Este mundo «no es democrático, está sometido a la dictadura del poder militar»
Es increíble que Europa, la gran humilladora, se deje humillar así. Es inverosímil, nadie se imaginaba que la Europa humilladora obedeciera a mediocres tecnócratas de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, que están interpelando a gobiernos democráticamente elegidos». Con esta sentencia, el escritor uruguayo Eduardo Galeano expresó su opinión sobre las decisiones que se están tomando para afrontar la crisis en Europa en su diálogo con los medios de comunicación acreditados en el Festival Internacional de Cine Documental MiradasDoc, que se celebra hasta el sábado próximo en el municipio tinerfeño de Guía de Isora (Islas Canarias).
Galeano se confesó amante del buen cine documental y definió sus libros como «documentales, solo que no filmados, sino palabreados». En esta labor, utiliza «la menor cantidad de palabras posibles; creo que América Latina está enferma de inflación monetaria, pero mucho más enferma de inflación palabraria».
El autor de Las venas abiertas de América Latina opina que las políticas que se aplican hoy en Europa «están arrojando al tacho de la basura dos siglos de derechos conquistados por las luchas obreras». El escritor uruguayo recomienda a los gobernantes europeos «que cambien de médico», dijo citando a la presidenta argentina Cristina Fernández, cuando se refirió a lo obediente que es Europa ante organismos como el FMI, el Banco Mundial o el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en manos de un pequeño grupo de países, «al servicio de los pocos que mandan y no de los muchos que necesitan».
«Tengo la impresión de que en el mundo de hoy hay un desencuentro entre los jóvenes y los responsables políticos», aseguró el autor de El libro de los abrazos, refiriéndose expresamente a los casos de Chile y del movimiento de los indignados, donde hay personas de mayor edad, aunque «conozco viejitos de 20 y jóvenes de 90″. Expresó su simpatía por los indignados, a los que calificó de «movimiento lúdico», y propuso «elegir entre ser indigno e indignado; la indignación es como el amor: infinita mientras dura y no importa que sea chiquita o grandita».
«La historia no se desarrolla en línea recta», dijo, «la realidad es sucia y contradictoria. Tengo muy buena opinión de la contradicción, es el motor de la vida», como ya señalaron las culturas precolombinas, «que eran dialécticas».
Entre algunas contradicciones destacables aseguró que se puede ser racista independientemente del color de la piel y recordó para ilustrar su afirmación el discurso belicista de Barack Obama al recibir el Premio Nobel de la Paz. El presidente de Estados Unidos «no ha cambiado que el 50% del presupuesto de su país se destine a gastos militares, que es la forma poética de decir gastos criminales».
El escritor se preguntó qué sería de los presupuestos militares si no hubiera pánico que los justificara y señaló entre los primeros miedos el «miedo al prójimo», que alimenta «la histeria de la inseguridad» en la que éste se ve como «amenaza, no como promesa». Ese miedo sirve «de buen combustible para la organización militar» de un mundo que está «preso del miedo, que necesita coartadas». «Estamos sometidos» a esa dictadura, aseveró el autor de Memorias del fuego, quien se mostró contundente al asegurar que vivimos en un mundo que «no es democrático, está sometido a la dictadura del poder militar».
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