"Me vestí de clown sin quererlo"
Los «milagros» para Raquelina no son extraños. Su terapia de la alegría ha logrado que niños puedan caminar, también niños se han muerto mientras les leía un cuento. Es el juego de la vida. Raquelina dedica la suya a atenuar el dolor de los demás, aunque asegura que «yo no lo hago por los demás, lo hago por mí, porque soy feliz haciéndolo». De alguna manera el proyecto SER comenzó en 1995 cuando debió viajar a Estados Unidos acompañando a un familiar que iba a ser intervenido del corazón. «Estuve muchos días en el hospital y recorriéndolo vi que había una sala de juegos para los niños internados», contó en diálogo con LA REPÚBLICA, rodeada de juguetes en la sala destinada al grupo dentro del Pereira Rossell. Cuando regresó a Uruguay quiso aplicar la idea que había visto en Estados Unidos pero si bien lo planteó en varios hospitales, no obtuvo respuesta favorable. Finalmente comenzó a trabajar sola en el Hospital Español con niños oncológicos. Entonces hacía juegos con los niños, les leía, pintaba, etc. Aún no lo era, pero su mutación en clown iba sucediendo sin que ella se diera cuenta. «Empecé llevando una valija a lo Mary Poppins, para cargar todos los juguetes de una sala a otra. Después me agregué colores a la vestimenta para diferenciarme del blanco de las enfermeras y un saco con muchos bolsillos, un día me miré al espejo y vi que me vestía de clown sin quererlo», explica Raquelina, que tiene una facilidad envidiable para la risa y una vergüenza bárbara para las fotos.
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