FRANCISCO "PACO" ESPINOLA: 1901-1973

"¿Usted escribió Saltoncito?"

Mariana Rabinovich – San José

 

Proponiéndoselo o no proponiéndoselo, el arte está siempre dirigido, tierna y solidariamente, a los hombres».»Yo me acuerdo que una noche estábamos en un café, tarde de la noche, cuando entra un gigantón con esa expresión airada en el rostro del ebrio y del enfurecido. Era hacia mí sí que se dirigía; pero vi que se le demudó un poco el rostro; que era furor, que era odio, que era rabia, pero no conmigo. Y al llegar, me dice (efectivamente hacía dos meses de la aparición del libro): ¿Usted escribió Saltoncito? Yo lo leí. Como no podía comprarlo, fui dos veces a la librería y lo leí en dos tardes. Bueno, ahora… no hay que escribir más que para niños, porque los hombres ya estamos perdidos».

Claro que no le hice caso. Porque yo sabía que no estábamos perdidos. Lo que me asombró y me pasmó fue que aquel hombre comprendiera tan hasta lo hondo lo que tantos artistas e intelectuales no saben: que proponiéndoselo o no proponiéndoselo, el arte está siempre dirigido, tierna y solidariamente, a los hombres». Esta escena, acontecida en un café de San José del año 30, fue relatada por Paco Espínola en el memorable discurso de 1957, cuando agradecía el homenaje tributado por el Liceo Departamental: su «Discurso en San José de mayo». Allí queda estampada la motivación y la antesala de «Sombras sobre la Tierra». Tanto como la razón de ser de toda su obra que no fue otro que el entrañable amor por los desvalidos y por la propia desvalida condición humana. Este enfoque lo comparten diversos análisis efectuados sobre la misma, pero también puede apreciarlo el lector «común» que desee encontrar lo que sostienen sus relatos, dejándose ir un poco más allá de la mera anécdota.

Paquito

Francisco Espínola, hijo, nació en San José el 4 de octubre de 1901. También por herencia paterna, fue conocido en su tierra natal como Paquito. Heredaba, junto al nombre, toda una educación basada en la lealtad, la hombría de bien, las tradiciones, la justicia y el amor: «Los cuerpos son distintos, pero las almas son toditas iguales».

Cursó escuela y liceo en San José, para intentar, posteriormente, estudios de Medicina en Montevideo. Fundamento de su cultura de lo autóctono, fueron sus largas estadías en Rincón del Pino donde Don Paco le mostrara la fauna, la flora y los usos del país junto a la audición de los clásicos a los que Don Paco memorizaba. No ajenas a esa humanidad esencial y generosa que caracterizó al escritor, fueron también la dulzura materna y la hospitalidad familiar: «Yo vi en mi casa que ninguno valía más que otro sino por el cariño que despertaba», dijo en el mismo discurso.

Su producción inicial es rápida y abundante: en 1926, «Raza ciega», primer conjunto de 9 cuentos; «Saltoncito», la maravillosa novela para niños, fue publicada en 1930. Casi inmediatamente, en 1933, aparecen «las honduras puebleras de ‘Sombras sobre la tierra’, al decir de Ana Inés Larre Borges. Saludado por la crítica, los escritores jóvenes y el público como un maestro de la narrativa, será a través de su capacidad de narrador oral que Paco mantendrá la devoción de alumnos de sus cursos de Literatura, Estilística o Lenguaje en Secundaria, Facultad de Humanidades e Instituto Normal. Una obra teatral, «La fuga en el Espejo», un ensayo dialogado sobre estética, «Milón o el ser del circo», otros cuentos y la tarea de toda su vida, la inconclusa y póstuma obra maestra «Don Juan, el Zorro», más las «Veladas del fogón», completan su producción de ficción. A la que hay que agregar, cuando de su magisterio moral y literario se trata, su obra como prologuista por la contribución al análisis del ser nacional.

Realizó varios viajes, especialmente a Francia donde representó al país ante la Unesco. Luego de un fallido matrimonio encontró a «la compañera de su vida» en Ana Raquel Baruch, con quien tuvo sus hijos, Carlos y Mercedes. No rehusó, por escritor, sus responsabilidades cívicas. Participó activamente en la Revolución contra la dictadura de Terra y fue hecho prisionero en Paso de Morlán, en un episodio que narró con sentido del humor en carta a Vaz Ferreira. Junto a su cuñado y amigo, Luis Pedro Bonavita, fue blanco por tradición. Por elección, fue fundador del «Frente Izquierda», integró el Frente Amplio y se afilió al Partido Comunista en 1971. «Su muerte, en la noche en que se producía el golpe de Estado, fue símbolo de una última oposición al poder irracional. Como si hubiera preferido no amanecer al día siguiente, 27 de junio de 1973″, escribe la profesora Mirta Ana López.

Su humanista concepción estética podría sintetizarse entre otras, en estas palabras suyas: «Porque, en arte, el deseo de dominar en lo posible una técnica no nace del propósito de aderezar, de hacer que las cosas sean más lindas, sino para que ellas puedan pasar al receptor, al lector tal como son, tal como están en uno, lo más fielmente posible». *

Te recomendamos

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje