Quién era Walter Medina, víctima de la dictadura
TEOFILO BONIFACINO
Nació en un hogar muy humilde, en tiempos duros en que los canillitas defendían sus paradas de venta con uñas y dientes. Y allí estaba Walter, ayudando a su padre mientras él hacía el reparto por todo Jacinto Vera.
En su casa se hablaba de la vida, la pobreza, la lucha constante del trabajador, de la emigración hacia la capital; todo ese entramado de filosofía urbana fue tomado por Walter, modelando así una personalidad preocupada por las viviencias de las clases menos pudientes.
Ayudaba a su padre, estudiaba, escribía poesía. Sus compañeros del liceo lo llamaban «El Abuelo» porque cuando lo consultaban por algún problema, encontraban en él un caudal enorme de sabiduría, de esa que da la dureza de la calle. También lloró con el dolor ajeno y su mano de amigo solidario estuvo siempre allí, donde lo necesitaban.
En viajes por el interior y por América Latina unió su pensamiento humanista a su propia personalidad que, como arcilla maleable, estaba dando forma a su espíritu y estructurando un auténtico, claro y cabal pensamiento, reflejado en poemas como éste: «Todavía quedan/niños tragando basura/muchachas vendiendo sus cuerpos/jóvenes de futuro vencido/hombres con trabajo forzado./ Todavía quedan/combatientes de conciencia clara/jóvenes destellando en rebeldía/modestos héroes trabajando/esfuerzos para templar el hombre nuevo./ Por eso todavía/quedan esperanzas esperando/que todo cambie, luchando/rompiendo el muro imperialista/para ser humanos definitivamente.» Los juicios de sus condiscípulos son elocuentemente coincidentes en señalar sus altas virtudes morales. Como trabajador y estudiante, comprobó cómo los gobiernos la emprendían siempre contra los trabajadores y contra la cultura. Estaba convencido de que era posible un mundo mejor, que se podían cambiar muchas cosas sin olvidar el respeto hacia sus semejantes y teniendo como bandera la solidaridad.
Aquel 8 de julio de 1973, conmovido por el asesinato por la espalda del joven Ramón Peré, fundió una crayola y se dispuso a grafitear sin sospechar que él sería la próxima víctima. En varias paredes quedaron las leyendas exigiendo «Consulta popular», pero en la esquina de Campamento y Rinaldi no pudo terminar de escribir. Un policía de particular que ya había cumplido su horario y regresaba a su casa, le descerrajó tres balazos por la espalda.
Así cayó asesinado un joven trabajador, estudiante, poeta, pintor; un adolescente de sólo 16 años que en forma pacífica y civilizada reclamaba con su crayola que el pueblo encontrara su propio destino.
El próximo 22 de octubre Walter cumpliría 45 años. Los amigos y vecinos que siempre lo recordamos y procuramos desenterrar del olvido a quienes lucharon contra la dictadura, realizaremos un acto recordatorio ese día a las cuatro de la tarde, junto al monolito que se construyó en su homenaje en el cruce de las calles Teniente Rinaldi y Walter Medina, barrio Buenos Aires, Piedras Blancas. *
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