Lazos rotos, memorias vivas
Hijas, hijos y familiares de genocidas argentinos se agruparon en el colectivo Historias Desobedientes para manifestarse en contra de sus familiares. El próximo 23, 24 y 25 de noviembre realizarán su I Encuentro Internacional en Buenos Aires.
«Nuestros familiares participaron en crímenes de lesa humanidad. Formaron parte del aparato represor que funcionó durante la última dictadura cívico-eclesiástico-militar en Argentina entre 1976 y 1983″, así lo asumen los y las integrantes de Historias Desobedientes, un colectivo conformado por familiares de genocidas que manifiestan su rechazo a las acciones aberrantes que realizaron sus padres, tíos o abuelos.
Historias Desobedientes surge en mayo del año pasado tras el intento fallido del beneficio del 2×1 para los represores en Argentina.
«Una artimaña jurídica que se frenó gracias al enorme rechazo y movilización de la sociedad», explicó a LARED21 Analía Kalinec, la hija del condenado a prisión perpetua Eduardo Emilio Kalinec, conocido como el Doctor K.
A raíz de ese fallo los familiares de los genocidas que repudian su accionar comenzaron a encontrarse.
«Ante este caso que de alguna manera nos interpelaba empezamos a hacer algunas declaraciones por las redes sociales —que fueron levantadas por los medios— y se realizaron algunas entrevistas, como la de Mariana Dopazo, hija de Miguel Etchecolatz para la Revista Anfibia, la cual tuvo gran repercusión. Nos dimos cuenta que no estábamos solos», dijo Analìa.
Ovejas negras
En este primer año de actividad como colectivo son más de 100 los familiares que han entrado en contacto y cada uno tiene una historia particular sobre cómo y cuándo se enteró de la participación de su familiar en la dictadura.
En el caso de Analía nació en época de dictadura, en el 79. «Crecí en años de impunidad, viviendo en una familia donde no se hablaba del tema. Iba a escuelas donde no se hablaba del tema y me manejaba en círculos sociales donde este tema estaba totalmente invisibilizado», dijo.
Se enteró de las actividades de su padre cuando se iniciaron los «juicios de la verdad» con la llegada de un nuevo gobierno que tomó como política de Estado la necesidad de juzgar a quienes habían cometido estos crímenes contra la humanidad.
En 2005 fue detenido su padre en el marco de esos juicios y comenzó a interiorizarse con sus actos. Primero hubo negación, no querer aceptar que lo que decían de su padre era real. Luego reconocimiento, asimilación y enfrentamiento. Él le asumió, al mismo tiempo que le justificó, muchos de sus crímenes.
«Pero todos los casos son distintos» —dijo— «por ejemplo otra compañera, Bibiana Reibaldi, en el año 76, cuando empieza la dictadura, ya era una mujer de 20 años, que estudiaba, que trabajaba y que ya tenia una visión, una conciencia del accionar criminal de su padre en ese momento».
También mencionó el caso de los nietos y nietas que atravesaron recorridos diferentes, que se enteraron con mucha posterioridad y con muchas trabas en la propia familia para reconocer quién era ese abuelo y qué rol desempeñó durante la dictadura.
La reacción del resto de la familia ante estos hijos, hijas, nietos, nietas, sobrinos, sobrinas que se pronuncian en rechazo a sus familiares también «depende de cada caso», aseguró.
«Es relativo, hay compañeros que son cuatro hermanos que militan en el colectivo, otros somos repudiados al interior de la familia por este posicionamiento. En términos generales podría decir que somos como las ovejas negras de las familias», dijo.
«Nuestros padres además de represores son genocidas»
El reconocerse como familiares de genocidas y utilizar esa terminología «es un posicionamiento político», explicó Analía.
«Estamos ante un gobierno neoliberal que todos los días que hay una manifestación saca las Fuerzas Armadas a reprimir, entonces decimos que represores hay ahora también».
«Nuestros padres además de represores son genocidas porque participaron en crímenes de lesa humanidad y porque lo que hubo en Argentina fue un genocidio: un plan sistemático orquestado desde un poder central, que lo que hizo fue desde el Estado y con todo su poder arremeter contra la sociedad civil y contra todos los que pensaban diferente».
Poder declarar contra sus familiares
Algunos de los familiares de los integrantes del colectivo aún gozan de la impunidad, no han sido condenados y la voz de sus hijos e hijas no es tenida en cuenta por la justicia.
En noviembre del año pasado desde el colectivo presentaron un proyecto de modificación de dos artículos del código procesal penal que prohíben que los hijos puedan testificar contra sus padres.
«Nos encontramos con un caso concreto de un hijo que tiene un testimonio que puede ser fuente de prueba en las causas, pero que es desestimado por la justicia porque proviene precisamente del hijo», explicó Analía.
Se refería al caso de Pablo Verna, quien tiene el testimonio de su padre confirmándole que participó en los conocidos «vuelos de la muerte» inyectando a las personas que iban a ser arrojadas vivas al río o al mar, y que participó de secuestros.
Esas confesiones, que son lo único que hay ubicando a Verna padre en los actos de dictadura, no pueden ser tenidas en cuenta.
Para los integrantes de Historias Desobedientes esos artículos ponen a los hijos en una condición de cómplices forzosos y creen que debería ser algo facultativo: «porque es tan dañino que te obliguen a denunciar en contra de tus padres si vos no querés, como que te prohíban hacerlo si vos realmente consideras que lo tenés que hacer».
Analía dijo a LARED21 que en el Congreso «no se le dio al proyecto la urgencia que amerita, teniendo en cuenta que son juicios que se están llevando a cabo con 30 años de retraso, donde muchos (genocidas) siguen muriendo impunes y muchos familiares siguen esperando justicia por sus seres queridos».
«Debería ser algo prioritario», consideró, aunque entendió que el país atraviesa por un momento complicado en el que los y las legisladoras tienen muchos temas también importantes que atender.
No hay reconciliación
Analía dejó claro a LARED21 que no hay ni buscan una «reconciliación» como se habló en algunos medios ante el surgimiento del colectivo.
«No nos reconciliamos. Nuestra posición es clara, uno no se puede reconciliar con estos crímenes, con aquel que no se arrepiente de lo que hizo, aquel que lo volvería a hacer. Es una trampa y es algo perverso pensar en que pueda generarse desde ese lugar», dijo.
«Son personas que tienen información, que saben acerca del destino de los desaparecidos, que saben acerca de las identidades de los bebés que se siguen buscando pero siguen guardando silencio a costa del sufrimiento de toda la sociedad. Es inaceptable pensar en la reconciliación», insistió.
En base a la experiencia de los relatos de quienes integran el colectivo dijo que ninguno de los genocidas mostró arrepentimiento.
«Es muy perverso lo que hacen, porque dentro de las Fuerzas Armadas y de Seguridad y en el interior de las familias ellos reivindican estos crímenes, siguen pensando que lo que hicieron fue luchar por la patria, que gracias a ellos la patria se salvó, tienen un discurso muy heróico, pero cuando van a los juicios y en sus audiencias ellos niegan todo, niegan que participaron», dijo.
«Cuando tienen la posibilidad de declarar, de explicar y justificarse —desde su posicionamiento ideológico perverso—, incluso ahí también lo niegan», agregó.
Consideran que el estar presos “es una situación injusta», reclaman la nulidad de los juicios y dicen que es todo mentira, «cuando ya esta harto probado que acá existieron centros clandestinos, que hay 30 mil compañeros detenidos desaparecidos, que se robaban los bebés de quienes parían en condiciones infrahumanas dentro de los centros”.
Encontrarse
Los días 23, 24 y 25 de noviembre Historias Desobedientes llevará a cabo su Primer Encuentro Internacional en Buenos Aires. El evento «surge de la necesidad del colectivo —que fue madurando y gestando un montón de acciones— de pronunciarlo y sacarlo para afuera».
Analía contó que en una primera etapa trabajaron muy internamente, en la consolidación, en la organización, en determinar para qué se juntaban y definir el sentido, que en este caso es «político social» y de accionar.
El objetivo es manifestar ese posicionamiento y convocar a otros familiares de genocidas de otros países a que vengan y «socializar nuestras experiencias», explicó.
«Nos hace bien juntarnos. Está bueno y es muy importante para quienes venimos de mucho maltrato a lo mejor al interior de nuestras familias por nuestros pensares, por nuestros sentires», dijo.
«Fue importante saber que no estaba tan loca como me decían, no era tan mala como me quisieron hacer ver, sino que lo que yo estaba diciendo tenía un sentido y me encuentro con otros que así también lo piensan y juntos lo pronunciamos, lo defendemos y lo reivindicamos», agregó.
El encuentro en sí tendrá distintas instancias de intercambio y contará con la participación de familiares de genocidas de otras partes del mundo como la de Alexandra Senfft, que viene desde Alemania y es nieta de un nazi.
Senfft tiene dos libros sobre el tema: uno autobiográfico, que relata todo el recorrido personal tras enterarse de quién había sido su abuelo tan querido y cómo eso había sido un secreto familiar, y otro que reúne testimonios de otros familiares de nazis que se contactaron con ella tras la primera publicación.
El encuentro es abierto y público pero se debe realizar una inscripción previa por una cuestión logística. Las inscripciones están abiertas hasta el 20 de noviembre.
Para conocer el cronograma de las actividades completo se puede acceder aquí.
¿Qué pasa en Uruguay?
Desde LARED21 consultamos a Analía si han tenido contacto con uruguayos o uruguayas que estén en la misma situación, si se contactaron para participar del Encuentro, etc.
Según dijo se contactó una hija que el padre fue militar en Uruguay, pero ella vive en Argentina. Lo que sabe es que su tío estuvo imputado por crímenes de lesa humanidad y ella sospecha que su padre también participó, pero no lo sabe.
Ante eso surge la pregunta: ¿cuántas personas habrá en esa misma situación?, ¿cuántos no saben o han querido saber cuál fue el rol de sus padres/ tíos/ abuelos durante la dictadura?.
Lejos de posicionarse en contra de sus padres o familiares, en Uruguay las manifestaciones de
familiares —al menos las que se han realizado públicamente— son en defensa de ellos.
En algunos casos más conocidos, como el de José «Nino» Gavazzo o Ricardo Arab, son sus propias hijas quienes encabezan su defensa y han solicitado permisos especiales.
Por ejemplo en 2016 solicitaron que Gavazzo —condenado en 2006 por violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura— pudiera asistir al cumpleaños de 15 de la nieta, algo que le fue otorgado por la justicia, pero que no pudo concretarse gracias a la presión de la sociedad que no le permitió salir de su casa, donde cumple prisión domiciliaria desde 2015.
Analía dijo que en Argentina pasaba algo similar: «Acá los primeros pronunciamientos de familiares de genocidas eran a favor de ellos, por eso nuestra incomodidad también y la necesidad de los desobedientes de decir esta voz no nos representa».
«Seguramente en Uruguay y en todos los países donde hubo genocidas tiene que haber alguna voz disidente al interior de la familia que traiga un poco de verdad, incluso a la familia porque viven muchas veces en un estado de negación muy patológico», consideró.
«Está bueno y es necesario visibilizarlo y sacarlo para afuera, aunque ese posicionamiento tiene también para el familiar un costo emocional muy alto, porque estamos hablando siempre de los vínculos primarios», agregó.
El Encuentro tiene que ver también con eso: «nos damos cuenta que a medida que las historias toman difusión otros se van animando a hablar y eso también nos motiva y es motivo del encuentro. Visibilizar que hay en distintas parte del mundo familiares de genocidas que repudiamos su accionar», concluyó.
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