Caso Trigo: Siguen pasando cosas «raras»
Viaja a menudo a la ciudad de Colonia manejando un auto Fiat azul sin custodia policial la convicta por estar relacionada con un asesinato, la señora Karina Carro.
Lo antedicho parece más bien una nota de la sección «Sociales» de un periódico local, pero no lo es. En realidad ningún diario se animaría a publicar semejante nota.
Técnicamente eso no tendría que ocurrir. Una convicta como ella (vulgo: «presa») por coautoría de asesinato en primer grado, condenada a veinte años de cárcel, no debería tener salidas transitorias, y menos sin custodia policial.
Pero esto sucede, y cada muy poco. Se puede decir que la susodicha va a la cárcel de Piedras de los Indios a comer y dormir, pero va y viene a Colonia cuando, como y si se le antoja; se mudó a la cárcel, por decirlo así, y vive a cuerpo de reina.
Los hechos.
Lo que viene a continuación si bien es historia repetida, es muy duro. Pedimos disculpas si herimos alguna sensibilidad (sabemos que va a pasar), pero no fuimos nosotros quien creamos esta historia, fueron los asesinos, entre ellos la mencionada.
Recordemos que el 17 de agosto de 1998 en la ciudad de Colonia un muchacho de 18 años fue ejecutado, lo torturaron, le dieron dos balazos en la cabeza, uno le salió por un ojo, se lo dejó desangrar, estuvo unas seis horas en agonía, y nadie que lo vio llamó una ambulancia, nadie hizo nada, fue todo intencional, una ejecución con el típico estilo de los delincuentes, que tienen su propio código de honor, y quien no lo cumple debe pagar ante la ley de ese submundo. Lo dejaron en la camioneta de su padre. Al mediodía un primo de la madre del occiso lo encontró y avisó a la familia.
Era el joven Trigo conocido como un muchacho como cualquier otro, de ir a la playa, pasear con los perros, andar los domingos por la cancha, y alguna que otra diversión no mal vista, en fin, como la mayoría de los jóvenes uruguayos. Además trabajaba ayudando a su padre en el reparto de garrafas a gas, y ayudaba detrás de la barra al cantinero del club San Carlos en las reuniones bailables, en fin, no era un vago. Y tenía una novia, lo más común, pero cuatro meses antes de su asesinato terminaron; pasa en todos lados.
Hubo luego de los funestos hechos quienes dijeron que el chico andaba metido en cosas turbias, por un lado barbajanes que lo dicen para no aburrirse, por otro los que opinan de lo que no saben, y encima… quien nunca debió hacerlo: el investigador. Ya veremos por qué dijo eso, y vamos a agregar algunos datos.
La policía dice haber investigado, pero pasaron cosas muy «raras,» si es la palabra. El grupo investigador, bajo la dirección del jefe de policía Hugo Pintos Funes dijo haber aclarado el caso expeditivamente, y que fueron enviados a prisión los dos responsables. Bueno, esa es la versión oficial. Pero fíjese usted, estimado lector: no se preservó la escena del crimen de la manera debida. No se permitió trabajar a la Policía Técnica de Montevideo. La camioneta a la familia le fue entregada lavada, cuando es obvio que hay que esperar para hacer eso, por lo menos hasta dar una prueba clara de haber investigado a fondo el caso. Hubo tantas cosas raras, entre ellas la de un joven de 19 años que dijo haber sido torturado para que se declare culpable, y una seguidilla de cambios en las personas que investigaban el caso. Es raro eso…
Pintos Funes, lloviendo sobre mojado, llegó a levantar acusaciones contra el infortunado Andrés, hablando como que este muchacho andaba metido en cosas turbias, y que ese crimen fue un ajuste de cuentas. Es decir, «que se embrome». Se armó un lío de los que hay pocos, al punto de que hasta en la Junta Departamental fue declarado «persona no grata». Porque en general los colonienses sabían bien que este joven no era de esa clase de gente.
Encima de todo, en esta hermosa cuidad, cualquiera sabe la verdad de todo este lamentable caso.
Y seguimos. Solo faltó llamar a Sherlock Holmes. Hubo investigaciones, llamadas a testigos y sospechosos a declarar, avances que nunca se confirmaron, pero solo cayeron presos la ex-novia, Karina Carro, y Alejandro Ismael Píriz Brun (no es Brum como se ha dicho, pedimos excusas).
Píriz Brun y sus descargos.
El susodicho fue acusado del asesinato porque el auto que se usó para el crimen fue el de él; eso es comprometedor, es cierto. Encima, este hombre ya tenía en su haber la muerte de Maurilio «Lilio» Martínez, y es reconocido narcotraficante, entre otras cosas. Tal vez pensando «qué le hace una mancha más al tigre» lo acusaron de este monstruoso crimen, y dijeron haberlo aclarado todo en un tiempo relativamente breve.
En la cárcel hasta intentos reales de asesinarlo han habido, de los que se salvó de milagro. Sirva como ejemplo que le dieron unas puñaladas y hasta hay quien habla de que infiltraron unas armas de fuego para barrerlo, y en vez de silenciarlo lo enfermaron más por hablar todavía.
Pero Píriz Brun dice no tener nada que ver con el caso Trigo, que al auto lo había prestado, y quien le contó todo fue una prostituta que sabía todo lo del caso. Este hombre ha acusado a altas autoridades, ha descrito el caso con lujo de detalles, por ejemplo que el móvil de ese salvaje crimen fue que a un cabecilla de los traficantes de drogas le robaron una mochila con drogas, cocaína, para ser más específicos, y dólares, y para lavarse las manos acusaron al ahora fallecido; y pasó lo obvio, lo torturaron para que hable de algo de lo que él no sabía nada, y como no habló (qué iba a hablar si no estaba al tanto de nada), bueno, ya sabemos el resultado.
El acusado al principio no sabía mucho del tema, pero de a poco se fue informando en el presidio, y cuando pudo darle forma al caso pidió hablar con el juez, es obvio, para desligarse el caso, llamó a un periodista de Colonia, entre otras muchas cosas, pero sus reclamos cayeron en oídos sordos. Sucede que acusa a grandes personajes de la ciudad de Colonia, entre ellos policías en actividad, comisarios, y… mejor, le sugerimos verlo en el blog de Facebook del implicado, ahí describe todo bien claro, usted mismo lo puede leer.
Tal vez alguien se pregunte por qué ningún diario quiere publicar eso. Muy sencillo: solo se puede hacer si se tiene «plena o semiplena prueba» de lo que se dice. Si algún llega a publicar lo que dijo el acusado en su muro lo que va a pasar es que si no hay nada concluyente que demostrar se nos van a hacer muchas demandas judiciales por salir a hablar sin base, y encima de algo tan grave. Eso mismo pasa cuando hay un crimen y la policía sabe bien quién es el culpable, pero no puede arrestar a ese delincuente porque este toma sus precauciones y elimina toda pista y/o prueba.
En otras palabras, si hubiera que tomar medidas en contra de los que el sindicado acusa, entonces estos podrían decir que el señor presidente José Mujica fue el organizador de todo, y hay que meterlo preso a él también. Y si otro de los acusados quiere decir que fue a esconderse en la casa de usted, que está leyendo, a usted, que no tiene nada que ver también hay que enjuiciarlo por eso. Y si eso pasara, volveríamos a la época de la caza de brujas o a la dictadura, cuando cualquiera podía ser hasta muerto solo por sospechas y/o acusaciones sin base. No. Otra vez no…
Solo algo queremos puntualizar antes de seguir: no estamos acusando a todas las autoridades judiciales colonienses, solo a individuos, y contados con los dedos.
Al presente.
El acusador (que dice no ser tal, solo quiere limpiar su nombre, no se declara inocente de cosas como lo de Maurilio «Lilio» Martínez y los otros cargos que se le imputan) quiere hacer sus descargos, no quiere ser un chivo expiatorio y se ve que no quiere que los asesinos salgan impunes. Ya lo dijimos, los jueces no lo quieren llamar a declarar (raro, verdad? es el trabajo de todo juez), los Trigo Fonte pidieron hasta el cansancio que se revisen ciertas cosas, pero los jueces y los fiscales ni siquiera los atendieron, quieren dejar todo «como está». Sucede que Píriz Brun acusa a altas autoridades de la ciudad de Colonia, dice que son unos Vito Corleone y Al Cappone cualquiera, y no es cosa simple ir contra ellos, no es el caso de un almacenero de barrio que tiene cucarachas en el depósito, es un grupo poderoso (en dinero y dentro del crimen organizado, claro). Si los jueces hicieran lo que deben, entre otras cosas deben llamar a careo a Piriz Brun con ciertas autoridades de Colonia, si cae uno, caen todos. Es obvio que de ser cierto lo que el acusado dice, se puede armar una batahola legal histórica en la ciudad de Colonia, Patrimonio Común de la Humanidad, y tal vez literalmente una batalla campal (por llamarlo de alguna manera) de las que hay pocas.
El caso es que como a Piriz Brun no lo quieren recibir los jueces, este estuvo haciendo huelga de hambre, se llegó a coser la boca y no parece haber cambio de ninguna clase en la actitud de las autoridades. Ayer abandonó la huelga de hambre seca, después de 9 días, sólo se puede vivir máximo 12 días sin tomar agua y nadie hizo nada, no lo vio ningún médico y en el penal de Libertad taparon todo. Muerto no puede hablar, es mejor que siga vivo para seguir luchando.
Sucede que se nota que entre el personal encargado de hacer justicia en este caso hay gente que está cometiendo lo que se llama «delito de omisión». Es decir que no está haciendo ningún mal activo a nadie, por ejemplo brutalidad policial, se está eludiendo una gran responsabilidad. Y hay muchas pruebas de eso. Si alguien no lo cree, basta con preguntarle a la familia Trigo Fonte.
Entendemos la situación del señor Alejandro Ismael Píriz Brun, pero sin querer parecer cobardes le recordamos que si repite esa huelga de hambre solo va a empeorar las cosas. Si es cierto la mitad de lo que dice (aquí nadie le dice que no le cree, esto es en un caso supuesto), puede estar seguro: esta organización no le va a maniatar las manos a la justicia. Ya lo hizo. Si el acusador muere ya no va a haber acusación, el caso va a quedar más confuso, más impune, y va a pasar lo de siempre: algún periodista va a retomar el caso, va a hurgar aquí y allá, va a hacer que la sociedad ponga el grito en el cielo contra los culpables… pero luego de que todo haya remitido y/o esta generación haya pasado.
Si el señor Piriz Brun (que ya es lo bastante grandecito como para mandarse solo) no repite esa actitud va a seguir vivo; ahora los culpables están encantados con su acción, no les permiten a las autoridades hacer nada. Es obvio que van a querer que la repita, y esta vez «hasta el final». Él mismo lo dice en su muro.
Y de todos modos, en caso de que a la familia Trigo Fonte, a los periodistas y los medios que estamos investigando, y al propio acusador nos llegara a «pasar algo», cualquier policía, político, periodista y quien sea lo suficientemente honesto que quiera investigar ya sabe quién es el acusado (o los acusados).
Escribimos esto para que nadie olvide que hubo un crimen monstruoso en Colonia y salvo dos personas, Alejandro Piriz Brun y Karina Carro, nadie ha pagado ante la ley lo que se debe.
Y que Karina Carro le hace pito catalán a la justicia ayudada por autoridades colonienses. Y que Alejandro Piriz Brun grita como una voz en el desierto que puede demostrar su inocencia en este caso.
Los comentarios huelgan.
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