Eli-ú editó Creo en los elefantes
Gustavo Pena, fallecido en 2004, transitó desde la década del 80 por varios estilos musicales. Formó parte de grupos de canto popular, de carnaval, de música tropical y de música brasileña, debido a su residencia en Brasil por mucho tiempo integrándose a esa movida musical.
En Uruguay recorrió la noche montevideana y en los 90 era un habitué infaltable en los pubs y boliches de la costa de Rocha. A pesar de su frondosa veta compositiva, recién por el año 2002, el sello Ayuí editó un disco suyo grabado varios años antes en Buenos Aires. Cuando su música estaba siendo reconocida por mayor cantidad de gente, ofreciendo shows en salas con más público, difundido en un ciclo de recitales de TV Ciudad, conducido por Ruben Rada, en los que pudo mostrar su música en toda su dimensión, su carrera quedó trunca a los 47 años. Luego de su muerte se convirtió en Uruguay y sobre todo en Argentina en un músico de culto de la altura quizás de Eduardo Mateo, ya que fue redescubierto por las nuevas generaciones.
Como escribe Elvio Gandolfo en un fragmento de un poema sobre Juana de Ibarbourou: «la que tuvo lenguas de diamante, rosas de viento, cántaros frescos y milagros dulces, y hacia el final, dientes destruidos. Porque cayó, cayó, como suelen caer en esta orilla oriental los inventores y cantores».
Por suerte para nosotros El Príncipe nos dejó a Eli-ú, que hizo a un lado sus estudios de violín y tomó la posta de su padre redimencionando sus canciones, arreglándolas con un sonido propio, más actual y sin perder la esencia de lo uruguayo y/o brasileño, llevándolas a una estatura más jazzera y pop. Digamos que una versión de El Príncipe 2.0. Esto llamó la atención del sello argentino Los años luz, que a principios de año editó Creo en los elefantes, como antes había hecho lo propio con otros artistas uruguayos de esa misma generación de los treinta y pico, como Martín Buscaglia y Ana Prada. Este disco debut está muy bien producido por Bruno Masci, Gastón Ackermann y la propia Eli-ú, que supo rodearse de viejos compañeros de ruta de su padre como Gustavo «Mamut» Muñoz en bajo, el impresionante clarinetista Fabián Pietrafesa, el «Pelao» Meneses en batería y Martín Morón en trombón, otro peso pesado de nuestra música e integrante de La abuela Coca.
A estos músicos, Eli-ú le sumó otros más cercanos a su generación y formó un cuadro de lujo con Bruno Masci y Sebastián Cuello en guitarras, Andrés «Cototo» Cuello en bajo, Mario Gulla en violín (una ejecución imperdible en el tema 11, Quisiera despertar), en teclas y loops está Gastón Ackermann y en percusión Luis Gutiérrez y Paolo Buscaglia. La frutilla de la torta es el último tema del disco, Leves señales, que fue grabado y mezclado por Gustavo Montemurro.
Hay que estar atentos a la edición de este muy buen disco en nuestro país, así como a próximas presentaciones en vivo, ya que otra de las cualidades de Eli-ú Pena es su presencia en escena, trasmitiendo una seguridad (y afinación) en la voz y un swing para cantar y moverse, que intuyo debe provenir de su madre, Gilda de León, que supo cantar música brasileña junto al Príncipe en un grupo llamado Cravo e canela.
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