ELECCIONES
Los uruguayos siempre fueron muy entusiastas a la hora de votar. Pero en esta oportunidad, se batieron todos los récords: del 74,3% de participación (en 1966), se pasó al 88,6%, lo que significó un aumento en la concurrencia de algo mas de 400 mil ciudadanos. En aquellas elecciones celebradas un día como hoy pero de hace 40 años, el sufragio pasó a ser por primera vez obligatorio para todos, incluidos los «soldados de línea». El domingo 28 de noviembre de 1971, concurrieron a las urnas, 1.664.119 electores. Uruguay vivía uno de los momentos más críticos de su historia, con fuerte inestabilidad política, crisis económica, y violencia social.
Desde finales de 1967 gobernaba el país el colorado Jorge Pacheco, que a poco de asumir, -tras la muerte del general Óscar Gestido-, aplicó Medidas Prontas de Seguridad (previstas para casos «graves e imprevistos» de «conmoción interior u ataque exterior», que anteriores administraciones usaron pero por un puñado de días)-. Inicialmente, las Medidas fueron empleadas para contener las movilizaciones sindicales y estudiantiles; después, para enfrentar a una guerrilla creciente (los tupamaros); por último, se convirtieron en una suerte de «andamiaje legal paralelo», que sirvió para lo que se quisiera. Las Medidas duraron 1.117 de los 1.541 días de mandato, llegándose a la militarización de miles de funcionarios por el hecho de hacer huelga, al cierre de medios de prensa, al desconocimiento de decisiones del Parlamento, y al menosprecio de la propia Justicia.
En la Asamblea General, -que era la dueña última de las Medidas-, las voces de la oposición a los excesos del mandatario fueron creciendo. Sin embargo, el bloque colorado en el gobierno (los seguidores de Pacheco, y su aliada, la lista 15), y los sectores más conservadores del Partido Nacional (cuyo líder era Martín R. Echegoyen), no formaban quórum o dejaban sin número las sesiones en los momentos álgidos. Las veces que el Parlamento levantó algunas medidas, Pacheco las reimplantó, y no hubo reacciones institucionales coherentes.
En este marco, surgieron planteos de unidad de la oposición de izquierda y de centroizquierda, en un frente que reinstaurara la legalidad y llevara adelante cambios estructurales que el país reclamaba (que derivarían en la fundación del Frente Amplio, FA), y la conducción blanca no pudo resistir el malestar creciente ante tanta mansedumbre, lo que provocó el final de la etapa de Echegoyen como presidente de su Directorio (qué duró 37 años), la creación de un nuevo organismo de dirección (1970), y la irrupción de Wilson Ferreira, que formó su grupo (Por la Patria), con un programa de reformas (Nuestro Compromiso con Usted). De figura destacada dentro del grupo de Washington Beltrán, paso a ser el líder de los blancos, tras memorables interpelaciones y denuncias en las que cayeron varios ministros.
Pacheco, -que se rodeó de empresarios en su gabinete-, intentó con éxito polarizar la escena entre los defensores del «orden» (él, en primer lugar, «solo y con su pueblo», como decía la publicidad oficial), y la «subversión», donde coexistían en la óptica gubernativa, guerrilleros, comunistas, sindicalistas, estudiantes contestatarios. Su política económica, de «congelación», aplaudida por las cámaras empresariales y resistida por los sindicatos, terminó de desmembrarse en 1971, a poco de estas elecciones. Como recuerda Benjamín Nahum, Pacheco, -que buscó su reelección, prohibida constitucionalmente-, aumentó «en año electoral las jubilaciones y otorgó una suba de salarios (27,5%) incluso superior a la cifra pedida por la Convención Nacional de Trabajadores, CNT» (Manual de la Historia del Uruguay, tomo 2).
Tras intentar cambios en el interior de sus partidos, hacia fines de 1970 se apartaron del Partido Colorado la agrupación liderada por el senador Zelmar Michelini, y del Partido Nacional un pequeño grupo conducido por el senador Francisco Rodríguez Camusso. En febrero de 1971, junto a la izquierda tradicional (comunistas, socialistas, aliados) y la democracia cristiana, fundaron el FA, al que se fueron sumando figuras prestigiosas como Enrique Erro, apartado de los blancos y que había sido promovido a ministro del primer gobierno de este partido (1959) por Luis Alberto de Herrera antes de su muerte, o Alba Roballo, senadora colorada que contribuyó a la victoria de Gestido, cinco años antes. En aquella elección, el FA uso como lema permanente el de la democracia cristiana, cuyo líder era Juan Pablo Terra.
Entre los blancos, se conformaron dos espacios: tres grupos respaldaron la candidatura presidencial de Ferreira (Por la Patria, Movimiento Nacional de Rocha, de Carlos Julio Pereyra, y Divisa Blanca, de Beltrán), y otros dos, (echegoyenistas y heberistas), la candidatura del general Mario Aguerrondo (un ultranacionalista) con Alberto Heber, un herrerista conservador.
Entre los colorados estaban los pachequistas, que fundaron un Movimiento Reeleccionista, al que se sumó la lista 15 (Jorge Batlle); los batllistas opositores (Amílcar Vasconcellos, Manuel Flores Mora, que venían del quincismo pero de Luis Batlle), y un par de candidaturas menores. La reelección de Pacheco provocó grandes polémicas (ver recuadro) y dividió las aguas en este Partido. La decisión dividida de la Corte Electoral de posibilitar en forma simultánea plebiscitar una reforma constitucional que viabilizaba la reelección, y una postulación de Pacheco, generó polémica. La obligación de que cada partido presentara hojas por el régimen vigente y el proyectado, directamente no fue acatada. Solo el pachequismo registró los dos juegos. Por el régimen vigente, sus candidatos fueron dos ministros elegidos a último momento: Juan Bordaberry (Ganadería y Agricultura), y Jorge Sapelli (Trabajo y Seguridad Social). Hubo 164 mil uruguayos que votaron por la reforma, pero no lo hicieron por el binomio Bordaberry-Sapelli. Lo querían solo a Pacheco.
A la hora del escrutinio, la diferencia de votos entre blancos y colorados fue mínima (al final, apenas 12.802). La constatación de circuitos con más «votos que votantes», llevó al Partido Nacional a cuestionar el comicio, lo que no fue aceptado por la Corte Electoral. La polarización impulsada por el gobierno, el voto obligatorio, el aumento de salarios y de jubilaciones, tuvieron sus consecuencias: triunfó el candidato de Pacheco. Los blancos, que se sentían estafados ante aquella realidad, ganaron casi todas las intendencias y tuvieron a Ferreira como su nuevo conductor; el FA, salió segundo en Montevideo, alcanzo una importante bancada legislativa de 23 miembros, y tuvo presencia nacional (51 ediles). Empezaba otra etapa (ver resultados finales).
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