Germán Parula: «Los gobernantes de nuestra región son títeres de monstruos como Monsanto»
LARED21.TV entrevistó a Germán Parula de la Asamblea Pachamama, donde aseveró que elementos contaminantes están cada vez más presentes en nuestros cursos de agua potable. Además apuntó contra la multinacional Monsanto, denunciando que la empresa realiza fumigaciones con agroquímicos tan potentes que afecta a los niños en escuelas rurales.
Glifosato, atrazina, coliformes, metales pesados y otros elementos contaminantes están cada vez más presentes en el agua que se consume en Uruguay, como resultado de las actividades agroindustriales que «nos están envenenando», dijo a LA RED21.TV el activista Germán Parula, del colectivo Asamblea Pachamama.
Parula denunció además el uso de fertilizantes y las fumigaciones con agroquímicos que, aseguró, afectan particularmente a niños en escuelas rurales, y apuntó a una empresa en particular: Monsanto.
Asamblea Pachamama fue uno de los colectivos que participaron de las movilizaciones en Montevideo contra esa compañía internacional proveedora de productos químicos para la agricultura, realizadas el 23 de mayo y convocadas a nivel mundial.
Este viernes 5 de junio, cuando se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, Asamblea Pachamama participará de una nueva marcha, esta vez bajo el lema «El agua es de todos, el territorio también». La movilización está convocada a las 17:30 horas desde el Obelisco.
¿Qué es la Asamblea Pachamama y cuáles son los principales ejes de lucha de la organización?
En realidad Asamblea Pachamama no es una organización en sí, es un colectivo, un grupo de personas, ni siquiera nos definimos como ambientalistas. Somos gente muy preocupada por la situación de los bienes naturales, por este avance desenfrenado de algunas actividades extractivas, depredatorias y contaminantes que en pocos años nos están dejando sin agua, nos están desertificando la tierra y están comprometiendo a mediano plazo la autonomía alimentaria. Somos un grupo de gente que decidió actuar al respecto, no quedarse en una posición pasiva, como observadores de este desastre.
Ustedes participaron de una de las marchas contra Monsanto que se realizaron el sábado 23 de mayo. ¿Cómo se gestó esta movilización?
Pensamos que era hora de darle un impulso cuantitativo, de empezar a hacer actividades que llegaran a buena parte de la población para que, primero que nada, se enteren de la gravedad del problema que estamos padeciendo a raíz de la expansión de plantaciones sobre todo de soja transgénica, que ya ocupa un millón y medio de hectáreas de nuestra tierra, y de las fumigaciones que son necesarias para que esos transgénicos puedan cultivarse.
¿Cuál fue la respuesta en esa movilización? ¿Considera que está creciendo el rechazo internacional a Monsanto?
Sin duda. Es una convocatoria mundial porque Monsanto es una empresa, yo no diría transnacional, sino «anacional», como gusta decir nuestro amigo el fiscal (Enrique) Viana. Son empresas que están por encima, sobrevuelan por encima de los estados y tienen más poder que los estados. Nosotros estamos convencidos de que los gobernantes de nuestra región son tan títeres de monstruos como Monsanto como el mismo (presidente estadounidense Barack) Obama. Ellos son los que marcan las políticas de los gobiernos en todo el mundo, no solo en países tercermundistas como los nuestros.
Uno de los productos de Monsanto son las semillas transgénicas, entre ellas las de soja, que se utilizan mucho en Uruguay. ¿Cuáles son los efectos que tienen estas semillas?
Lo primero que parece importante destacar, es que estas semillas poco tienen que ver con la alimentación de nuestra gente. Ese es uno de los datos que a veces, cuando uno lo dice, sorprende a la gente. La soja que se planta en Uruguay, también en países vecinos, pero sobre todo la que se planta en Uruguay, tiene mayoritariamente como destino la industrialización de ración para ganado en el norte del planeta, ganado porcino en China, ganado vacuno en Europa, y la otra parte mayoritariamente se usa para la fabricación de agrocombustible. Lo que hace la soja transgénica es tolerar los más potentes venenos, los más potentes pesticidas, herbicidas. Entonces plantan esta «supersemilla» y después le arrojan cantidades inverosímiles de veneno, matando todo lo que alrededor de ella se encuentra: los polinizadores, la flora y la fauna en general, todas las especies autóctonas, y sobre todo con un efecto visible en las poblaciones periféricas, las que son marginales a los cultivos de soja. Hay muchísimos casos de niños afectados por fumigaciones, niños que concurren a escuelas rurales. Estamos hablando de decenas de escuelas rurales, no son casos aislados. O familias que viven en barrios periféricos de las ciudades linderos con las plantaciones de soja. Nosotros insistimos que el problema mayor son los agrotóxicos. Está probado. La Organización Mundial de la Salud estuvo de acuerdo y sacó un comunicado formalmente ahora sobre investigaciones, que algunos científicos no comprometidos con la industria ya habían elevado, sobre el efecto cancerígeno por ejemplo del glifosato, que es el principal herbicida que se utiliza en los cultivos de soja. Después la otra discusión es cómo las transformaciones genéticas que se hacen de la semilla también llegan a los alimentos. Por ejemplo, la polenta que se consume en nuestro país es cien por ciento transgénica. Se fabrica toda con maíz modificado genéticamente. Pero además hay un punto que es muy relevante, y es el hecho de la desertificación que se provoca de la tierra, porque con estos venenos se mata la tierra, y después, para seguir plantando, es necesario recurrir a miles de toneladas de fertilizantes, y los componentes de los fertilizantes son los que a la larga provocan las famosas algas que hoy tiñen de verde la mayor parte de nuestros cursos de agua de los que OSE toma para proveer a las ciudades. Por eso el río Santa Lucía está podrido, el río Negro está podrido, el río Uruguay está podrido, la laguna del Cisne está podrida y la laguna del Sauce está podrida. Por la misma razón. Hemos visto los análisis hechos por laboratorios argentinos, porque los locales para algún tipo de investigación no tienen el instrumental. Hemos visto los componentes de glifosato, de atrazina, los que ya eran conocidos como los coliformes, que vienen de los efluentes de las ciudades, la cantidad de de metales pesados… O sea, nos están envenenando, con toda esta cantidad de actividades agroindustriales nos están virtualmente envenenando.
El gobierno, a raíz de la aparición de las algas en el agua, dijo que iba a tener un control estricto de agroquímicos. ¿Ustedes consideran que es suficiente? ¿Qué medidas se tienen que tomar para controlar esto?
Yo creo que la primera medida que se tiene que tomar es no permitir este tipo de cultivo, y ojalá me equivoque, pero dudo profundamente que ningún gobierno -porque acá no se trata del partido que está en el gobierno ahora, porque estas actividades se propiciaron e ingresaron al país décadas atrás- vaya a echar a Monsanto así como así. Tiene que haber una conciencia política demasiado grande como para tomar ese tipo de decisiones, y es la única forma, a mi modesta opinión, de preservar seriamente los bienes naturales, en especial el agua, echando a estas industrias, sin empezar a modificar las líneas de cultivo… Eso no resuelve el problema de raíz. Quizás puede que sea un poco menos grave si alejan el cultivo de la costa del río, pero siempre van a estar afectando la cuenca de los ríos y las lagunas.
Volviendo a los transgénicos, se aprobó una ordenanza que establece el etiquetado aclarando los productos que tienen organismos genéticamente modificados. ¿Es suficiente esto?
A nosotros nos parece importante que se etiqueten los productos transgénicos por una mera cuestión informativa, para que la gente sepa que algunos productos -yo creo que son cerca del 90 por ciento que están consumiendo- están contaminados con transgénicos. Me parece importante. Somos de la idea que directamente hay que prohibir los productos transgénicos, que a veces ampararse en cuestiones legales indirectamente lo que uno está haciendo es legitimar la existencia del mal. Después de que está reglamentado el mal, en cierta forma está legitimado. Pero sí es importante para que la gente por lo menos vea una «T» grabada en el paquete y por lo menos pregunte. A nosotros nos parece bastante relevante.
Hace un tiempo algunos medios uruguayos informaron que Monsanto estaría interesado en la regulación de la producción de marihuana en Uruguay para fabricar semillas transgénicas de cannabis. ¿A ustedes les consta esto?
Yo tengo la sensación de que ya tienen las semillas desarrollados. Lo que seguramente están negociando es la forma de imponerlas en el mercado, cuestión que también nos parece grave. Una cosa es reglamentar el consumo de cannabis, y no estamos hablando de fumarse un porro; el cannabis tiene aplicaciones que a nuestro criterio son muy importantes, como las medicinales. Hay aplicaciones del cannabis investigadas a nivel científico que han resultado comprobadamente positivas en el tratamiento de cáncer, por ejemplo. Y lo puedo decir porque lo estamos viviendo a nivel familiar. El cannabis es importante como planta medicinal más que como planta de entretenimiento. Entonces nos parece especialmente grave que Monsanto llegue a meter la cuchara en este tipo de negocio.
Cámara: Víctor Burgos
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