Hija de Raúl Castro ansía «una Cuba más revolucionaria» en temas sexuales
«Me pongo a mirar, por ejemplo, a la legislación argentina, tan avanzada y tan democrática (con matrimonio gay y ley de identidad de género), y me da dolor, me da dolor que la Cuba en revolución no sea capaz de ser más revolucionaria como lo deseamos», declaró en un homenaje al escritor Virgilio Piñera (1912-1979), silenciado cuando el gobierno comunista perseguía a los homosexuales.
Castro afirmó que tiene «la esperanza de que este año» el Parlamento apruebe el nuevo Código de Familia, que legalizaría las uniones de personas del mismo sexo, aunque tiene «la tristeza de que la propuesta que finalmente hemos tenido que hacer no es todo lo que hubiésemos querido».
Mariela Castro dirige el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), desde el que ha liderado la lucha contra la homofobia, arraigada desde largo tiempo en la isla y reforzada por políticas de los primeros años del régimen revolucionario.
«El hecho de que en la Conferencia del Partido (Comunista en enero) se haya establecido (…) luchar contra toda forma de discriminación, incluyendo orientación sexual e identidad de género, es un paso importantísimo que abre un camino», dijo la sexóloga.
«Debemos avanzar en el debate» de estos temas en la sociedad cubana, agregó, advirtiendo que «no basta con la legislación» y señaló que la legislación de Argentina les «da mucha satisfacción».
Argentina aprobó el miércoles una ley de identidad de género, que autoriza a travestis y transexuales a registrar sus datos con el sexo elegido, y es el primer país latinoamericano que desde 2010 cuenta con una legislación nacional que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.
El homenaje a Piñera forma parte de la quinta Jornada Cubana contra la Homofobia, que incluye este mes fiestas por la diversidad sexual, películas y libros de lesbianas, y danzas de travestis en las calles.
El dramaturgo, poeta y ensayista escribió en revistas y periódicos tras la llegada al poder de Fidel Castro en 1959, pero luego fue condenado al ostracismo en el «quinquenio gris» (1971-1975), cuando la intolerancia oficial silenció a los intelectuales homosexuales. Fue reivindicado en 1990.
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