RECONSTRUCCION. LA MARCHA CONTINUARA EL 23 DE OCTUBRE Y DURANTE 13 DIAS

La Redota comenzó en llamas

En Rocha se revivió lo que alguna forma fue el inició de el Éxodo del Pueblo Oriental, en el marco de los festejos del Bicentenario, con una presencia de 2.000 personas que acompañaron un momento que, sin saberlo, ya estaba dando comienzo a la emancipación de la Banda Oriental. Los uruguayos pudieron viajar a través del tiempo y presenciar en Santa Teresa uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia.

Se realizaron actividades durante todo el día que culminaron con el incendio de ocho casas que fueron reconstruidas para esta escenificación que «resultó emocionante», según contó a LA REPÚBLICA Pedro Quartino, director de Turismo de la Intendencia de Rocha. En la histórica recreación participaron además de la dirección de Turismo y Cultura, el Servicio de Parques del Ejército y el Departamento de Estudios Históricos.

La reconstrucción se basó en investigaciones realizadas por Horacio Arredondo, Florencia Fajardo, Clemente Fregeiro, Félix de Azara, Eduardo Martínez Rovira, Amadeo Molina Faget, y Jesús Perdomo, que certifican que junto al Fuerte de Santa Teresa hubo un centro poblado que nació, murió y volvió a nacer una y otra vez, debido a los avatares de la conflictiva zona de asentamiento. En el pueblo de Santa Teresa habría nacido el primer hilo de esa trama de voluntades que tejió la figura de nuestro prócer en el Éxodo del Pueblo Oriental. Para no entregar al enemigo ni la dignidad ni la victoria, los orientales abandonaron el centro poblado tras quemar las viviendas, dejando al adversario solo una nube de cenizas. La jornada, que culminó con una escenificación de aquella quema de casas y la posterior partida del pueblo a caballo. En uno de los momentos más emotivos miles de personas acompañaron la marcha que emprendió el pueblo oriental, junto a Blandengues y jinetes de grupos nativistas. «De por el este, de entre las dunas de Maldonado, los esteros de Merim, los palmares de Castillo, las quebradas de San Miguel y Santa Teresa, los pantanos de Lazcano, sobre las costas del mar, o entre las sierras de las Ánimas, ya habían empezado a llegar antes de marcharse el ejército del sitio, gentes con tropillas por delante, ganados cansados, carretas llenas de trastos o destartalados carretones, desde que oyeron apurar el vocerío sibilante de los portugueses que se colaban por las fronteras. Fueron tal vez ellos los primeros que pensaron que debían marcharse a alguna parte», según relata el libro «Artigas; del vasallaje a la revolución» de Jesualdo Sosa.

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