Campesinos Sin Tierra de Brasil renuevan la lucha 30 años después de su fundación
En medio de gigantes campos de soja, una magra producción de mandioca dañada por la sequía en un asentamiento del sureste de Brasil muestra cómo el radical cambio de la agricultura en 30 años está forzando al Movimiento Sin Tierra (MST) a reformular su estrategia.
«Allí es agronegocio, aquí es agricultura familiar. Nosotros cuidamos la ecología, preservamos los árboles; allí lo destruyen todo», dice a la AFP Vilmar Mota ‘Parasinho’ (45) en este asentamiento del municipio de Garapuava, en el estado de Minas Gerais, a 230 km de Brasilia.
Quince mil campesinos han sido convocados al VI Congreso del MST que arrancó este lunes en Brasilia para lanzar un nueva propuesta de reforma agraria, coincidiendo con los 30 años de la combativa organización.
Mota llegó al MST hace 11 años tras trabajar en la sufrida minería de oro en la Amazonía. Como la mayoría, pasó casi una década acampado en barracas de tablones y plástico antes de conseguir una tierra y una casa para él, su compañera y sus dos hijas en este pedazo de sabana brasileña que ahora muestra con orgullo.
Competir y combatir al agronegocio
Los ilusionados planes de futuro de las 36 familias del asentamiento requieren crédito y subvenciones que tardan, y una estrategia para competir en un mercado dominado por el gigantesco agronegocio.
«El programa no es malo, pero el gobierno es muy lento», lamenta Mota frente a su menguado plantío de mandioca y frijoles, insuficiente para producir harina comercial.
La nueva propuesta de reforma agraria del MST mantiene el combate feroz al agronegocio que concentra tierras en pocas manos, pero como contrapunto defiende una agricultura ecológica, sin agrotóxicos, y una estrategia para garantizar la subsistencia de quienes consiguieron la tierra, como Mota, explica Alexandre Conceiçao, coordinador nacional del MST.
«Ya no basta solo con distribuir la tierra«, sostiene Joao Pedro Stédile, el líder histórico del movimiento, que defiende crear agroindustrias y cooperativas.
El MST nació en 1984, el último año de la dictadura brasileña que comenzó en 1964, en busca de tierras para los desposeídos en este país de gigantes latifundios.
Con su característica bandera roja con dos campesinos machete en mano y sus históricas marchas e invasiones de tierras de los poderosos, el MST atrajo a centenares de miles de brasileños pobres y se convirtió en el movimiento social más organizado del país.
En 30 años, los Sin Tierra aseguran que consiguieron terrenos para 350.000 familias.
«En el MST la tierra no te la dan, la conquistas», explica orgulloso Claudio Oliveira Silva (43), que vive en el campamento ‘Ocho de marzo’, a 40 km de Brasilia, donde 230 familias esperan recibir un terreno en apiñadas barracas de tablones de madera y plástico.
Desde 2004, este campamento ya fue desmontado por la policía y atacado a tiros por pistoleros, explica.
«El MST ha sido muy importante para el avance de la reforma agraria en Brasil, y una referencia en América Latina (con importantes vínculos en Venezuela y Cuba) y otros continentes», afirma Bernardo Mançano, de la Universidad del estado de Sao Paulo (UNESP) y especialista en desarrollo territorial latinoamericano.
Pero el campo brasileño ha cambiado radicalmente en 30 años: antaño un mundo de latifundios improductivos, hoy es uno de los mayores productores y exportadores de alimentos del mundo.
«La gran expansión de la agricultura torna más difícil la ocupación de la tierra por pequeños productores. El MST se va a ver más volcado a desarrollar los asentamientos que a ocupar tierras», evalúa Mançano.
Cien mil familias esperan tierras
Cien mil familias del MST todavía aguardan tierras en precarios campamentos que integran el paisaje del país: en barracas de plástico negro al borde de las carreteras, las familias esperan años para que el gobierno o un juez ceda y les entregue una tierra en un asentamiento, donde un día puedan cultivar y construir una casa.
La llegada al poder de Luiz Inacio Lula da Silva en 2003, al frente del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), muy vinculado a los movimientos sociales, llenó de expectativas al MST, pero no se cumplieron.
Ahora los Sin Tierra acusan al gobierno de Dilma Rousseff (PT) de haber paralizado la expropiación de nuevas tierras.
El gobierno «quiere asentamientos productivos, integrados a una economía de mercado» y no la ideología socialista y anticapitalista del MST, afirma el filósofo Denis Rosenfield, crítico del movimiento.
«El MST fue vencido por el desarrollo de una agricultura moderna en Brasil y no tiene más razón de ser», asegura.
El campesino Vilmar Mota lo contradice: «El MST aborda grandes deficiencias del país: la reforma agraria, la agricultura familiar, la educación en el campo. El MST tendrá seguidores porque esos problemas están muy lejos de acabarse». AFP
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