El mito de la "Gaditana que se va" comienza a cantar la retirada
Lo cierto es, que los propios defensores de esta historia, cada vez más convertida en un verdadero mito, ni siquiera se ponen de acuerdo en la fecha real y concreta en qué esa compañía de zarzuela se presentó en un teatro montevideano de segunda categoría, en los últimos años de la primera década del siglo XX. No son pocas las personas vinculadas de una manera u otra al tema, que sienten una fuerte sensación de que los orígenes de los grandes géneros populares siempre están envueltos en un halo de misterio, cuando no se pierden en la bruma de los tiempos. Algunos autores discuten entre sí en lo que parece ser una carrera por ver quien tiene razón, cuando lo más probable es que las hipótesis y argumentaciones que esgrimen como excluyentes suelen ser compatibles entre sí, porque salta a la vista que la aparición del género murga como fenómeno popular, fue consecuencia de un largo proceso cuya culminación tampoco fue la actuación de la primera murga en 1907, ahora sí, confirmado, que fue «Don Bochinche y Cía».
«La más antigua y la primera»
Un documento original que nos ha hecho llegar un descendiente de uno de los integrantes de la Comisión Organizadora del Corso Vecinal en el barrio Reducto, en el año 1938, contribuye a esclarecer el panorama de manera concluyente. El petitorio firmado el 27 febrero de 1938, por Rosendo Nodar Amaro y Juan Alberto Albano, está dirigido al presidente del «Poder Ejecutivo de la Comisión de Turismo» y luce los sellos del entonces Comité Ejecutivo de Fiestas, delegado de la Comisión Nacional de Turismo de la Intendencia Municipal de Montevideo. Allí se lee textualmente (el subrayado es nuestro): «Los que suscriben (…), constituyendo domicilio legal en la Avda. San Martín No. 2329 y en Libres No. 1432 respectivamente, en su carácter de presidente y secretario de la Comisión organizadora del corso vecinal a realizarse el día 4 de marzo próximo, a las 21 horas, por la Avda. Gral. San Martín, Avda. Millán y calle Gral. Luna, solicitamos tengan a bien de gestionar con el Sr. Antonio Cucurullo la comparecencia de la murga ‘Don Bochinche y Cía’ a los efectos de que encabece el cortejo como forma de homenajear a dicha agrupación, la más antigua y la primera de nuestras murgas. Habiendo sugerido ya el año anterior, el digno Comité Ejecutivo de Fiestas que se tomara en cuenta el hecho de que la murga ‘Don Bochinche’ cumplía 30 años y era reconocida además como la decana de las murgas, deseamos fervorosamente poder concretar nuestro homenaje y reconocimiento en este Corso vecinal del carnaval 1938.» Por las anotaciones realizadas en el margen del papel timbrado y sellado como corresponde, por los propios funcionarios del Comité Ejecutivo de Fiestas -que no era otra cosa que el sucesor de la antigua Comisión Municipal de Fiestas-, podemos saber que el 2 de marzo se realizaron las gestiones con Cucurullo, director responsable de la murga Don Bochinche, y que la agrupación aceptó encabezar el Corso el día 4 de marzo. «La murga vino de Cadiz», afirman categóricamente los defensores de la tesis gaditana, pero olvidan que las correspondencias entre las chirigotas -¿porqué no se llaman así en Uruguay, si provienen de aquellas?-, y las murgas uruguayas, son tantas como las diferencias; existen más puntos de comparación entre las murgas canarias y las uruguayas, que entre estas y las chirigotas. La chirigota utiliza músicas originales, y cambia de nombre a cada año, mientras que la murga canaria, echa mano a canciones y melodías conocidas modificando sus letras; estas agrupaciones fueron duramente reprimidas durante las casi cuatro décadas de franquismo. Lo que ocurre con la deformación histórica que se ha hecho carne en cronistas e historiadores, es la confusión generada por el período de auge de la zarzuela española entre 1920 y 1936, época en la que todas nuestras murgas -y también otros conjuntos-, se valían de dichas músicas para escribir sobre ellas, saludos, cuplés y retiradas que con el tiempo se harían famosas. Esos «años de gloria» de la murga, de la zarzuela, y del Carnaval uruguayo, llevaron a interpolar en los protagonistas -murguistas, carnavaleros, pero no historiadores ni investigadores-, los orígenes de la murga con su desarrollo y cristalización. Hoy sabemos que el cuento tradicional contado una y mil veces, de «La Gaditana que se va», cada vez se parece más a un mito, que a medida que la historia real se vaya abriendo paso, quedará en la memoria como una simple crónica pintoresca.) *
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