El racismo macrista y el re-blanqueamiento de América Latina

De izquierda a derecha, la reina Máxima de los Países Bajos, Mauricio Macri y Juliana Awada. Foto: Facebook Mauricio Macri
De izquierda a derecha, la reina Máxima de los Países Bajos, Mauricio Macri y Juliana Awada. Foto: Facebook Mauricio Macri

América Latina puede considerarse como un continente heterogéneo y multicultural, en primer término, como consecuencia del violento proceso de colonización europea y genocidio indígena, aunado al secuestro y movilización forzada de la población africana hacia América para la explotación de los recursos. En segundo término, como consecuencia de los procesos migratorios hacia el continente americano, principalmente desde Europa durante la primera y segunda guerra mundial. Estos hechos han consolidado la hibridación cultural definida por Macionis y Plummer (2007) como las diferentes maneras en que elementos de una cultura (lenguaje, costumbres, símbolos) se recombinan con elementos de otra.

Esta diversidad generalmente es presentada y representada, discursiva y mediáticamente en términos de armonía; sin embargo, el estigma, los prejuicios y estereotipos, compaginado a las concepciones y prácticas racistas se hacen manifiestas en la comunidad Latinoamérica, principalmente sobre aquellas cuya pertenencia étnica se ve explicitada en rasgos visibles e inmutables (indígenas y afrodescendientes); lo cual ha sentado las bases de una organización social en torno a tensiones y jerarquías, convirtiéndola es una comunidad fragmentada. Este racismo y endorracismo en América Latina se manifiesta en el hecho de que:

  • En América Latina y El Caribe predomina la tendencia a reconocer como latinoamericano a quienes poseen características eurodescendientes.
  • El latinoamericano y caribeño quiere parecerse al europeo, quiere ser europeo, y exalta como constitutivo, característico y representativo de su cultura y su sociedad aquello heredado de los europeos durante el periodo colonial, considerándolo además como mesías, aquel capaz de haber posibilitado la superación de la condición de atraso y primitivismo atribuida a los pueblos originarios.
  • La sociedad latinoamericana y caribeña puede considerarse racista al discriminar a otras por su composición étnica, pero además racistas al discriminar a la población de su país al no responder al criterio de europeización.
  • Las sociedades latinoamericanas y caribeñas también pueden ser consideradas sociedades endorracistas, al rechazar su herencia pese a su carácter pluriétnico y multicultural.
  • La organización Latinoamericana y Caribeña se ha caracterizado por sus repetidos y sistemáticos intentos de blanqueamiento mediante mecanismos prácticos como el exterminio, la confinación a la pobreza y la estimulación de la migración europea que ayudase a diluir la herencia no deseada de las pieles de sus descendientes.

Por estas y otras razones es posible afirmar que nuestras sociedades continúan siendo etnocéntricas, es decir, que giran en torno a una etnia, y que en el caso que nos ocupa es la europea. Esta perspectiva ha contribuido a sobrestimar y enaltecer la cultura europea, a justificar el proceso de invasión, explotación y esclavización; así como, a obviar la importancia de la participación indígena y africana en la constitución y organización de la sociedad. De este modo, se ha configurado una narrativa hegemónica, la cual según Frigerio (2008) se caracteriza por presentar a las sociedades Latinoamericanas y Caribeñas como blancas, europeas, modernas, lo cual necesariamente ha implicado la exclusión de lo indígena y lo afrodescendiente, considerado primitivo e incivilizado.

El predominio de este pensamiento en la actualidad ha quedado en evidencia en las declaraciones del presidente argentino Mauricio Macri. En el año 2016 durante los festejos por el Bicentenario de la Independencia afirmó que: “Somos todos hijos de europeos en América Latina”, y recientemente durante la conferencia de prensa del Foro Económico Mundial en Davos, -en un intento de argumentar un posible acuerdo de libre comercio entre Mercosur y la Unión Europea- señaló: “Yo creo que la asociación entre el Mercosur y la Unión Europea es natural porque en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”.

Mauricio Macri ha asumido una postura abiertamente etnocentrista, en la cual de acuerdo a Michael Biuig (1986) se centra étnicamente, es decir, acepta a aquellos que son “parecidos” a él y a rechazar a aquellos que son “diferentes”. Pero esto no es un hecho casual, no son “comentarios desafortunados” como algunos han querido hacerlo parecer, por el contrario, son una toma de posición ideológica racista, que pone en evidencia su explicito rechazo y desprecio a la diversidad de nuestro continente, pluriétnico y multicultural; postura que además determina y direcciona sus actuaciones políticas, económicas, sociales y culturales.

No, esta no ha sido una imprudencia o un error mediático, Macri no reconoce y no le interesa reconocer el origen indígena de las sociedades latinoamericanas masacradas y aniquiladas por esos europeos de los que siente tanto orgullo. Macri no reconoce a la población afroamericana secuestrada y esclavizada por esos europeos que idolatra. Para Macri no existe más que aquellos de origen europeo porque es para ellos para quienes gobierna. Macri desconoce a los indígenas porque así es más fácil continuar desapareciéndolos y asesinándolos cuando protestan por aquello que les ha sido arrebatado. Macri invisibiliza a los indígenas y afrodescendientes porque así es mas fácil continuar expoliando sus recursos y seguir explotándolos.

No, en Sudamérica no todos somos descendientes de europeos, pero el eurocentrismo de Macri es un intento de re-blanqueamiento de los sujetos racializados de la región que pese a los embates del racismo; física, discursiva y representativamente no hemos podido ser aniquilados.

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