A 39 años de la presencia de Ernesto Guevara en Uruguay

La Alianza para el Progreso y las profecías del Che

Ernesto Che Guevara llegó al Aeropuerto Internacional de Carrasco sobre el mediodía del 4 de agosto y se dirigió a Punta del Este, donde permaneció casi dos semanas hasta la finalización de la conferencia del CIES. Allí recibió la hospitalidad del presidente del Consejo Nacional de Gobierno, Eduardo Víctor Haedo, quien le invitó a su residencia «La Azotea». Las fotos del comandante Guevara compartiendo el clásico mate criollo con el mandatario uruguayo, recorrieron el mundo. Entretanto, la marcha a Punta del Este fue una de las principales manifestaciones del pueblo uruguayo de solidaridad militante en apoyo a la delegación cubana.

Finalizada la conferencia, viajó desde el principal balneario del país a Montevideo y, antes de su regreso a Cuba, brindó un notable discurso en el Paraninfo de la Universidad de la República, seguido a través de los parlantes por una multitud que desbordaba la explanada de nuestra máxima casa de estudios, cuyo rector era el doctor Mario Cassinoni. En su misión de embajador itinerante cubano se presentó, invariablemente, con su inconfundible uniforme verde oliva de guerrillero.

La sesión inaugural de la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), promovida por la Organización de Estados Americanos (OEA), se celebró el sábado 5 de agosto. El lunes 7, en la tercera reunión plenaria, hizo su intervención el jefe de la delegación norteamericana Douglas Dillon, con la propuesta de crear la «Alianza para el Progreso». Al día siguiente, Ernesto Che Guevara, de pie, realizó ante la Asamblea su primer discurso que se extendió por dos horas.

En nombre de la delegación de Cuba Ernesto Che Guevara, en el marco de sus documentadas denuncias, subrayaba: «Se establece un programa de medidas en América Latina para la regimentación del pensamiento, la subordinación del movimiento sindical y, si se puede, la preparación de la agresión militar contra Cuba. Se prevé movilización, desde ahora mismo, de los medios de difusión y propaganda latinoamericanos contra la Revolución Cubana y contra la lucha de nuestros pueblos por la libertad. Se pretende establecer el mercado común de la cultura, organizado, dirigido, pagado, domesticado: la cultura toda en América al servicio de los planes de propaganda del imperialismo, para demostrar que el hambre de nuestros pueblos no es hambre, sino pereza».

La «Alianza para el Progreso» dedicaba un extenso proyecto vinculado a los créditos a otorgar. Con relación a los efectos de los préstamos, Ernesto Che Guevara señaló: «Se ha establecido que esos préstamos irán fundamentalmente a fomentar la libre empresa. Como no se ha condenado en ninguna forma a los monopolios imperialistas (…) es lógico suponer también que los créditos que se acuerden, servirán para aumentar los monopolios asentados en cada país». Y agregó: «esto significará mayor exportación de capitales hacia los EEUU».

Resumió las propuestas de Cuba y estimuló la necesidad de abrir nuevos mercados en todo el mundo, sin discriminaciones ideológicas. Aceptó la posibilidad de la incorporación de Cuba a la «Alianza para el Progreso», pero la condicionó a que se respetara su sistema político. Desacreditó las propuestas de ayuda social de los EEUU considerándolas mínimas y superficiales ya que atacaban sólo los síntomas del subdesarrollo y la dependencia.

Su discurso dejó en silencio a toda la sala. En un pasaje de su histórica alocución, desconcertó a la delegación de los EEUU encabezada por Douglas Dillon. Fue cuando dio a conocer públicamente documentos secretos del Departamento de Estado, que hacían referencia a las pocas perspectivas de éxito del proyecto aplicado en Venezuela y a la reacción que había suscitado en América Latina la fracasada invasión a Cuba.

Cuando finalizaba su larga exposición, irrumpió en la sala Conte Agüero, un contrarrevolucionario cubano, quien empuñando un revólver trató de llegar hasta donde se encontraba el Che. Quienes presenciaron la acción, afirman que el comandante Ernesto Che Guevara permaneció tranquilo, demostrando gran entereza y frialdad ante la provocación del militante anticastrista, quien de inmediato fue controlado por oficiales de particular.

El 16 de agosto, último día de su estadía en Punta del Este, Ernesto Che Guevara culminó sus intervenciones ante la Asamblea. En representación de Cuba se abstuvo en la votación del documento que creaba la «Alianza para el Progreso».

En su exposición, Ernesto Che Guevara explica las razones de la abstención de Cuba, que no votará el documento que finalmente aprobará el CIES. Al respecto, señalaba: «La delegación de Cuba explicó que venía dispuesta a trabajar en armonía, a discutir de acuerdo con principios que son rectores de nuestra Revolución, y a tratar de coordinar con todos los países una acción conjunta, para llegar a documentos que expresaran no sólo la realidad sino las aspiraciones comunes de todos los pueblos».

Continuaba: «Cuba, señor presidente, trajo 29 proyectos de resolución, en donde se trataban muchos de los problemas fundamentales que, según nuestro país, afligen a América, distorsionan su desarrollo y lo condicionan a la acción de los monopolios extranjeros. Cuba señaló la contradicción entre la insignificancia de los objetivos y la grandiosidad de las proclamas. Se habló aquí de un reto con el destino; se habló de una alianza que iba a asegurar el bienestar a todos los habitantes de América, y se usaron muchas palabras grandilocuentes».

Agregaba Ernesto Che Guevara: «Sin embargo, cuando se llega a precisar lo que va a ser el «decenio de progreso democrático», nos encontramos con que, con una tasa de crecimiento neto anual de 2.5.% por habitante, se requiere aproximadamente un siglo para alcanzar el nivel presente de los EEUU que, evidentemente, es un alto nivel de vida, pero no es una meta inalcanzable ni puede considerarse absurda para los países del mundo y los países de América».

(…) «En materia de educación y salud, las metas han sido también muy modestas; en algunos casos, más modestas que las propuestas por organismos internacionales, como la Unesco, hace ya algunos años. (…) En materia de vivienda no hay definición de metas y ni siquiera encontramos una definición cualitativa de lo que va a ser el desarrollo industrial. Notamos cierta imprecisión de objetivos en materia agraria, donde se consideran en un mismo plano el latifundio y el minifundio, y en donde no se trata en ningún punto la acción de los latifundios extranjeros, perturbadores de la economía de muchos de los países de América».

(…) «El punto fundamental es que una vez más los EEUU no contestaron a la interrogación cubana, de tal forma que el silencio debe interpretarse como una negativa y Cuba no participará en la «Alianza para el Progreso». Mal se puede apoyar una alianza en la cual el aliado no va a participar para nada. Además, no se ataca la raíz fundamental de nuestros males, que es la existencia de monopolios extranjeros que distorsionan nuestras economías y atan, incluso, nuestras políticas internacionales a dictados exteriores». (…) «Por todas estas cosas, Cuba no puede firmar este documento, señores delegados».

Uno de los pasajes más notables de su histórico discurso es recordado como «las profecías del Che». Su dramática validez deja en evidencia las reglas de juego del imperialismo, impuestas por el Fondo Monetario Internacional, que extiende su brazo con el garrote de Teodoro Roosevelt y la política del «Buen Vecino», con el fin de perpetuar el subdesarrollo de los países al sur del Río Bravo.

«Esta Alianza para el Progreso es un intento de buscar so
lución dentro de los marcos del imperialismo económico. Nosotros consideramos que la ‘Alianza para el Progreso’, en estas condiciones, será un fracaso. (…) Es de presumir que habrá un deterioro cada vez mayor de la balanza de pagos de cada uno de los países de América, a lo cual se sumará además la acción de los monopolios exportando capitales. Todo esto se traducirá en una falta de desarrollo que provocará más desempleo. El desempleo significa una baja de los salarios; empieza el proceso inflacionario que todos conocemos para suplir los presupuestos estatales, que no se cumplen por falta de ingresos. Y, en tal punto, entrará en casi todos los países de América a jugar un papel preponderante el Fondo Monetario Internacional». ¡Qué certera y contundente visión! Al día de hoy las cifras patentizan el valor de las previsiones del Che casi cuatro décadas atrás.

En un tendido razonable de líneas puede concluirse que uno de los principales objetivos de la «Alianza para el Progreso» fue un intento de los EEUU por tentar a Cuba a acercarse al resguardo del que se había alejado. En ese sentido, la conferencia fue un instrumento de los EEUU para impulsar la expulsión de Cuba del sistema americano por sus países hermanos justificando, de esa forma, cualquier ataque posterior a la «Isla del Caribe» en defensa de los intereses del continente.

Analizado en perspectiva no puede descartarse que, tras la finalización de la Conferencia del CIES en Punta del Este, EEUU pusiera en marcha una gestión para lograr que Cuba no se incorporara al Pacto de Varsovia. En la fugaz visita que poco después hizo Ernesto Che Guevara al presidente argentino doctor Arturo Frondizi en Buenos Aires, el tema central de la conversación habría girado acerca de la adhesión de Cuba al Pacto de Varsovia. «Es una hipótesis que no hemos alentado. Cuba cuenta con asistencia militar soviética y de los demás países socialistas, pero es una asociación militar estricta, regulada por un tratado», aclararía el Che a Frondizi. Mientras se desarrollaba la conferencia del CIES en Punta del Este, personalidades de diversos países de América Latina organizaron una reunión en Montevideo. Surge, inevitablemente, el recuerdo de Salvador Allende, personalidad latinoamericana convocada para intervenir en las exposiciones. El Che, invitado a participar, pronunció un brillante discurso el 17 de agosto en el Paraninfo de la Universidad de la República, siendo ovacionado en varios pasajes de su intervención.

En esa ocasión, entre otros conceptos, afirmó: «Cuba puede avanzar ahora a ritmos desconocidos en América, prepararse para ese nuevo futuro que todos queremos, un futuro donde la ciencia y la técnica sean puestas totalmente al servicio del hombre, donde todos los adelantos técnicos, todas las nuevas máquinas que se inventen, sirvan para aumentar el bienestar del hombre y no para aumentar su sumisión, para aumentar su hambre, para provocar desempleo».

Con relación al Uruguay, manifestó: «Ustedes tienen algo que hay que cuidar que es, precisamente, la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre por el hombre ni siga la explotación del hombre por el hombre». Lo decía un combatiente de Sierra Maestra, forjador de hazañas militares en la marcha triunfal hacia La Habana.

Finalizado el acto y cuando el Che se retiraba por una puerta lateral por la calle Eduardo Acevedo, un disparo de bala segó la vida de Arbelio Ramírez, profesor de historia de la Facultad de Humanidades…

Al día siguiente, el viernes 18 de agosto, al examinar los resultados de la conferencia, bajo el título «Los muertos entierran a sus muertos», el doctor Carlos Quijano escribía en «Marcha»: «El panamericanismo se opone a que nuestra América busque y encuentre su auténtico destino. Dentro de las formas capitalistas que nos han sido impuestas del exterior y de las cuales el dicho panamericanismo es un instrumento, América Latina no tiene solución. Y lo que ha de venir, vendrá. Y no lo detendrán informes, conferencias y donativos. No resolverán éstos nuestras contradicciones internas. Tampoco las contradicciones internas que ya y desde hace tiempo, asoman en los propios Estados Unidos».

Y agregaba: «Los países subdesarrollados no cumplirán su desarrollo por las vías y dentro de las instituciones del capitalismo. Por lo demás, democracia y capitalismo no son sinónimos y afirmar que no hay otra forma de democracia que aquella utilizada por el mundo occidental, es negar la historia y dar la espalda a la verdad».

El 13 de abril de 1967 tenía lugar en Punta del Este la conferencia de presidentes de los países de América, con la ausencia de Cuba que había sido expulsada de la OEA. Al mismo tiempo Salvador Allende, presidente del Senado de Chile, pronunciaba un estremecedor discurso en la Universidad de la República. Sus palabras tienen una actualidad de enorme trascendencia y merecen ser recordadas.

En un pasaje del mismo, expresaba: «Hace seis años, lanzaron desde esta misma tribuna su mensaje el entonces ministro de Industrias de Cuba, comandante Ernesto Che Guevara –el de la ausencia presente y enclavado hoy en misión revolucionaria en algún tramo de la geografía nuestra– y también Josué de Castro, el economista que exhibió la cruel magnitud del hambre. Y también yo dejé oír mi voz, al igual que hoy, en esa ocasión».

Agregaba: «Hoy en Punta del Este se está tratando de revivir el fantasma de la Alianza para el Progreso. Se está preparando la nueva consigna publicitaria para engañar a los pueblos del continente, abusando de la alta dosis de analfabetismo en que se les ha mantenido sepultados. (…) La Alianza para el Progreso nació muerta. Sólo vivió en la esperanza de nuestros pueblos que, engañados, creyeron que ella les significaría ocupación, alimento, techo, salud, seguridad social, educación, cultura y esparcimiento».

(…) «Se planteó la Alianza para el Progreso como un esfuerzo conjunto para mejorar rápidamente las condiciones de vida de la población y acelerar el ritmo de crecimiento económico de los países latinoamericanos, y hasta se firmó el compromiso de alcanzar metas mínimas de crecimiento del 2.5% anual en el ingreso por habitante. En los hechos, no sólo se ha estado muy lejos de cumplir esa meta, sino que además, en lugar de acelerarse, disminuyó sustancialmente el ritmo de crecimiento económico. Las cifras de la Cepal revelan que la tasa de aumento del producto por habitante fue de 2.5% como promedio anual en el período 1950-55; disminuyó a 1.8% en 1955-60 y desde que se puso en marcha la Alianza para el Progreso se redujo al 1.3% en los años 1960-66. ¡Desolador recuento después de seis años de ebriedad publicitaria!».

Hoy los países de América Latina están en un callejón sin salida. Sus deudas con el imperio se han multiplicado y su dependencia económica es cada día mayor. En contraofensiva, el imperialismo ha procurado pasar de la dominación directa a una dominación indirecta: el neoimperialismo, ejercido principalmente por los EEUU.

No se trata de un imperialismo conquistador de tierras solamente, sino de un imperialismo económico que deja a los pueblos una apariencia de libertad y autogobierno, mientras les quita sus riquezas en beneficio de los grandes intereses financieros internacionales. El accionar neoimperial en América Latina se ejerce mediante la «ayuda» económica y militar, los organismos financieros, las inversiones de capital extranjero y la promoción de la empresa priva
da. La política neoimperialista puede manifestarse por mecanismos indirectos: dependencia cultural, científica, tecnológica y, fundamentalmente, económica.

Un 17 de agosto, pero de 1896, exactamente 65 años antes del recordado discurso de Ernesto Che Guevara en la Universidad de la República en su pasaje por Uruguay, Antonio Cánovas del Castillo, jefe del Partido Conservador de España, afirmaba en el Congreso de los Diputados de su país: «No hay más alianzas que las que trazan los intereses, ni las habrá jamás».

La voz de Artigas retumba en América Latina y se renueva plena de vigencia: «Adorador eterno de la soberanía de los pueblos, sólo me he valido de la obediencia con que me han honrado para ordenarles que sean libres».

Las fotos de Ernesto Che Guevara en Punta del Este que aparecen en este trabajo pertenecen al archivo del señor Ernesto Guevara Lynch. En 1980, en la ciudad de Brescia, Italia, las mismas fueron cedidas por su titular al señor Asdrúbal Pereira quien, desinteresadamente, autorizó su publicación para esta nota periodística en LA REPUBLICA.

*Escritor e investigador histórico

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