¿Alguien quiere pensar en los fetos?

Foto cortesía de Télam
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Jill Radford y Diana Russell en el libro Femicidio: La política del asesinato de las mujeres, afirmaron durante la década de los 90 que, las muertes de mujeres por abortos mal practicados como resultado de actitudes misóginas y de prácticas sociales que niegan a las mujeres el derecho a controlar su fertilidad (mediante la criminalización de los anticonceptivos y de la interrupción voluntaria del embarazo), pueden ser consideradas una forma de femicidio.

Durante décadas los movimientos feministas han denunciado esta situación, han visibilizado los altos índices de muertes de mujeres por este motivo, han alertado sobre el clasismo que subyace en estas leyes que criminalizan la interrupción del embarazo, han denunciado los procesos de encarcelamiento de las mujeres que se someten a abortos clandestinos, la revictimización de las mujeres víctimas de violaciones o cuyos embarazos representan un riesgo para su vida, se han movilizado masivamente, han demandado a las instancias de competencia su pronunciamiento y actuación, al mismo tiempo que han intentado colocar la discusión en los diferentes espacios en los que participan; sin embargo, el debate sobre esta problemática se ha reavivado y politizado recientemente en la sociedad Argentina a partir de las declaraciones del Presidente Mauricio Macri, a propósito de la inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso para el periodo 2018.

En el contexto de fuertes críticas a sus políticas caracterizadas por los reiterados ajustes, los despidos masivos, el endeudamiento de la nación, el incremento de la inflación, así como, la profundización de las medidas de seguridad represivas como el denominado “gatillo fácil”, en medio de su discurso Mauricio Macri afirmó: “Hace 35 años que se posterga un debate muy sensible que como sociedad nos debemos: el aborto. Como dije más de una vez, estoy a favor de la vida. Pero también estoy a favor de los debates maduros y responsables que como argentinos tenemos que darnos. Por eso, vemos con agrado que el Congreso incluya este tema en su agenda de este año”.​ Desde entonces se han presentado diversos proyectos a favor y en contra de la despenalización del aborto, entre estos ha destacado el proyecto transversal para despenalizar el aborto hasta las 14 semanas de gestación, y un “contraproyecto” para prohibir el aborto en todas las circunstancias, con la creación de una asignación mensual para la mujer durante el embarazo.

Empero, la sola posibilidad de discusión de la despenalización del aborto ha desatado la indignación y el fanatismo de los sectores más conservadores de la sociedad Argentina pero también Latinoamericana. En las últimas semanas, estos sectores se han pronunciado violentamente contra el proyecto de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, y emulando a Helen Alegría, la conservadora esposa del reverendo Alegría en la conocida serie Los Simpsons, han enfilado su discurso a preguntar: ¿Alguien quiere pensar en los fetos?

Las posiciones manifiestas al respecto han superado los límites tradicionales de esta discusión, los autodefinidos como “pro vida”, entre estos algunos personajes de la política Argentina como el Senador Esteban Bullrich, han afirmado que la interrupción voluntaria del embarazo es asesinato, que el embrión es un ser humano reconocido por la ley, ha propuesto dar embriones en adopción, e incluso  le ha escrito poemas a los fetos. Por su parte Mariana Rodríguez Varela, militante católica fundamentalista conocida por la campaña de “El Bebito” ha dicho que una niña embarazada de 10 años no es menos madre que una de 30 o 40, y ha afirmado que un hijo producto de una violación es 50% tuyo y 50% del violador.

Pero estas posturas no solo son esgrimidas por aquellos de la llamada “derecha”, por el contrario, el conservadurismo y la subvaloración de la vida de las mujeres permea en los diferentes sectores sociales y de poder, estando fuertemente arraigado en los llamados gobiernos progresistas de América Latina. En estos países pese a que los gobiernos se han autoproclamado como protectores de las mujeres, se le ha negado sistemática y repetidamente a las mujeres el derecho a decidir, entre ellos destacan los gobiernos de Cristina Kirchner, Evo Morales, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Dilma Rousseff, y Rafael Correa, quien en su reciente paso por Argentina ha afirmado en una entrevista “El aborto para mí es un asesinato. Y el asesinato del ser más débil, más desprotegido”.

Es en el aborto y el discurso “pro vida” donde convergen los conservaduristas de todos los sectores políticos y sociales, sin embargo, a estos grupos y particulares poco les importa los fetos, los niños o la vida, en Argentina o en América Latina. El discurso “pro vida” no es más que una excusa para no reconocer los derechos de las mujeres, para no permitirles decidir sobre su cuerpo, para mantener la supeditación de las mujeres, su dependencia y sometimiento a través de la maternidad y el confinamiento en el espacio privado, en definitiva, no son “pro vida”, lo que les interesa es perpetuar la tutela, la dominación y la supremacía masculina.

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