Carta abierta a José Mujica sobre Jihad Diyab
Son las 17 horas del jueves 8 de setiembre de 2016.
Te escribo estas líneas a pocos metros del lugar donde reside Jihad Diyab, el prisionero del gobierno de los EE.UU. que permaneció 13 años en el campo de concentración de Guantánamo, hasta que llegó al Uruguay, hace un par de años, no se sabe muy bien –no lo sabemos el común de los uruguayos– en carácter de qué y a cambio de qué.
Hoy han pasado más de tres semanas de iniciada en Venezuela una huelga de hambre de este hombre, sin consumir ningún alimento sólido, y una semana sin ingerir líquido alguno, tras su vuelta compulsiva al Uruguay, siempre sin saberse en carácter de qué.
Su estado de salud, obviamente, es muy delicado, y son muy preocupantes las perspectivas sobre su futuro inmediato.
Como lo sabés mejor que el común del pueblo uruguayo, su voluntad innegociable es salir del Uruguay hacia algún lugar del mundo árabe donde poder reunirse con su familia, y la responsabilidad directa al respecto le compete al Estado y el gobierno uruguayos de los que vos sos integrante activo y comprometido.
No pretendo detenerme en consideraciones respecto a cómo y por qué negociaste con Barak Obama su ve-nida a este país en el que vos y yo también permanecimos secuestrados durante la misma cantidad de años que este luchador sirio que no pagó su salida de Guantánamo dejando de denunciar las aberrantes torturas a que son sometidos los rehenes de los EE.UU. en ese lugar siniestro desde el que se pretende irradiar al mundo entero miedo masivo a luchar contra las bestialidades del imperialismo, donde sea.
No sé si en algún momento ha habido algo que te haya hecho sentir espiritualmente hermanado con Jihad Diyab, como sería esperable. Lo que sí sé es que te cabe una responsabilidad especial –muy especial– en cuan-to a la situación de este hombre que, lo digo sin temor a equivocarme, está al borde de la muerte, cada día que pasa más y más, y no precisamente porque “ningún país lo quiere”, como lo vienen diciendo ladinamente los mismos voceros oficiales que hasta hace unas horas pretendieron desmentir que Jihad estuviera haciendo huelga de hambre.
El Estado uruguayo, el gobierno uruguayo y particularmente el ex presidente y actual senador uruguayo José Mujica, saben muy bien cómo se resuelve este asunto de manera urgente y terminante: con la misma premura con la que se lo trajo de Venezuela, se lo debe conducir hacia “su mundo”, que no es ni los EE.UU. ni un Uruguay en el que, de hecho, no ha sido tratado como un refugiado, sino como un discriminado ex convicto.
Otra “solución”, representa la muerte de Jihad Diyab, quien a estas horas, tratando de administrar lo más positivamente sus pocas fuerzas, está procurando comunicarse con su familia, para despedirse de ella.
Permitime decirte: ¡tuya, Héctor!.
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