El Panamericano, el Guayaquí y el Martí: los constructores del perfil de la rambla
La resolución comunal data del 11 de octubre y fue iniciativa de la Comisión Permanente de Patrimonio del Consejo Auxiliar de los Pocitos, organización que los consideró un conjunto arquitectónico relevante en la conformación de la identidad visual de la ciudad.
La declaración de «interés municipal» protege un bien material en cuanto a su preservación en el tiempo. Por lo que esta decisión obliga a los propietarios de los apartamentos ubicados en los mencionados edificios a mantenerlos evitando variaciones sustanciales de sus principales características; obteniendo como contrapartida exoneraciones tributarias.
Los edificios que recibieron esa designación son «El Malecón», «El Pilar», «Positano», «Gilpe», «Atalaya», «Mónaco», «Pocitos», «Martí», «Guayaquí», y «Panamericano».
Los tres últimos son parte de la obra perteneciente al arquitecto Raúl Sichero Bouret, quien además cuenta en su currículum con la autoría de la sede de la Asociación Cristiana de Jóvenes en la calle Colonia, y el edificio Santos Dumont de Punta del Este, entre otras edificaciones.
El profesional dialogó con LA REPUBLICA acerca de esta resolución, así como de las características e historias de la construcción de cada una de las obras que en cierta forma fueron premiadas por la IMM.
Apenas iniciada la conversación Sichero Bouret aclaró que de los tres edificios, prefiere el Martí, cuya construcción se inició en 1951 y que junto al Guayaquí (que presenta muy pocas diferencias con el anterior) marcaron la altura de la urbanización sobre la rambla de Montevideo.
Pocos minutos después aseguró que la designación decretada por la comuna le sorprendió «un poco», e inmediatamente agrega que le desagradó la inclusión de alguno de sus colegas en la misma lista porque duda de la «honestidad» con que realizó su trabajo. Es más, casi podría afirmar que los proyectos que llevaron la firma de ese arquitecto fueron planeados por otros más jóvenes.
Igualmente, dejando esa rivalidad profesional de lado, aseveró que le gusta pensar que ese nombramiento ahora colaborará para que sus edificios se preserven como los diseñó y generaciones futuras puedan disfrutarlos.
Empero, subrayó que el mayor premio, el que más alegría y satisfacción le causó, es saber que muchos de los propietarios originales todavía viven en esos apartamentos inaugurados hace más de 40 años.
Guayaquí y Martí
El edificio Guayaquí data del año 1952, ubicado en la Rambla República del Perú esquina Guayaquí, conforma con el Martí, edificado en 1956, una imagen compacta y distintiva de la rambla de Pocitos.
Sichero Bouret explicó que ambas viviendas colectivas fueron pensadas para ser adquiridas por los sectores medios de la sociedad de la «década de oro del país», es decir de los años 1950 y 1960. En tal sentido, los apartamentos son en su mayoría de dos y tres dormitorios, con ambientes amplios, luminosos y con todas las comodidades que la época brindaba a las familias «pudientes».
Sencillos y rigurosos, producto de la distribución de ventanas y zonas hormigonadas según proporciones áureas, los prismas apoyados sobre macizos pilotes sólo presentan movilidad a través de las torres cilíndricas de los ascensores y del movimiento natural de las persianas de madera según pasan las horas del día.
Las publicaciones especializadas sostienen que el arquitecto obvió deliberadamente las modificaciones realizadas a la reglamentación municipal referente a la altura mínima de los edificios, que pasó en el lapso entre la construcción de uno y otro de 2,80 a 2,40 metros, para respetar la uniformidad del conjunto arquitectónico.
Hoy esa decisión le enorgullece debido a que posibilitó crear una de las siluetas más representativas de la rambla montevideana.
Además, estas obras son las que más expresan la admiración de Sichero Bouret por Le Corbussier, aunque una leve curva en la terminación de las torres es referencia clara al maestro japonés Kenzo Tange.
Panamericano
Poco después de culminar la construcción del Martí, Sichero inició el proceso de creación de otro símbolo de la costa capitalina: el Panamericano.
Ubicado sobre la avenida Luis Alberto de Herrera, y de cara al mar, esta obra es el límite entre los barrios Pocitos y Buceo.
La estructura actual presenta un frente de 200 metros constituido por cinco unidades verticales donde se distribuyen los apartamentos orientados de este a oeste.
En la planta baja cuenta con un gran hall que fue desarrollado en dos alturas ocupando todo el largo del edificio, que los expertos señalan introdujo «un elemento de tensión atractivo» por su insólita dimensión longitudinal, la cual obedece a las necesidades del proyecto y sirve como elemento de unión de los cinco núcleos de circulación vertical.
La resolución de las fachadas impide diferenciar las unidades dejando ver un único módulo estructural. Sin embargo, del lado este el bloque se desprende del suelo elevando la estructura sobre pilotes en forma de V, que ocupan la doble altura del hall.
Existen varios edificios a nivel mundial con pilotes similares, pero según Sichero Bouret éste es el único donde la construcción de la V fue pensada, para a través de cierto ángulo de sus laterales, otorgar (además de estilo) dinamismo a la mole de cemento y vidrio.
El proyecto inicial era mucho más ambicioso: comprendía otro bloque de igual parte que el construido, que formaba con respecto a él un ángulo obtuso abierto hacia el puerto del Buceo; pero fue cercenado por la crisis de finales de los años 50.
Además, fue de los primeras construcciones realizadas en Uruguay en base a una fachada totalmente vidriada, razón por la que el arquitecto debió instalar un taller para armar la carpintería de aluminio. Allí «inventó» toda la tecnología necesaria para dar forma -escuadrías, dimensiones y sistema de producción- a los marcos que sostendrían gran parte de la construcción.
En cuanto al inicio de la construcción, Sichero Bouret recordó que la tramitación de los permisos le implicaron «18 meses de trámite en la IMM y 6 más en la Junta Departamental». Impasse del que se salió gracias a que el propio profesional sugirió que se consultara a la Facultad de Arquitectura acerca de la viabilidad del proyecto.
El informe realizado por el arquitecto Gómez Gavazzo para esa institución indicó que «edificios como éste no sólo deben ser aprobados sino que deben ser estimulados».
Esa recomendación transformó al Panamericano en la única construcción aprobada en la Junta Departamental gracias a la intervención de la casa de estudios.
Sin embargo, el apoyo de la institución educativa y de las autoridades municipales fueron inútiles para que se obtuviera un crédito del Banco Hipotecario para su construcción. *
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