Miles de divorcios causan nueva patología en niños
oncluyó recientemente en Uruguay el XII Congreso Latinoamericano de Pediatría (representó a unos 47.000 pediatras del continente, que asisten a unos 90 millones de niños y adolescentes), que planteó entre otras la problemática del divorcio y sus consecuencias.
Para un país como Uruguay, donde uno de cada dos matrimonios se divorcia, el problema de los hijos de divorciados que no logran encauzar nuevamente sus vidas, se expande rápidamente. Pero aún teniendo en cuenta lo traumático de las separaciones, el contexto está cambiando.
La aceleración en el deterioro del entramado social tradicionalista, el aumento de las parejas separadas y la proliferación de núcleos familiares con hijos de distintos padres, contextualizó lo traumático. En resumen: el golpe del divorcio en los hijos, es ahora manejable de un modo mejor que hace veinte años, en tanto, el creciente número de separaciones lo convirtió en un hecho social «común», asumible incluso en edad infantil.
Si bien esta «normalización» del divorcio no significa que haya dejado de ser vitalmente estresante para los niños, ahora, nuevos aspectos preocupan a los pediatras, ocasionados en general por el difícil relacionamiento de los padres después de la separación.
Durante los debates del Congreso de Pediatría Latinoamericano una de las expositoras uruguayas, la Dra. Natalia Trenchi, analizó este nuevo fenómeno que puede crear «situaciones donde los niños se dañan, a veces de manera irreversible».
Considerando lógico que «una familia sólo se sometería al dolor de la disrupción, si ella fuera la solución a la infelicidad», la pediatra agregó que «con sorprendente frecuencia nos encontramos con la situación, que lejos de dejar de pelear, los ex cónyuges encuentran en la separación, el divorcio y todos sus detalles, nuevos frentes de batalla en los cuales enfrentarse. Son parejas que no logran divorciarse emocionalmente». Refirió concretamente a parejas con «emociones cuya intensidad y persistencia sorprenden», y que siguen unidos «a través de la hostilidad y el litigio».
Aseguró en este sentido que las parejas «siguen buscando y encontrando mil pequeñas y grandes maneras de hacerse daño», causando tremenda conmoción en sus criaturas.
«Esta situación daña a los hijos. No los daña el hecho de que sus padres no vivan en la misma casa, lo que los daña es que sigan peleando sin poder destrabar esa penosa situación de discordia crónica».
Evidencias de la investigación
La investigación que abre nuevas expectativas entre los especialistas, revela que las consecuencias en los niños pueden ser peores en estos niveles de conflicto posteriores al divorcio, que a la disolución en sí misma.
«Se han estudiado diferentes grupos de niños, de acuerdo al nivel de conflicto que padecían y su reacción frente al divorcio», explicó la Dra. Trenchi. Los hallazgos indican que, cuando el nivel de conflicto era alto en el matrimonio, el divorcio mejoraba el comportamiento de los niños, siempre y cuando el nivel de conflicto disminuyera. «Estos niños se desarrollan mejor que los que crecen en una familia intacta, pero con alto nivel de conflicto», destacó la especialista. «Si por el contrario, la pelea continúa luego del divorcio el nivel de estrés aumenta y los niños estarán peor que antes».
Catalogó sin embargo como un «hallazgo inesperado» lo que ocurre en hijos de parejas que conviven en bajo nivel conflictivo, y que se divorcian pacíficamente. «En las familias que se divorcian y tenían bajo nivel de conflicto, los niños presentaron más problemas de ajuste. Parecería que en estos casos, el divorcio es un evento tan inesperado y difícil de entender que la aceptación y el ajuste se interfieren», aseguró Trenchi.
En cuanto a los grandes cambios registrados en las últimas décadas, Trenchi remarcó la adaptación en el largo plazo de los hijos de padres divorciados que «no son más afectados, desde el punto de vista de su salud mental, que los hijos de padres que viven juntos. En otras palabras, el divorcio parece siempre producir dolor, pero no necesariamente daño o enfermedad».
Reconoció sin embargo la existencia de secuelas emocionales que se siguen estudiando. «Por ejemplo, los adolescentes que experimentaron el divorcio de sus padres, temen más que sus pares que su relación de pareja no sea feliz. De hecho, cuando adultos tienen más posibilidades de divorciarse que los hijos de familias intactas».
Factores de protección
A modo de conclusiones, la pediatra resaltó «la capacidad de los padres para reconstruir su vida», como factor «crucial» en el desarrollo de estos niños.
Recordó que «es mucho más probable que un niño no se dañe por el divorcio de sus padres, si estos son naturalmente cálidos, afectuosos y apoyadores».
Enfatizó finalmente que cuando los padres «logran entender que seguirán siendo socios para siempre en esto de ser padres, pase lo que pase, y acceden a un nuevo relacionamiento basado en el objetivo común y el respeto», los hijos pueden «hasta salir fortalecidos desde el punto de vista emocional». *
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