Un golpe fuerte al tango: falleció Edgardo Pedroza
El miércoles 29 falleció en Montevideo el bandoneonista Edgardo Pedroza. La noticia, aunque esperada, golpeó como un directo al mentón a quienes lo conocieron y a quienes disfrutaron y valoraron sus condiciones de excelente músico que lo llevó a eregirse como uno de los mayores y reconocidos intérpretes de tango que tuvo nuestro país.
Nació la ciudad de Carmelo, al igual que Aníbal Troilo un 14 de julio, pero del año 1926, y recibió sus primera orientaciones de parte de su padre, estudiando guitarra y bandoneón. Se inició profesionalmente a fines de los años 30 en su ciudad natal. En 1942 integra con el pianista Horacio Salgán y el violinista Manlio Francia, un trío para acompañar a la cancionista Carmen Duval, experiencia con la que comienza a adquirir su madurez interpretativa.
Posteriormente se radica en Montevideo donde integraría la orquesta de Hugo di Carlo como bandoneonista y arreglador, una tarea musical que lo tuvo entre los más cotizados en nuestro país, por la calidad de sus combinaciones de sonido, variantes y distribucción de las voces.
En 1951 decide integrar un binomio con el pianista José Puglia y ambos conforman una orquesta decididamente enrolada en las corrientes renovadoras que, por aquellos años, comenzaban a perfilarse. Hacen «un tango clásico, sin vanguardismos exagerados» como gustaban decir.
En los años 50 la orquesta Puglia-Pedroza era una de las más sólidas, ocupando un importante ciclo de nuestra historia tanguera. En sus filas se contaba con músicos de gran prestigio como los bandoneonistas Reinaldo Roselló y Carlos Aguete, los violines de Moisés Lasca y Pedro Severino, el contrabajo de Domingo Puglia y las voces de Oscar Nelson y Luis Alberto Fleitas. Hace un par de meses se reeditaron varias grabaciones de esta orquesta en un excelente CD.
Puglia y Pedroza realizaron actuaciones en Montevideo y giras por Brasil, donde el bandoneonista se afincó en Porto Alegre, regresando definitivamente a nuestra ciudad en 1991. Problemas de salud lo mantuvieron al margen de la actividad en los escenarios, pero siguió dando clases de música y haciendo arreglos para diversos conjuntos.
Fue compositor de varios tangos, Nocturno campero, A Horacio Salgán, Flor amarga, pero entre ellos se destacó siempre el que junto a José Puglia hicieron para el club de sus amores, el Club Nacional de Football en 1950 y que registraron en disco con la voz del argentino Julio Martel.
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