Narcotráfico

Se cumplen 100 años del comienzo de la lucha contra las drogas

Plantación de opio en Afghanistán
Plantación de opio en Afghanistán

Fue en 1912 cuando la Convención Internacional del Opio, dio por primera vez a Occidente la tónica de que algo grave podría ocurrir si no se comenzaba a actuar contra las adicciones, aunque en aquellos días la droga contra la que se luchaba era hoy la más aceptada socialmente: el alcohol.

Así lo detalla en su libro “Emperadores de Sueños: drogas en el siglo XIX”, el estadounidense Mike Jay, un historiador y autor de numerosos textos sobre el tema de los narcóticos.

El mundo hace 100 años, era en este tema como en casi todos los demás, absolutamente distinto al actual, un mundo donde se compraba cocaina u opio en la botica de la esquina, donde la marihuana era una hierba indígena, y el haschís una curiosidad del mundo árabe.

“En realidad el consumo del opio, la cocaína, el haschís, no estaba ni siquiera mal visto por aquellos días –explica- pero preocupaba a la sociedad la extendida costumbre de beber cantidades ingentes de alcohol, algo muy extendido en el siglo XIX”.

De las actualmente consideradas drogas, la única que el gran público había tenido oportunidad de comentar era el opio: Gran Bretaña había librado dos guerras contra China, a favor del comercio del opio básicamente para que los chinos no restringieran su importación: al abrir las puertas al comercio inglés, opio mediante, China perdería su autosuficiencia por décadas.

Otras costumbres

Con ese escenario mundial, cualquier persona podía ir a la farmacia de la esquina, comprar opio, cocaina y hasta arsénico, sin que nadie objetara lo más mínimo.

Durante la era victoriana, la botica real, cedía opio a los cortesanos. La reina Victoria consumía goma de mascar con cocaína, junto al muy jóven Winston Churchill según coinciden algunas biografías.

El opio era fumado como droga social, pero con el tiempo aumentó la convicción de que se fumaba en antros donde era posible comprar otros vicios como la prostitución.

Aunque muchos creen que fueron los periodistas –ávidos también en aquellos tiempos de titulares que vendieran diarios- y de los novelistas –en una era sin radio ni televisión- quienes “prostituyeron” el negocio más de lo real para darle tónica y enmarcar sus relatos.

Con el tiempo la moda cambió: la estimulación de la cocaína fue más deseada que la sedación del opio: hasta Sherlock Holmes tenía el hábito de inyectarse cocaína según lo concebía su autor. Arthur Conan Doyle vendió millones de novelas del detective, y en sus primeras sagas se consideraba la cocaína como para gente “cerebral y muy nerviosa” que requería estímulo constante. La gente creyó en las novelas, como hoy, cree en la TV.

Diferente fue la situación en Estados Unidos, donde la cocaína asociada a bandas callejeras ganó similar rechazo que el que traían quienes eran acusados de difundir el vicio: los negros, de quienes se decía “enloquecían” al usarla, así como a las mujeres a las que “excitaba”.

Todo ello llevó a las primeras prohibiciones de 1912 que fueron contra el comercio, más que contra el uso: al estallar la Primera Guerra Mundial, opio y cocaína eran aún legales.

Pero la guerra endureció también la lucha antidrogas: los militares temían que esa cultura atentara contra la disciplina y fomentara la displicencia. Con la ilegalidad, llegó el mundo del hampa y ya se mezcló todo: mafia, droga, prostitución, juego, etc.

Sin embargo la policía aún tenía el control: entre las dos guerras mundiales, solamente hubo algunas luchas contra la cocaína que mató de sobredosis a algunas actrices rumbo al estrellato.

El consumo global, tal cual se conoce hoy, llegaría recién después de la II Guerra Mundial. Pero eso, es ya, otra historia.

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