Peñarol

La hinchada también ganó por goleada

Foto: peñarol.org

La fiesta comenzó mucho antes de que Darío asomara por el túnel con el brazalete puesto. El canto de cabecera, ya convertido en cortina musical en cada presentación aurinegra por Libertadores, se iluminaba con cientos de fuegos en el momento que la noche apenas pedía permiso en el Parque Batlle. La explosión, claro, y el paso al carnaval de luces y humo fue cuando Peñarol entró al césped. Estruendo y cotillón digno de final. Pero no, sólo se trata de una fase previa. Pero no importa, es una obsesión.

El ambiente copero estaba en la calle desde temprano. Caminar por la rambla lo evidenciaba, grupos de amigos reunidos en esquinas por Pocitos y Parque Batlle, copaban las calles vestidos de dos colores. La charla, de nervios y buscando deducir un resultado, era el tópico de cada aurinegro que caminaba hacia el Estadio lanzando cantos que retumban entre los edificios. Tanta previa hubo en las afueras que la gente llegó sobre la hora a la cita y por ello las puertas de acceso mostraron eternas colas. La venta previa registró 43.000 entradas vendidas. Pero sobre la hora, muchos manyas más se sumaron a la fiesta y hubo marco de final: cerca de 50.000 almas poblaron el Centenario.

Así, la fiesta que se respiraba en el entorno combinada con el único y especial ambiente de verano resultó tal en la grada. Fuegos en plena luz del día, banderas, color y gargantas a full durante 90 minutos. Otra vez, la hinchada fue puro oro y carbón y contagió al equipo, tal cómo lo dibujó Juan Alvez, quien hacia su debut oficial: «Se hace sentir todo el tiempo, alienta a cada minuto. El Estadio estaba lleno, y todo ese entorno te da una motivación extra», dijo. Esta historia, continuará…

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