Cuatro horas en el infierno
«¡Rojo, rojo! (herido grave)», se escuchaba gritar al pie de una de las escalinatas de acceso a la estación a un médico del servicio público de emergencia SAME, encargado de ordenar por colores, de acuerdo a la gravedad de los casos, la salida de heridos.
Los heridos más graves eran llevados en camilla por la calle, cortada al tránsito, hasta uno de los dos helicópteros para trasladarlos a uno de los hospitales porteños, mientras que los valorados con código amarillo, menos graves, partían en alguna de las veintenas de ambulancias que fueron y vinieron durante toda la mañana.
«Adentro del primer vagón se formó como una pared humana, igual que en Cromañón», graficó a la AFP un oficial de un grupo especial de rescate de Bomberos que pidió anonimato, rememorando otra de las grandes tragedias sufridas por los argentinos, el incendio de la disco República Cromañón en el que murieron 194 personas durante un recital de rock en 1994.
El oficial detalló que debieron «abrir las claraboyas del vagón para rescatar los cuerpos. Trabajamos varias dotaciones al mismo tiempo en todos los puntos», desde que se sumaron al operativo que se inició apenas ocurrido el accidente en la estación Once, a las 08H36 (11H36 GMT).
Fernando Sostre, un vocero de la Policía Federal, precisó que debieron perforar el techo del primer vagón porque «se planteaba muy dificultoso liberar los cuerpos».
«Con un sistema de roldanas, un trípode y cinturones se fueron extrayendo los cuerpos, y también se trabajó con pinzas y amoladoras para ir cortando los hierros hasta llegar a los cuerpos. Hubo que trabajar muy al detalle para no dañarlos más y a la vez en la contención», precisó.
Cuatro dotaciones de socorristas y 10 de bomberos se sumaron a la tarea de rescate de víctimas del accidente, ocurrido en hora pico o punta, con unas 2.000 personas a bordo del tren que une la poblada periferia oeste y la capital.
Algunos transeúntes y curiosos se acercaban para filmar con sus teléfonos celulares imágenes del rescate o de los helicópteros, hasta que fueron retirados por la policía.
La cabecera del tren fue la más afectada, ya que por el impacto contra el andén el segundo vagón, que era un furgón, «se incrustó unos siete metros en el primero», según Sostre.
«¡No frena, no frena!»
«Yo vi venir el tren de una manera que no era normal. Y empecé a gritar: ‘¡no frena, no frena!’, porque me di cuenta que el ruido no era el normal. Me tiré para atrás cuando sentí el impacto, fue como una explosión», contó a la AFP Alfredo, de 28 años, un joven que esperaba el tren en el andén para tomarlo en sentido contrario.
«Las puertas se abrieron y yo rompí vidrios para rescatar a dos mujeres. Después ayudé a un hombre que quedó con el cuerpo afuera pero sus piernas quedaron atrapadas. Detrás de él había dos mujeres muertas», contó.
Rodrigo, un joven pasajero de 23 años con rastas, remera blanca y bermuda azul, que viajaba en el furgón recibió golpes en la espalda y el cuello, pero tras ser atendido regresó a la estación a buscar su carro de trabajo.
«No parecía un choque»
«Lo único anormal fue que no haya frenado el tren, porque siempre viajamos en estas condiciones, todos amontonados, eso es normal», ironizó.
«El tren entró muy rápido a la estación. De repente la gente se me vino encima pero no parecía un choque, la sensación fue irnos para abajo», contó Ariel, otro pasajero de 35 años, que no pudo llegar a su entrevista de trabajo.
Empleadas de Defensa Civil intentaban calmar personas que se acercaban desesperadas en búsqueda de algún familiar: «Mi hija no contesta el celular», «Mi hermano subió en ese tren y no sé nada de él», se escuchaba en los alrededores de la estación.
Pasadas cuatro horas del accidente, con el traslado de una mujer con fractura expuesta en la pierna derecha, el titular del servicio SAME, Alberto Crescenti, dio por terminadas las tareas de rescate.
En la estación aún permanecían los 49 cuerpos, antes de ser llevados para su identificación a la morgue judicial o al cementerio de la Chacarita.
AFP
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