El «funk de Rio», con sus temas de apologia narco, sexo y violencia, pierde espacio en las favelas tras la ocupación policial
Un adolescente de ojos hinchados por el alcohol que sólo se identifica como Igor recuerda con nostalgia los bailes funk de antaño, que tocaban los polémicos ‘proibidoes': canciones con referencias a armas, drogas y peleas entre facciones rivales del narcotráfico.
«El mejor era el de la calle 1″ de la Rocinha, cerrado luego de que la policía y el ejército retomaron el control de la favela en noviembre, tras 30 años de control de los narcotraficantes.
De unos cinco bailes funk en la Rocinha, sólo ha quedado uno, «Emoçoes» (Emociones), que ha cambiado los ‘proibidoes’ por música de temática más light, muchas veces de contenido sexual.
De tacos altos y microvestido, Joseane Vieira, de 18 años, aguarda la principal atracción de la noche: MC Carol, conocida por canciones como «Mi abuela está loca» (Minha vó tá maluca), sobre la indignación de una nieta con su abuela que súbitamente comenzó a andar en moto y a fumar marihuana.
Vieira, que prefería los bailes «prohibidos», asegura que la violencia nunca abandonó la favela tras la ocupación policial. «Las peleas y los asaltos aumentaron mucho», afirma.
En los últimos días, cuatro personas ligadas al tráfico de drogas fueron asesinadas en la Rocinha, entre ellos un líder comunitario, y la policía asegura que los narcos intentan retomar el territorio perdido.
«El funk no tiene que educar a nadie»
Desde que las autoridades comenzaron en 2008 a retomar el control de las favelas de la zona sur, la más rica y turística de Rio, en previsión del Mundial de fútbol de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016, se han instalado una veintena de Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las comunidades «pacificadas».
El comandante de cada UPP tiene la potestad de autorizar o no los bailes funk, algo rechazado por los defensores de esta música.
«Hay un estado de excepción en las favelas cariocas», donde se han prohibido muchos bailes, se queja MC Leonardo, autor del famoso «Rap de las armas» que integra la banda sonora del filme «Tropa de Elite» y presidente de la Asociación de Profesionales y Amigos del Funk (Apafunk).
«No interesa si (el funk) es bonito o feo, las personas tienen derecho a cantar. El funk no tiene que educar a nadie», afirma.
«El funk, una expresión musical legítima de la cultura local, tendrá más espacio» en las favelas cuando hayan más políticas sociales en marcha, y no sólo policías, estima José Augusto Rodrigues, uno de los directores del Laboratorio de la Violencia de la Universidad Estatal de Rio de Janeiro (UERJ).
El funk de Rio no tiene nada que ver con el ritmo creado en los años ’60 que tiene a James Brown como uno de sus principales íconos. Se inspira en el ritmo Miami Bass, surgido en Estados Unidos en los años ’80, que mezcla hip hop con mezclas electrónicas rápidas y repetitivas.
Las canciones hablan de la pobreza, la dignidad humana, orgullo negro, sexo, violencia e injusticia social. A partir de los años ’90 comenzaron a ganar popularidad, inclusive entre las clases media y alta, al retratar la realidad de las cerca de mil favelas de Rio.
Los hombres bailan funk con ágiles movimientos de pies, rebotando agachados desde el piso hasta quedar completamente parados, de forma rápida y repetitiva. El baile de las mujeres es abiertamente sexual: el movimiento más básico consiste en agacharse, ponerse las manos en las rodillas, empujar el trasero hacia afuera lo máximo posible, y rotarlo desde la cintura.
El asesinato del periodista brasileño Tim Lopes, en 2002, a manos de narcos de la favela Vila Cruzeiro cuando hacía un reportaje sobre droga y sexo explícito en los bailes funk con cámara oculta, aumentó el rechazo de la opinión pública a esta música.
Y la violencia continúa. Un tiroteo en un baile funk dejó dos heridos de bala la semana pasada en la favela de Salgueiro, ocupada por la policía.
Que siga el baile
La favela de Tabajaras, en Copacabana, «pacificada» por la policía en enero de 2010 y con cerca de 5.000 habitantes, es la única de Rio que tiene un baile funk autorizado por la UPP local.
«Hubo un clamor de la comunidad para que autorizáramos el baile. Autorizamos, pero no pueden tocar ‘proibidoes‘», explica a la AFP su comandante, Joacir Virgilio.
«Teóricamente tendrían que ser vigilados por cámaras, detectores de metales, pero no exigimos todo eso, porque económicamente no sería viable para los organizadores», dice.
Un informe de la Fundación Getulio Vargas señala que el funk movía en 2009 unos 5,5 millones de dólares por mes en Rio, empleando a más de 10.000 personas, y estas cifras básicamente no han cambiado.
La «pacificación» de las favelas «posiblemente no ha tenido un efecto importante en la facturación del mercado funk» porque «la mayor parte de las ganancias financieras viene de discotecas y clubes del resto de la ciudad» y no de estas comunidades, explica a la AFP Jimmy Medeiros, uno de los autores del informe. AFP
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