiciera un plebiscito mundial, la mayoría votaría por un retiro total e inmediato de las fuerzas norteamericanas y aliadas. Pero, en ese caso, se correría el riesgo de que el enfrentamiento actual alcanzara proporciones apocalípticas.
Las dos mayores corrientes del Islam pueden ser aliadas tácitas o coyunturales, pero en la actualidad la guerra civil larvada entre los hermanos-enemigos en Irak constituye el mayor peligro concreto y real para la paz en el mundo. *
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