Tito Cabano y un boliche
Su historia es la del viejo Montevideo bohemio y noctámbulo.
Y en este abril se cumplen 21 años de que Tito Cabano se piantara a escribir sus versos allá arriba.
Aunque su delgadísima silueta acompañada de la infaltable gorrita siempre andaba en la noche, el Tito no era amante de las copas.
Sus bebidas habituales fueron los cortados y el café con leche largo llamado capuchino. El cigarro es su compañero mientras garabatea algún verso en las servilletas del Bar Libertad de la Plaza Cagancha.
Nació en el bravo barrio Guruyú de la Ciudad Vieja y sus añejas veredas lo tuvieron de incansable caminante.
El Tito fue una constante presencia en el bar y almacén El Hacha.
Sus pasos lo llevaron a conocer íntimamente la Aduana y en toda la zona de El Bajo fue muy respetado.
Por el Mercado del Puerto, lo veíamos en el pequeño bar de Carlitos, donde era el único que tomaba un cafecito mientras los demás le daban a la cerveza de barril y a los tradicionales chorizos al vino blanco.
Cuando entraba en el boliche El Globo de Yacaré y la rambla, los bagayeros y los estibadores decían: «¡Salú Tito!» y se sentaba solo en una mesa del fondo a escribir sus poemas.
Además de las musas tangueras, su otra pasión fue el Carnaval. Era un gran hincha del mítico «Coro de la Aduana» y además hizo las escenografías y los libretos de parodistas como «Los Crema» y «Los Chevaliers».
Amó al teatro y colaboraba con los elencos de El Tinglado y el viejo Teatro Victoria. Trabajó de mozo en el antiquísimo cafetín de Ibicuy y Durazno.
Cuenta la leyenda que fue en ese sitio donde se inspiró para hacer la letra de su tango más famoso, titulado «Un Boliche».
Las pocas veces que se lo veía de día, lo encontraban en la esquina de Sierra y Miguelete, principalmente los domingos después de la feria de Tristán Narvaja.
También tuvo una barra de amigos en un bar de Sierra y Paysandú donde se encontraba con el carnavalero «Chiquito» Roselló, que vivía en el conventillo más famoso del Cordón.
Ya siendo más veterano se volvió muy callado y continuó con su nocturna bohemia pero como una persona introvertida.
Lo que nunca cambió fue su calidez para la camaradería de los estaños y las mesas donde hizo un culto de la amistad.
Como un ser romántico y melancólico comenzó a frecuentar muy seguido el barrio Goes.
Ahí lo esperaba «El Gordo» Alonso en su pintoresco almacén y bar de General Flores y Vilardebó.
Sentado en una mesita y rodeado de bolsas de alpiste y maíz, el Tito tomaba un cortado y escribía bellos versos.
Los taximetristas de las madrugadas del bar El Faro sabían que ese flaco de gorrita era el conocido Tito Cabano.
No les extrañaba cuando los artistas que actuaban en la cercana parrillada Sud América lo saludaban con gran afecto.
Compuso hermosos versos que dieron origen a tangos de antología por su aguda visión costumbrista.
La memoria popular recuerda «En la madrugada», «Pincelada del Puerto», «Mishiadura» y «Mi Peñarol», dedicado al cuadro de sus amores.
Su máxima creación, titulada «Un boliche», fue interpretada por los más famosos cantores y se destaca la versión de «El Polaco» Goyeneche.
Por todos los barrios, por el Guruyú, Goes, Palermo y el Cordón «Un boliche como tantos, una esquina como hay muchas…». Con más recuerdos y música los esperamos en la 40 Radio Fénix todos los sábados a las 18 horas.
Coordinación:
ANGEL LUIS GRENE
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