Peligro
Dos frases autobiográficas resumen el peligro político que enfrenta Estados Unidos y el mundo en este año electoral. Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y disparar a alguien y no perdería ningún votante. Es increíble, declaró en Iowa el entonces candidato presidencial Trump hace casi exactamente cuatro años. En julio del año pasado declaró que, de acuerdo con la Constitución, tengo el derecho de hacer lo que quiera como presidente.
Ambas frases indican que el jefe del régimen estadunidense tiene una idea profundamente cínica, pero a la vez precisa, hasta ahora, de sus seguidores; y, segundo, que considera que él es el Estado, algo que comparte con todos los tiranos de la historia.
Veamos: después de meses de investigaciones y un juicio político que comprobó que el presidente repetidamente violó la Constitución y, según sus acusadores, traicionó al país y después encubrió todo eso, no sólo fue exonerado, sino que su nivel de aprobación popular llegó a su punto más alto desde que llegó a la Casa Blanca hace tres años. No sólo no perdió ningún votante, parece que después de disparar contra la Constitución, ahora tiene más.
Y sus bases están de acuerdo en que tiene todo el derecho de hacer lo que quiera. Recuerda la frase célebre de Nixon en la era Watergate, cuando afirmó: cuando el presidente hace algo, no es ilegal. Pero Nixon fue obligado a renunciar. Trump está en camino a su relección.
Noam Chomsky comentó que se puede argumentar que Trump es el criminal más peligroso en la historia de la humanidad. Señala que Hitler era el principal candidato para ese honor, pero que ese no estaba dedicado con fervor a destruir las posibilidades de la vida humana organizada en la Tierra en un futuro no tan distante… Trump sí. Y aquellos que piensan que él no sabe lo que está haciendo, no se han fijado muy de cerca, afirmó en entrevista con Truthout.
¿Cómo se ha llegado a este punto? Una de las razones principales –entre varias– es que el bufón peligroso y su equipo están logrando, por ahora, anular la verdad.
El uso de redes sociales por el equipo de Trump ilustra cómo el manejo del universo digital por cualquiera en el poder representa uno de los grandes peligros para una sociedad democrática. Apenas al comenzar el ciclo electoral, su campaña de relección ya ha gastado casi el doble que el total combinado de todo el elenco de los nueve principales aspirantes demócratas en Facebook y Google; un nivel sin precedente, reporta Axios.
Un reportaje en The Atlantic sobre lo que llama la campaña de desinformación de mil millones de dólares para la relección de Trump, describe una estrategia parecida a la desplegada por líderes derechistas en el mundo, quienes usan las redes sociales para confundir el debate, y en lugar de silenciar a los disidentes los suprimen a través de volumen, o sea, censura mediante ruido. Junto a ello continúa la ofensiva contra los medios de comunicación con el objetivo de debilitarlos, tal como se ha hecho desde el inicio de esta presidencia que los ha calificado de enemigos del pueblo (//www.theatlantic.com/ magazine/archive/2020/03/ the-2020-disinformation-war/605530/).
El objetivo final, al parecer, es desorientar con mentira y engaño perfectamente diseñados para que toda verdad se vuelva dudosa. O sea, como Hannah Arendt lo resumió en 1953 analizando el surgimiento del fascismo europeo, donde “el sujeto ideal de un Estado totalitario… son gente para la cual la distinción entre hecho y ficción (eso es, la realidad de experiencia) y la distinción entre la verdadero y lo falso (eso es, las normas de pensamiento) ya no existen”.
Frente a esto, todo depende de la intolerancia necesaria –tanto dentro como fuera del país– a este peligro, y del creciente movimiento de resistencia estadunidense para rescatar el futuro inmediato, el cual necesita más que nunca (y aunque no se le ocurra solicitarlo) la solidaridad internacional.
Compartí tu opinión con toda la comunidad