350 muertos

Honduras estremecida ante la peor catástrofe carcelaria mundial del siglo

Cuerpos de los fallecidos en el incendio AFP
Cuerpos de los fallecidos en el incendio / AFP

«Vemos que hubo negligencia de abrir los portones. Se debe hacer una investigación exhaustiva», dijo a la AFP el presidente del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras, Andrés Pavón.

«La Fiscalía General está a cargo de la investigación y estamos cooperando de manera que tengamos conclusiones preliminares para aclarar y dilucidar responsabilidades en este hecho tan lamentable», aseguró a la AFP el ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla.

Cuerpos calcinados abrazados a los barrotes, al parecer víctimas de la demora de los guardias en franquear el acceso a los bomberos, fue la escena descrita por reclusos sobrevivientes y por forenses que ingresaron al amanecer del miércoles a la prisión, en esta ciudad 90 km al norte de Tegucigalpa.

El vocero de la policía Héctor Iván Mejía, interrogado por la AFP, negó las denuncias de una demora y aseguró que los custodios dieron el alerta apenas iniciado el fuego. «Quince minutos después los bomberos estaban en el lugar. El ingreso fue casi de inmediato, no es cierto que hubo demora».

Distintos relatos aseguran que los custodios demoraron el ingreso de los bomberos. Otros señalan que los guardias no atendieron a los llamados de auxilio de los reclusos e incluso hay testimonios acerca de disparos al aire de los guardias cuando algunos reos pudieron salir de sus celdas.

«Mi hijo se asfixió allí. Los guardias no les abrieron la puerta para que murieran quemados. Si hubieran abierto la puerta se hubieran salvado. Había una gran balacera cuando los reos desesperados querían salir», denunció Johel Leonidas Medina, 69 años, en conversación con la AFP.

Aterrados por las llamas, los reos que lograron salir de sus celdas debieron además sortear disparos al aire de los guardias que, según testimonios, creyeron que se encontraban frente a un intento de fuga del penal, en cuya entrada está inscripta la frase «Hágase justicia aunque el mundo perezca».

«La gente quería salir por el portón, pero nadie nos abría, levantamos entre todos las láminas del techo y saltamos por el techo, y saltamos un muro», contó a la AFP el recluso Fabricio Contreras, de 34 años, a quien salvar su vida le costó un tobillo quebrado.

El presidente Porfirio Lobo de inmediato ordenó la separación temporal de sus cargos de los funcionarios responsables del área de prisiones para impedir interferencias en la investigación de una tragedia que mantiene al país bajo estado de conmoción.

«Haremos toda la investigación para determinar qué provocó esta lamentable e inaceptable tragedia, para dilucidar responsabilidades», manifestó el presidente en un mensaje difundido por todas las estaciones de radio y televisión.

Estupor e impotencia

Entretanto este jueves decenas de forenses, ayudados por equipos de varios países americanos, iniciaban en la morgue de Tegucigalpa la tarea de identificar a los cientos de muertos y poder entregar los cadáveres a sus familiares.

El siniestro comenzó tarde en la noche del martes y demoró tres horas en ser controlado por los bomberos. Las autoridades investigan dos hipótesis para el origen del fuego: un cortocircuito e incendio intencional de un colchón con aparentes fines suicidas.

El martes a las 23H10 locales «recibí una llamada de un interno. Me dijo que otro reo había dicho: ‘Voy a meter fuego a esto y nos vamos a morir todos'», relató la gobernadora del departamento hondureño de Comayagua, Paola Castro, a la AFP.

«Y le metió fuego y nos estamos quemando, nos estamos muriendo todos», agregó el recluso, siempre según el relato de la gobernadora.

La prisión es un complejo agrícola ubicado a 500 metros de la carretera que une San Pedro Sula, el corazón económico de Honduras, y la capital Tegucigalpa. También está muy cerca de la base aérea estadounidense de Palmerola.

En esta cárcel los reclusos se dedicaban, entre otras actividades, al cultivo de hortalizas y la cría de gallinas y cerdos.

Honduras es considerado el país más violento del mundo, con una tasa de homicidios anual de 82 casos cada 100.000 habitantes. El narcotráfico lo ha transformado en ruta clave para el trasiego de droga hacia Estados Unidos y además sufre el azote de las ‘maras’ (pandillas).

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