Comedia existencialista para metaleros
Al igual que ahora, aquella producción también podría haber sido definida por su director como «comedia existencialista para metaleros» (calificación dada por Bertalmío para Ruido) ya que la esencia de ese filme registraba esa mirada vitriólica que desnudaba uruguayeses a la vez que daba lugar a una reflexión más abarcadora sobre los pecados y virtudes de una sociedad relativamente provinciana.
Con Ruido esa investigación continúa desde un ángulo que acentúa los absurdos y se juega al dibujo de perfiles varios -antiheroicos y atípicos- reunidos circunstancialmente para llevar adelante ciertas cruzadas singulares. En la anécdota, por ejemplo, aparece Basilio, un ciudadano bastante gris que, luego de ser abandonado por su esposa, decide suicidarse aunque el destino lo lleva a convertirse -accidentalmente- en inspector de ruidos molestos junto a otro personaje de características obsesivas. En medio de esta travesía, además, se intercala otra historia paralela donde una pre-adolescente debe localizar a varias personas para confesarles que un diagnóstico médico (que les anticipa una muerte segura) es equivocado. Así comentado, el argumento puede impresionar como bastante enredado aunque una observación más detenida quizás llegue a dar cuenta de cierta intención alegórica que habla de ciclos y resurrecciones en medio de una sociedad aturdida (y/o alienada) que delata un probable subdesarrollo mental antes que económico.
La idea no es mala (por algo resultó Premio 2001 del FONA, entre otras distinciones) y parte de la fórmula aterriza en lugar seguro gracias a la destreza de Bertalmío para jugar inteligentemente sus piezas, autoparodiarse, rendir algún que otro homenaje cinematográfico (especialmente al cine español) e incluso reírse de las pacatas solemnidades que hacen a nuestro diario vivir. El problema es que otra buena parte de esa fuerza potencial que posee el guión se pierde en medio de un ritmo narrativo algo deshilvanado. (Por ahí, varias guiñadas y chistes entre líneas pueden pasar desapercibidos mientras la platea no comprende bien lo que ocurre, intentando seguir el hilo conductor de un relato intencionalmente desprolijo).
Es una lástima porque la empresa en su conjunto bien valía la pena y esos cabos sueltos desmerecen el resultado global de un producto que tenía mucho para decir.
De todas maneras, a pesar de dichos altibajos y un primer balance de acto fallido, es probable que Ruido siga dando que hablar. Más allá del coyuntural éxito de taquilla (o no) que pueda tener, este delirio (algo contenido, por cierto) también supone una manera de hacer cine en nuestro país. Una manera diferente y poco convencional que rompe algunos esquemas.
Los que confiamos en Bertalmío -a pesar del aparente traspié- continuaremos esperando su próxima película. Que así sea *
Ruido (Uruguay; 2005). Escrita y dirigida por: Marcelo Bertalmío. Produccción: Natacha López. Fotografía: Daniel Machado. Directora de Arte: Inés Olmedo. Sonido: Daniel Yafalián. Música: Maximiliano Silveira. Montajista: Santiago Svirsky. Vestuario: Angela Daruech. Maquillaje: Estela Vallegra. Directora de Producción: Inés Peñagaricano. Jefes de Producción: Daniel Charlone / Laura Gutman. Coordinadora de Postproducción: Virginia Bogliolo. Con Jorge Visca; Jorge Bazzano; Maiana Olazábal; Lucía Carlevari; Eva Santolaria; Josep Linuesa; Fermín Casado; Miquel Sitjar; Sebastián Pajoni; Gabriel Fernández; Jorge Bolani; Sara Larocca; Hugo Bardillo y Jorge Temponi
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