El huracán Florence expone la dura realidad de la desigualdad en Estados Unidos

Amy Goodman y Denis Moynihan
Democracy Now!

Windy Newton y Nicolette Green no tendrían que haber muerto. Atrapadas en la parte trasera de una camioneta del sheriff en una zona rural de Carolina del Sur, las dos pacientes de instituciones de salud mental, de poco más de 40 años de edad, estaban siendo transportadas cuando la camioneta quedó a la deriva y se inundó tras el paso del huracán Florence. Los agentes que trasladaban a las mujeres lograron salir, pero las dos pacientes indefensas murieron ahogadas, en una muerte innecesaria y tortuosa.

El reverendo William Barber explicó en una entrevista para Democracy Now!: “Tenemos dos huracanes. El huracán de la pobreza y de la carencia de atención médica y de salarios dignos, que existía antes de la tormenta y, por otra parte, la tormenta. Y ahora todo lo que ya era difícil para la gente se ha exacerbado”. El reverendo Barber es el pastor de Carolina Norte que cofundó la renovada Campaña de los Pobres, inspirada en el movimiento homónimo de Martin Luther King Jr. de 1968.

La tormenta, si bien pasó de ser un huracán de categoría 4 a una depresión tropical, avanzó a una velocidad de varios kilómetros por hora inundando las Carolinas estadounidenses en lo que a sido considerado como “un fenómeno que ocurre una vez cada mil años”. A pesar de las órdenes de evacuación obligatorias, muchas personas, demasiado pobres para escapar, quedaron varadas. Los reclusos permanecieron en sus celdas, abandonados por las autoridades estatales y locales que se negaron a reubicarlos. El destructivo diluvio se agravó aún más cuando los estanques de cenizas de carbón y las fétidas lagunas de abono se vieron desbordadas, filtrando sus contenidos tóxicos hacia las aguas que corrían por las inundadas calles de las comunidades cercanas, integradas mayormente por personas de color pobres. El presidente Donald Trump realizó una visita cuidadosamente controlada a la región el miércoles, donde se detuvo en los centros de comando y los puntos de ayuda atendidos en su mayoría por personas blancas. Como era previsible, el presidente se otorgó buenas calificaciones tanto a sí mismo como a la respuesta federal ante la emergencia.

El reverendo Barber continuó diciendo: “Trump viene de visita hoy, pero el impacto negativo de sus políticas ha visitado a los pobres y a la gente de bajos recursos mucho antes de que él llegara. Más de 4,7 millones de habitantes de Carolina del Norte son pobres. Antes de la tormenta, más de un millón de habitantes de Carolina del Norte no tenía acceso a la atención médica. Los condados que están siendo más afectados son los del Sector I y el Sector II. El Sector I es el condado más necesitado en términos de vivienda, atención a la salud y pobreza, y el Sector II está en el siguiente nivel”.

Barber señaló: “La gente está mirando lo que sucedió en la costa. De hecho, en la costa nos salvamos de lo peor. Sin embargo, tierra adentro, donde viven principalmente los pobres, a lo largo de estos ríos, estas comunidades rurales están siendo devastadas”. Los niños no están yendo a la escuela, por lo que no están recibiendo la comida diaria que les dan allí. Las personas que trabajan por hora, que viven de la paga diaria, no pueden trabajar, por lo que no reciben dinero. Barber destacó: “Cuando el gobernador y otros funcionarios dijeron que había que evacuar, ellos no pudieron evacuar, porque no tienen el dinero, no tienen auto, no tienen la capacidad. El presidente va a decir que va a enviar fondos federales. Pero este estado ha rechazado los fondos federales que hubieran ayudado a los pobres antes de la tormenta, para que tuvieran alguna protección contra la tormenta”.

Las aguas de la inundación no solo anegan, sino que envenenan y contaminan. Cuando las inundaciones alcanzan y desbordan los estanques a cielo abierto que contienen ya sea cenizas de carbón de las centrales eléctricas o lagunas de estiércol de granjas porcinas industriales, se libera un complejo fluido tóxico. También pueden fluir otros elementos tóxicos de innumerables instalaciones químicas y de emplazamientos de desechos tóxicos, de los que hay muchos a lo largo de las dos Carolinas. Will Hendrick, de la organización Waterkeeper Alliance, declaró el miércoles por la noche que se habían documentado filtraciones de cenizas de carbón en dos de las centrales eléctricas de carbón de Duke Energy en Carolina del Norte, la central Sutton, cercana a Wilmington, y la planta H.F. Lee, cercana a Goldsboro, a poco más de nueve kilómetros de la Iglesia Cristiana Greenleaf del reverendo Barber. La ceniza de carbón contiene una gran cantidad de metales pesados ​​que, de ser consumidos, pueden causar una serie de graves problemas de salud, como cáncer y defectos de nacimiento.

El Departamento de Calidad Ambiental de Carolina del Norte informó el miércoles que al menos 21 lagunas de estiércol porcino se estaban desbordando —cinco de ellas presentaban daños estructurales— y otras 83 estaban cercanas a desbordarse, lo que liberará torrentes de heces, orina, sangre y restos de cerdos hacia las aguas de inundación, con el riesgo de infectar a la población cercana.

Al igual que el presidente Trump, la mayoría republicana en la Legislatura de Carolina del Norte niega el cambio climático. Hace seis años se aprobó una ley que prohíbe a las agencias estatales y locales tomar decisiones basadas en los más recientes descubrimientos de la ciencia climática sobre el aumento del nivel del mar. Si sus deliberaciones se hubieran basado en hechos y se hubieran guiado por las preocupaciones de la justicia climática para los más vulnerables, es probable que muchos habitantes de Carolina del Norte, así como las víctimas de los últimos coletazos del huracán Florence como Windy Newton y Nicolette Green, hoy estarían vivos.

 

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