ANALISIS

Para  entender  a Tabaré

El dijo….Me voy

Su vozarrón se impuso

sobre el griterío

histérico de los mil que se desgarraban las vestiduras.

Y enmudecieron

las mil bocas

Y se abrieron desorbitados los mil ojos

Y fuero mil los incrédulos, que desconcertados

Se perdieron en la nada…..

Anónimo

En el mundo hay FFAA porque en el mundo hay guerras, y la guerra es un fenómeno social. Brutal pero social.

Los moralistas dirían que ello se debe a la falta de virtud de la especie humana. Los biólogos afirmarían que es un aspecto de la inevitable lucha por la existencia. Los sicólogos, que es una manifestación del sentido de la muerte. Los marxistas ortodoxos, que todo se debe al defectuoso sistema

capitalista, y algunos historiadores sostendrían como causa de la guerra el juego de fuerzas oscuras que solamente ellos podrían poner de relieve.

La Constitución de la República, volcada a las leyes orgánicas de las FFAA establece que estas: «Tienen por misión y esencia, defender la integridad territorial del Estado, su honor e independencia, la paz, la Constitución y las leyes de la misma».

Estas obligaciones han sido siempre muy genéricas. Exigen ­para todas las ramas de las FFAA- ser interpretadas y transformadas en tareas específicas, que se cumplen con medios también específicos.

A eso se le llama la «misión». Desde que la existencia del instituto armado es inherente a la condición del Estado como tal, su organización y área de empleo está en función de las decisiones del poder político, quien en forma explícita o implícita determinará su misión. La «misión explícita» supone no solo que el poder político está en conocimiento de la capacidad operativa ­tanto en lo humano como en lo material- de las FFAA, sino también de las «tareas» que permitan que esa misión se concrete. La «misión explícita» tiene la impronta de la inmediatez. La misión implícita es en esencia, el análisis que en el más alto nivel llevan a cabo los centros de estudio y los estados mayores, a fin de ofrecer al poder político un abanico de opiniones que cumplan con las directivas emanadas de ese poder. La expresión «misión implícita» es una figura retórica, de carácter dialéctico, ya que en un Estado democrático ninguna tarea militar puede ser, ni concebida ni realizada, sino a través del mandato y contralor del poder político. No obstante, cada vez que ese mandato tenga la doble característica de ser genérico y de largo plazo, el «análisis implícito» estará en la esencia misma de las obligaciones que la Constitución impone a las FFAA. El estudio de «misiones implícitas» es a las FFAA lo que el estudio de campañas de prevención epidemiológicas al MSP.

Asumamos entonces que las FFAA están para guardar las fronteras de aire, mar y tierra. Que para el cumplimiento de esa misión, dentro de parámetros que no escapen a las realidades de del Uruguay, pequeño y despoblado, las fuerzas militares deberían ser concebidas para actuar en dos planos. Uno, de respuesta inmediata; otra de largo plazo. El primer punto implica dotarlas de elementos mínimos, pero de severidad suficiente como para desalentar injerencias gratuitas a la soberanía. El segundo, requiere una respuesta a largo plazo, concebida estratégicamente en hacer que el «Uruguay, fácil de engullir sea imposible de tragar».

Quienquiera sea primer mandatario del Uruguay, (o de cualquier país del mundo) entre otras cosas estará atento a los informes de situación que diariamente le proporciona el Servicio de Inteligencia. Si la situación es la de un puente cortado por ciudadanos argentinos de la localidad de Gualeguaychú que comenzando con un discurso ecologista se deslizan por la pendiente del fundamentalismo, el caso será decididamente grave. Porque desde que el mundo es mundo, un bloqueo es un acto de guerra, ya que un país por su sola voluntad está trabando el libre tránsito de mercancías y alimentos de un país vecino. Por mas que los bloqueadores sean señoras de prominentes traseros, su custodia real es la Gendarmería y el Ejército argentinos, que contemplan impávidos esta violación del derecho internacional. Se sabe desde siempre que si se mezclan gases de nafta y aire a la temperatura adecuada, se obtendrá una mezcla explosiva. Así vistas las cosas, es indiferente quien encienda una chispa: un revolucionario, un loco, un suicida….el resultado será siempre el mismo. Una detonación con los destrozos consiguientes.

Esa y no otra era la situación en el puente Fray Bentos ­Gualeguaychú. Y duró años de paciencia de los uruguayos semejante y prepotente dislate, que para colmo de males era azuzado por el señor Néstor Kirchner con fines aparentemente electorales, pero suficientes para desatar una ola histérica de chauvinismo provincial.

Que el presidente Vázquez debía tomar todos los recaudos, pues claro que sí. Acaso no fue Winston Churchill quien, frente a las críticas conservadoras por haberse aliado a Stalin para derrotar al nazismo, dijo:

«Hasta con el diablo hago una alianza si se trata de salvar a Inglaterra».

Aparte de que lo que se le hizo a Uruguay, podemos asegurar, jamás el gobierno argentino hubiese permitido a sus conciudadanos que cortaran el puente de Paso de los Libres, que lo une con Brasil. Claro, el Tercer Ejército (Sí, el mismo que tenía el «Plan 30 horas», para ocupar Uruguay en 1971 si triunfaba el FA) seguramente comenzaría una maniobra con la numerosa fuerza de blindados que rápidamente vendrían de sus cuarteles en Santa María hasta la frontera…

Seguramente el presidente Vázquez aprendió una dura lección de «realpolitik». Que de manera coloquial trasmitió a los liceales del colegio Monte VI. También aprendió el doctor Vázquez, y con él toda la ciudadanía, la inermidad de la República en materia de Defensa.

Quien esto escribe es decidido partidario de un ejército del Mercosur, como numen de unas FFAA sudamericanas. Pero como dijimos varias veces, «Hasta que no llegue el día hermoso en que la humanidad suelte el garrote y se tome las manos, habrá que aceptar que no hay defensa sin resistencia, ni resistencia eficaz sin entrenamiento».

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