RELACIONES ENTRE ESTADOS UNIDOS Y AMERICA LATINA: UNA MIRADA AL FUTURO

Desde su inicio, la administración Obama ha trabajado con mucho empeño para cambiar el equilibrio de la relación entre Estados Unidos y América Latina en una dirección positiva y constructiva, y estamos seguros de que nuestra estrategia está dando resultado. Veo aquí hoy a muchos que, como yo, han pasado la mayor parte de sus carreras estudiando las Américas o la política estadounidense en la región. Para nosotros en particular este es un momento fascinante. Eso se debe a que estamos viendo la convergencia de dos poderosas tendencias positivas: la consolidación de las democracias de mercado que han avanzado mucho para satisfacer las necesidades de sus pueblos, y en segundo lugar, la creciente integración mundial de América Latina. Estas tendencias están reestructurando de modo fundamental nuestro diálogo entre nosotros.

En efecto, los desafíos regionales más importantes que afrontamos, entre ellos la desigualdad, la impunidad del poder, la carencia de derechos, las instituciones ineficaces y la falta de oportunidades, disminuyen en la mayoría de los países del continente americano. Los países del hemisferio están concretando su participación en los nuevos desafíos mundiales, como la seguridad alimentaria, el cambio climático, la delincuencia transnacional y la competitividad económica. Lo que es aún más importante, se están dando cuenta de su capacidad para actuar, a nivel mundial, para afrontar estos asuntos. De modo que hay toda una serie de incentivos nuevos para que las sociedades democráticas se ajusten a las políticas nacionales, busquen mayor integración regional y se sumen a las nuevas redes de alianzas en todo el mundo con la finalidad de ponerse a la altura de los desafíos actuales.

Por consiguiente, cualquier debate sobre la política de Estados Unidos en las Américas ha de comenzar reconociendo que el mundo ha cambiado. Cada vez es más difícil extrapolar del pasado para prever lo que está por suceder o para fomentar nuestros intereses en función de modos tradicionales de hacer las cosas.

Estas consideraciones constituyen el núcleo de la Revisión Cuatrienal de Diplomacia y Desarrollo, conocida también como QDDR, que el Departamento de Estado dio a conocer en fechas recientes. La secretaria Clinton inició este novedoso proceso para mejorar nuestra capacidad de liderar por medio del poder civil. Como recalcó la Secretaria de Estado Hillary Clinton, el fomento de los intereses y valores de Estados Unidos en el siglo XXI nos exigirá dirigir a otros países para poder resolver los problemas compartidos. Por tanto, debemos aumentar nuestra confianza en nuestros diplomáticos y expertos en desarrollo como primera impresión del poder estadounidense.

En 2011, los conceptos sobre los que se sustenta el QDDR guiarán también nuestra estrategia de «participación dinámica», que pretende impulsar los intereses de Estados Unidos en colaboración con toda América Latina, y a la vez reconoce la importancia de adecuarse a diversas necesidades e intereses. La administración Obama ha centrado nuestras actividades en cuatro prioridades principales, indispensables para personas en todos los países, a saber: promover las oportunidades sociales y económicas para todos, afianzar un futuro de energía limpia, garantizar la protección y seguridad de todos los ciudadanos y crear instituciones eficaces de gobernabilidad democrática. Pretendemos alcanzar todo esto a la vez que aprovechamos y fortalecemos las instituciones multilaterales y regionales, en especial la Organización de los Estados Americanos.

Nuestras prioridades se basan en la premisa de que Estados Unidos tiene un interés vital en contribuir al desarrollo de países estables, prósperos y democráticos en este hemisferio que puedan desempeñar una función fundamental en el desarrollo de un sistema internacional normativo que sea capaz de resolver los desafíos mundiales actuales. Alcanzar ese objetivo ha supuesto una modificación importante de la manera en que se gestiona la política exterior estadounidense. Como han dicho en anteriores ocasiones el presidente Obama y la secretaria Clinton, la política ha de gestionarse sobre la base del respeto mutuo y la responsabilidad compartida por medio del diálogo y la participación. Estados Unidos debe ser un socio más eficaz y decidido en ayudar a los países de las Américas a concretar su propio camino según lo determinen sus propios pueblos. Con esto en mente, hemos desarrollado plataformas de colaboración como los Caminos hacia la Prosperidad y la Alianza de Energía y Clima de las Américas, que invitan a los gobiernos socios a sumarse a nosotros para abordar los elementos principales de la agenda hemisférica. Asimismo, también participamos en actividades diplomáticas dirigidas a apoyar la inclusión racial y étnica en el hemisferio y esperamos con entusiasmo aumentar estas actividades en 2011, que las Naciones Unidas ha nombrado el Año Internacional de los Afrodescendientes.

Hoy día seguimos siendo muy optimistas sobre la condición del hemisferio. De hecho, el Hemisferio Occidental vive actualmente un periodo de estabilidad económica y política que dista mucho de los problemas del pasado. No sólo la región eludió los peores efectos de la crisis financiera, sino que se proyecta que los índices actuales de crecimiento excedan cinco por ciento este año. Desde el punto de vista político, recibimos con agrado la disminución de tensiones entre Colombia y sus vecinos y destacamos la ininterrumpida transferencia de poder que tuvo lugar en muchos países de las Américas.

Por otra parte, la nueva estrategia de diálogo de la administración Obama ha contribuido a un cambio en la opinión pública latinoamericana. En la encuesta de 2010 realizada por la entidad de estudios de opinión pública Latinobarómetro, las dos terceras partes de la población en la mayoría de los países tenían opiniones favorables sobre Estados Unidos, lo cual representa un aumento de 10 a 20 puntos comparado con los niveles de 2008. Además, la gran mayoría considera que la función de Estados Unidos en América Latina es positiva. Esto indica que la estrategia de la administración Obama ha desencadenado un importante reabastecimiento del poder blando de Estados Unidos en América Latina, revirtiendo así la peligrosa reducción de la buena voluntad hacia Estados Unidos que se produjo en la década anterior. De hecho, la reacción de la región ante el reciente incidente de los cables de Wikileaks, lejos de interrumpir nuestras relaciones regionales destacó en realidad su renovada fortaleza. Si bien Estados Unidos lamenta profundamente la divulgación de cualquier información confidencial, nos sentimos alentados por el apoyo y la comprensión que nos han ofrecido la mayoría de nuestros socios en la región.

Asimismo, reconocemos la función principal que desempeña la integración económica en nuestras relaciones hemisféricas. En 2009, el comercio total de productos estadounidenses entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe alcanzó los 524.000 millones de dólares y más de 40 por ciento de las exportaciones de la región se dirigieron hacia Estados Unidos, lo que nos convierte en el destino de exportación más importante de la región, así como la fuente más grande de inversión directa extranjera. Y el Hemisferio Occidental, incluyendo a Canadá, absorbe 42 por ciento de las exportaciones estadounidenses. Cerca de 84 por ciento de nuestro comercio total con la región tiene lugar con nuestros socios de los acuerdos de libre comercio (ALC), y la mitad de nuestras importaciones de energía proviene del Hemisferio Occidental.

América Latina será un objetivo clave de la Iniciativa Nacional de Exportación del presidente, conocida como NEI. Como parte de su estrategia para restaurar el crecimiento económico de Estados Unidos, el presidente Obama ha propuesto duplicar las exportaciones de Estados Unidos en un plazo de cinco años, lo cual es un objetivo ambicioso.

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