"No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón"
La ocasión de la nueva intervención papal, el tradicional encuentro con la Curia romana para el intercambio de augurios navideños, es la oportunidad en la que el Papa traza un balance de la actividad de la Iglesia Católica en el mundo en el año que está por terminar.
El Papa dijo que cualquier forma de terrorismo deshonra a Dios y que la religión no puede justificar la guerra y el odio. También expresó que esta temporada se ha visto ensombrecida por los atentados en Estados Unidos, la guerra en Afganistán y la espiral de violencia en el Oriente Medio.
Al evocar las etapas principales para la vida de la Iglesia en el 2001 Juan Pablo II también reafirmó la convicción de la posibilidad de un diálogo con China.
«Acompaño con particular afecto –dijo al respecto– al dilecto pueblo chino, al que tuve particularmente presente en la reciente conmemoración del 400 aniversario de la llegada a Pekín del padre Matteo Ricci, célebre hijo de la Compañía de Jesús».
«Sin ignorar las dificultades y también los sufrimientos que a veces marcan el camino, prosiguió, reafirmo aquí mi profunda convicción de que el camino del conocimiento recíproco y, donde es posible, de la oración común es la vía privilegiada hacia el acuerdo, la solidaridad y la paz».
El Papa comenzó recordando la celebración del 6 de enero pasado por el cierre del Jubileo, los viajes sobre las huellas de San Pablo en Atenas, Damasco y Malta.
«En Damasco –recordó– visité la Mezquita de los Omayyadi, que conserva el monumento a Juan el Bautista, precursor de Gesy, manifestando así, aún en el claro reconocimiento de las diferencias, el respeto que la Iglesia Católica nutre hacia el Islam».
«En el mes de junio, prosiguió, fui a Ucrania donde los hijos de la Iglesia Católica juntos a los demás hermanos cristianos, han experimentado en el siglo que acaba de terminar una feroz persecución y han atestiguado hasta el martirio su adhesión al Señor Jesús».
«En esos días, agregó, pedí insistentemente a Dios que la Iglesia en Europa pueda reanudar la respiración con sus dos pulmones, para que todo el continente conozca una renovada evangelización».
«En el mes de setiembre, agregó, volví a Kazakhstan donde pude apreciar la firme voluntad de ese pueblo para superar un duro pasado, marcado por la opresión de la dignidad y de los derechos de la persona humana.
Allí invité de nuevo a los partidarios de toda religión a repudiar firmemente la violencia para contribuir a formar a la humanidad amante de la vida hacia metas de justicia y de solidaridad».
Juan Pablo II recordó después «la sombra del trágico atentado terrorista de Nueva York , de la guerra en Afganistán y del aumento de las tensiones en Tierra Santa», que han marcado trágicamente los últimos meses del año.
Frente a esta situación, prosiguió, los discípulos de Cristo, Príncipe de la paz, «están llamados a proclamar con constancia que toda forma de violencia terrorista deshonra la santidad de Dios y la dignidad del hombre y que la religión no puede convertirse nunca en motivo de agresión bélica, de odio y de abuso».
«Renuevo mi urgente invitación a todos los hombres de buena voluntad a no ahorrar esfuerzos para encontrar soluciones equitativas a los múltiples conflictos que agitan el mundo y para asegurar a todos un presente y un futuro de paz. No se olviden que no hay paz sin justicia ni justicia sin perdón».
Pero, según el Papa, la paz «antes de ser fruto de esfuerzos humanos es un don de Dios». De ahí nacieron las iniciativas de ayuno y de oración del 14 de diciembre.
En una continuidad ideal el 24 de enero en Asís, los representantes de las religiones del mundo se reunirán en la ciudad de San Francisco para rezar juntos por la paz. *
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