Claudia Amengual una pluma delicada para tratar todos los temas
Claudia Amengual es traductora pública y hace cuatro años empezó a coordinar un taller de narración creativa en el Colegio de Abogados. Como le pareció que le faltaba formación académica comenzó a estudiar Letras y en 2003, ya con cuentos y novelas publicados, obtuvo una beca de la Fundación Carolina y la Sociedad Iberoamericana de Amigos del Libro y la Edición para estudiar edición en la Universidad Complutense de Madrid y en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander.
Atrás quedaron los tiempos de golpear las puertas de las editoriales para que alguien leyera su primera novela, tiempos de volver a casa muchas veces con los manuscritos sin abrir. Desde «La Rosa de Jericó», publicada hace cinco años con una tirada de apenas 500 ejemplares, la autora avanzó al punto que hoy sus obras se venden también en Argentina.
La relación de pareja, la hipocresía social, el tedio, el riesgo de sumirse en una rutina impulsada por el miedo al cambio, el adulterio como búsqueda de una satisfacción perdida y la violencia son algunos de los temas abordados por Amengual en sus libros «La Rosa de Jericó», «El vendedor de escobas» y «Desde las cenizas». Una mirada femenina y franca sobre la sociedad, a través de personajes con los que más de una persona se encontrará a sí misma.
LA E SCRITURA, UN CAMINO PARA EXPRESARSE
¿Cómo se inicia tu camino como escritora?
Desde muy chiquita. Era muy tímida y me costaba mucho hablar, entonces dejaba cartas cada vez que tenía que expresar algo fuerte.
También influyó mucho mi papá, que era un gran lector y con quien compartí una relación muy especial. Murió muy joven, cuando yo tenía ocho años; la única manera que encontré de recrear esa sensación de empatía con él era leyendo y me volví compulsiva. Después, de leer a escribir hay un paso porque una siente la necesidad de decir cosas y la escritura es el camino.
Ahora, de escribir a publicar hay un largo trecho…
Y mucho dolor. Yo terminé «La Rosa de Jericó» en 1999 y no conocía a nadie. Entonces fotocopié los manuscritos y los llevé a las editoriales. Me decían que los dejara y a los tres meses volviera, pero la realidad es que las editoriales no pueden leer todo lo que llega. Me pasó que hasta me devolvían el sobre cerrado, pero yo era perseverante.
Después de un año de ir y venir llegué a una editorial muy chiquita, «Doble click», donde a los quince días me dijeron que les interesaba para una tirada también chiquita, de 500 ejemplares. Se vendieron muy rápido y después una edición financió a la otra, hasta vender cuatro mil. Ahora «Punto de Lectura» la está reeditando en una versión «pocket», revisada y mucho más reducida.
¿Qué pasó con «El vendedor de escobas», tu segundo libro?
«El vendedor de escobas» fue editado una sola vez en 2002 y se vendió bien, pero no se reeditó hasta ahora por la crisis económica.
El año pasado comencé a trabajar con «Alfaguara», que edita «Desde las cenizas» y aunque siento que estoy en el primer escalón, se me abre un camino largo hacia delante y estoy muy esperanzada.
MATANDO MIEDOS
¿Cómo estabas tan decidida a publicar tu primera novela pese a los rechazos iniciales?
Yo antes había escrito cuentos y, cuando las intendencias de Montevideo y Tacuarembó llamaron a concurso para escribir sobre Carlos Gardel, recibí una mención. Fue la primera vez que vi algo mío publicado en formato de libro y decidí escribir mi primera novela, que tiene mucho de autobiográfico y que me sirvió no solo literaria sino terapéuticamente. «La rosa de Jericó» me fue matando miedos y demonios, y tiene una carga de ansiedad muy grande. Escribiendo la novela me encontré a mí misma y me dieron ganas de que me leyeran. No podía escribirla y guardarla en un cajón.
¿Qué cambios sentís que has tenido en tu forma de escribir a través de los años?
Necesito menos palabras. Cada vez escribo más breve, eso me pone muy contenta y sobre todo me aporta mucho el hecho de contar con un intercambio con los lectores. A partir de 2002 se empezó a publicar mi correo electrónico en la contratapa de los libros (tatiam@adinet.com.uy) y eso me habilitó a mantener un intercambio con los lectores, que hacen críticas muy enriquecedoras.
¿Contestás todos esos correos?
Siempre. Es increíble todo lo que llego a intercambiar con personas que no conozco personalmente, y que cuando me escriben me están otorgando un premio mayor que cualquiera de los que se pueda recibir a nivel académico.
HASTA QUE LA VIDA NOS SEPARE
Tu literatura, ¿está dirigida a las mujeres o a ambos sexos?
Es una literatura escrita por una mujer para todos. Por ejemplo, hablo de cáncer de mama. Un tema femenino, pero te aseguro que si un hombre tiene a su compañera padeciendo cáncer de mama, el tema también le llega. Los problemas de la pareja, la búsqueda de la felicidad son temas que nos atañen a todos.
Naturalmente escribo como mujer y creo que la visión femenina enriquece, aunque trato de escapar de la etiqueta de literatura femenina asociada a lo rosa, liviano, existencial pero facilongo. Me identifico más con una literatura dura pero con mirada de mujer. Una pluma delicada para tratar todos los temas sin temor.
En la visión que dan tus obras, el amor siempre parece ser a término. ¿Por qué?
No es que siempre sea a término. Yo lo que siento es que una pareja debe evaluar a lo que aspira. Si se aspira a la estabilidad, con eso alcanza. Si el proyecto de pareja es crecer económicamente, también se puede lograr y alcanza.
De lo que no estoy segura es que exista el amor como proyecto para toda la vida, que puede existir pero me parece cruel que las personas deban comprometerse a amar a alguien para toda la vida. Desde los cuentos de hadas hasta la familia Ingalls, crecimos con esa visión de dar gracias a Dios y amarnos aunque a uno se le caiga el techo encima. Y el mito de la fe católica de «hasta que la muerte los separe» me parece muy fuerte y es un peso.
Lo terrible es casarse con la sensación de que debe ser para toda la vida, porque cuando el proyecto se desgasta o cambia, lo que se siente es el fracaso. Yo lo que me pregunto es donde está escrito que debe ser para siempre, porque la pareja es lo único que uno elige en la vida y es un crimen vivirla en la mediocridad y la hipocresía.
LAGRIMAS QUE MOVILIZAN
¿Cómo ves la sociedad en la que se enmarcan tus historias, en definitiva, la sociedad uruguaya?
Yo describo una sociedad pacata o cobarde, porque el problema no es tener miedo sino que hacer con esos miedos. Yo veo una sociedad que alienta el consumo y el «estar bien» desde el punto de vista exterior, y en aras de ese bienestar se sacrifican cosas más importantes.
La búsqueda del cambio y la inquietud, en tus libros se presenta siempre desde las mujeres, ¿por qué?
Porque las mujeres tenemos un remolino existencial más efervescente. Los hombres son más concretos y van a lo fáctico. En términos generales, tengo la sensación de que la mujer siempre se está cuestionando y responde a una exigencia bestial a nivel social. Sus cambios requieren coraje y lágrimas, pero son las que movilizan.
¿Es productivo el dolor?
Yo creo que sí. Cuando uno sufre y necesita que lo quieran, que lo apreci
en, que lo perdonen, se vuelve más comprensivo con los demás. Es a partir del dolor que se aprende a querer, a apreciar, a ser misericordioso con los otros, y me parece que eso enriquece en el momento de escribir.
Yo tomo la muerte de mi padre, sin duda lo más doloroso que me ha tocado vivir, como un punto de partida sobre el cuál se basan todos mis relacionamientos y hasta mi forma de construir y reconstruir mi familia. Creo que en momentos que se sufre el dolor no es posible escribir, pero si uno sobrevive sale mejor.
No digo que la alegría no sea productiva, pero me parece que distrae y es menos lo que se saca como aprendizaje. Tampoco me parece que el sólo hecho de sufrir nos de patente de escritores. No es necesario pasar por exilios, torturas u otros sufrimientos extremos para ser un buen escritor, ni tampoco se es bueno por el hecho de haber sufrido. Pero el dolor nos abre a los demás y ahí está la verdadera riqueza.
TRABAJO SISTEMATICO
¿Cómo y cuándo escribís? ¿Es un trabajo sistemático?
Sí. Es todos los días, todas las horas que puedo. Cuando me siento a escribir tengo que contar con un mínimo de dos horas por delante, así que suele ser muy temprano en la mañana o tarde en la noche. En el verano llego a trabajar diez o doce horas sin parar, pero es todos los días.
¿Y cuándo preferís escribir?
De mañana. De noche es cuando uno está más sensible, y entonces cuando me corrijo al otro día me encuentro con textos muy emotivos pero generalmente de calidad inferior. Hay que trabajar mucho más lo que se escribe de noche que lo que se hace durante el día. De mañana o temprano en la tarde concilio mejor lo que quiero decir con la cuestión técnica.
¿Se puede vivir de la literatura?
Vendiendo solamente en Uruguay, no. Somos muy pocos y además el libro es un bien que se presta mucho, lo que está muy bien porque uno quiere que lo lean, pero para vender es necesario extenderse a otros lados. Eso es lo más importante de esta extensión a la Argentina que Alfaguara está haciendo ahora conmigo.
MADURANDO, COMO UN DURAZNO
¿En qué estás trabajando ahora?
Estoy escribiendo cuentos y francamente soy otra escritora. Los personajes son mayormente masculinos, y tienen un giro más duro y planteos más fuertes sobre todo en los finales.
Estos cuentos que estás escribiendo, ¿son para niños o adultos?
Son para adultos. Me cuesta mucho escribir o inventar historias para niños. Yo fui maestra preescolar durante siete años y, aunque siempre me encantaron los niños, soy mala inventora. Es difícil enganchar a los niños, que piden sencillez e inteligencia a la vez, claridad de conceptos con magia incluida. Conjugar todo eso es muy difícil y me reconozco incapaz de hacerlo.
¿Pensás también en alguna nueva novela?
Sí, tengo como un zumbido en la cabeza de algo que probablemente desarrolle en una novela y que será distinto. Con estas tres novelas terminé de hablar de un tema que me resultaba fundamental, que es la búsqueda de la felicidad. Ahora estoy pensando en algo nuevo. Una novela es como un durazno, que va madurando y de golpe cae. Y ahí empezás a escribir.
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