Daniel Hendler: "Este momento social es como una guerra mundial"
Esperaba el premio al mejor actor en la Berlinale?
En realidad fue muy sorpresivo. Cuando hablaba con mi familia o me encontraba con amigos sentía que me daba como un golpe de conciencia. Realmente, cuando me lo dijeron, no lo podía creer. Tal vez lo meritorio fue que en el Festival te tratan como a cualquiera, seas de un país chico como Uruguay o seas de Hollywood. No importa. Simplemente sos uno más que compite frente a veinticuatro películas que a todas se les da la misma importancia.
¿Cómo fue el impacto mediático en cuanto a repercusión, si pensamos en Argentina y Uruguay?
Creo que acá hubo más festejo; allá se le dio la importancia que merece, pero no fue lo mismo. En realidad, fue la segunda película argentina más premiada en un festival de cine internacional. En Uruguay sentí más calidez, o sea, fui un uruguayo que ganó un premio… Sentí otra cosa…
¿Siente que hoy forma parte de la «popular» farándula argentina ?
El tema farandulesco en realidad me molesta un poco. Igual en Argentina, puedo caminar tranquilo; en televisión hice una campaña publicitaria, pero hace tres años, por lo que aparezco solamente un poco en prensa y otro tanto en cine. Por eso no estoy tan expuesto, me ayuda el no aparecer en televisión.
¿Cree que es el alter ego de Burman, ya que él mismo declara «Hendler es mi actor fetiche»?
Ah… Pero no es lo mismo fetiche que alter ego. En todas las películas que trabajé con él yo hacía un personaje que era su alter ego, pero yo no quiero ser el alter ego de nadie porque pretendo trabajar con diferentes directores. En definitiva, no me siento alter ego de Burman.
¿Qué diferencia hay entre 25 Watts y El abrazo partido? ¿Son dos etapas distintas en su vida actoral?
25 Watts es la única película uruguaya en la que trabajé por lo que tengo la camiseta muy puesta, y trabajé también un poco en Whisky. Aparte soy muy amigo de los directores Juan Pablo Rabella y Pablo Stoll, con quienes empezamos juntos a formarnos y hacer cortos los tres, por lo que hacer una película con ellos fue muy emocionante. A diferencia del teatro, en las películas queda como un celuloide donde se registra una etapa de tu vida, hasta hoy día veo parte del final de 25 Watts y hasta lagrimeo te diría, porque hay una etapa que me marcó, evidentemente. Y con El abrazo partido todavía no tengo esa distancia de la que hablaba, como para decir que también marcó una etapa o simplemente me emocione por los recuerdos. Es muy reciente, pero, la verdad, estoy muy contento con la película. Son dos películas totalmente distintas.
¿Cuál es la temática de Whisky? ¿Para cuándo está programado su estreno?
La historia se trata de dos hermanos que se reencuentran después de mucho tiempo, por la muerte de su madre, y pasan un fin de semana juntos con una mujer. Ahí surgen viejos rencores y competencias. Se grabó enteramente en Uruguay, y se rodó en seis o siete semanas, no estoy seguro.
¿Hay temas en el cine que venden? Por ejemplo, la religión, ya que en El abrazo partido se trata el tema o en la repercusión que tuvo La pasión de Cristo?
Es bastante casual, igual, que se haya estrenado La Pasión junto con El abrazo partido. Me parece que lo que vende es la polémica, no vende el tema de los judíos en sí. De hecho, en nuestra película no se habla del tema de la religión, sino que hay como una cosa comunitaria donde hay una galería con dueños judíos, pero también coreanos: es una metáfora de la convivencia entre diferentes culturas y diferentes comunidades, y en ese sentido creo que es universal; la problemática de los personajes se puede trasladar o aplicar a cualquier otra comunidad y a cualquier otra cultura. Es una buena película, no porque haya generado ninguna polémica.
¿Se escapan en el personaje de Ariel matices de Daniel Hendler?
¡Y sí, claro! Hendler está siempre presente, porque a diferencia del teatro, la cámara en el cine le roba al actor un poco de eso. Uno está ahí con su cuerpo, que sufre transformaciones y lo tratás de adiestrar hacia un lado y hacia el otro, se da sobre todo en una película así, filmada cámara en mano, donde lo que se busca justamente es acercarse al actor, por lo cual no podemos ponernos un disfraz y mostrar algo que no es.
¿Cómo fue la experiencia de actuar en una película filmada cámara en mano?
Fue novedoso para mí como actor, y está bastante bien logrado lo que pretendía la película. Tal vez al principio da la sensación de que es un poco violento por las caminatas y el movimiento de la cámara, pero después uno va captando la frescura y espontaneidad que se pretendía.
¿Cree que hoy el tema de la búsqueda de raíces que despliega la película es lo que está sucediendo en la sociedad actual?
Puede que esto de la «globalización», entre comillas, hace que cada uno quiera saber qué es lo suyo propio, de dónde viene su cultura o de dónde provienen los gustos que en cierta forma tenemos y no queremos perder. Este momento social, igual, creo que es como una especie de guerra mundial donde hay cosas muy disfrazadas, donde las víctimas siempre son los pueblos. El personaje pasa a una cierta etapa de madurez en la que se distancia de su propio entorno para poder entenderlo un poco mejor.
¿Tiene planeado dirigir teatro en Uruguay?
Estoy escribiendo una obra que haría con Acapara el 522, que es el grupo de teatro que integro acá, y si se hace este año, es muy probable que la escriba y que no la dirija; y si se hace el próximo año, tal vez la dirija. También voy a hacer una obra de Agustín Silveira, que es un uruguayo que se está quedando ahora en Buenos Aires. La vamos a hacer allá y muy probablemente la presentemos luego acá.
¿Algún actor referente en Uruguay?
Te menciono maestros que admiro mucho: Roberto Jones, Roberto Fontana, Walter Reyno y Jorge Bolani. *
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