Lo importante
Un día Jorge Luis Borges fue invitado a dictar conferencias en universidades norteamericanas. Al hacerlo, según relata en su biografía, un hecho le llamó la atención: los estudiantes en dichos centros de estudios estaban, a diferencia de los nuestros, más preocupados por aprender que por la nota del examen.
En 1911 el Parlamento uruguayo recibió un proyecto del entonces presidente José Batlle y Ordóñez. Por el mismo se creaban 18 liceos. Uno en cada capital departamental del interior de Uruguay.
El proyecto fue defendido de forma brillante por el diputado colorado por Montevideo José Enrique Rodó. El mismo afirmó en su informe que «es deber del Estado reaccionar contra la centralización absoluta en que hasta hoy permanece la enseñanza secundaria oficial».
Para Rodó «… la desproporción en el reparto de civilización y de influencias dirigentes entre la capital y el resto de la República, es ya excesiva, sin duda, y no podría dejársela tomar cuerpo sin plantear un serio problema para el porvenir.»
Para el autor de «Ariel» esa diferencia entre la capital y el interior era no solo excesiva sino injusta.
El cambio que significó la creación de esos liceos en las capitales departamentales fue enorme. Batlle y Ordóñez dispuso que los laboratorios de física y química fueran comprados en París.
Traídos los laboratorios desde la ciudad luz, su traslado y llegada a las capitales fue realmente impresionante. En esos años las dificultades de comunicación y traslados eran enormes.
Para llegar a Melo fueron en tren hasta Nico Pérez (las vías férreas no pasaban de ahí) y luego en carretas hasta la capital de Cerro Largo.
Épico.
La visión de Batlle y Ordóñez y Rodó les llevó a pensar en el paso siguiente: una Universidad en el interior del Uruguay, con facultades en las capitales departamentales.
En la década del sesenta el proyecto universitario para el interior fue retomado por legisladores colorados.
En el 2009 lo incluimos en el Programa de gobierno que presentamos a la ciudadanía en las elecciones nacionales de ese año.
Los mismos motivos que motivaron el proyecto de liceos departamentales en 1912 seguían vigentes: «es deber del Estado reaccionar contra la centralización absoluta en que hasta hoy permanece la enseñanza oficial».
A principios de 2010, dos diputados siguieron las enseñanzas batllistas de hace 99 años y de la década del sesenta. El diputado del Partido Nacional, García, y el diputado Colorado, Amado, presentaron proyectos de ley proponiendo la creación de una segunda Universidad pública en el interior del país.
Es cierto, y debe reconocerse, que la Universidad de la República hizo un esfuerzo en los últimos tiempos para llegar al interior. Funciona una regional Norte en Salto, y otros centros en Rivera, Paysandú y la zona Este.
Pero no es menos cierto que dicho esfuerzo es insuficiente. En Salto es donde se dictan mayor cantidad de carreras: Ciencias Sociales, Abogacía, Relaciones Internacionales, Turismo, Psicología y Enfermería.
En Paysandú y Rivera es casi testimonial: Tecnólogo en Salud ocupacional y Obstetricia en la primera y Tecnicatura en Recursos Naturales, Enfermería e Higienista en Odontología en la frontera.
Poco, muy poco.
En nuestro programa de gobierno somos muchos más ambiciosos, recogiendo el espíritu de los soñadores de 1912: una segunda Universidad en y para la gente del interior. Con facultades en distintas capitales departamentales. Medicina en Tacuarembó donde su hospital es noticia de tanto en tanto. Agronomía en Soriano y Río Negro donde el desarrollo agrícola y forestal es tan grande hoy. Veterinaria en Durazno donde la ganadería es líder. Ciencias biológicas en Rocha y Maldonado y así podríamos seguir.
Es el momento de ser audaces como lo fueron Batlle y Rodó a principios de siglo.
Como también lo fue otro colorado, el Dr. Pedro Figari, cuando defendía a ultranza la labor de la Escuela de Artes y Oficios, hoy UTU.
Ninguno de los proyectos de ley fue tratado en el Parlamento pese a que fueron presentados hace casi un año y medio.
La semana pasada propusimos un mecanismo para terminar con ese quietismo a que nos tiene acostumbrado la mayoría oficialista en el Parlamento.
Lamentablemente la reacción de algunos no fue analizar el respaldo a la propuesta destinada a lograr que se concrete aquello con lo que soñaron Batlle y Ordóñez y Rodó en 1912 y que fuera reiterado en la década del sesenta y en el 2010.
La primera reacción fue reclamar la paternidad de la idea. Yo aclaro por si acaso: no fue mía. Pero creo que poco importa si fue de Batlle y Ordóñez, José Enrique Rodó, Cersósimo, García o Amado.
Parafraseando a Borges, creo que no importa la nota. Lo que importa es que se termine con la enorme diferencia en la enseñanza universitaria entre la capital y el Interior.
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