Homenaje a Ansina, el payador artiguista

Ayer 20 de marzo, se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Joaquín Lencina, inmortalizado por la historia como Ansina, soldado y payador de la revolución artiguista, lugarteniente del Primer Jefe de los Orientales y compañero en su gloria, su derrota y en su definitivo exilio.

Hijo de esclavos africanos que pasaron desde el Brasil a la Banda Oriental huyendo de los esclavistas portugueses, nació en Montevideo el 20 de marzo de 1760.

Como todos los años, este domingo varios orientales entre los que se cuentan los payadores Dante del Puerto y Fernando Hernández, el poeta y declamador criollo Leocadio Pascual «El Orejano» y otro grupo de amigos, se reunieron alrededor de las diez de la mañana junto al monumento emplazado en la Plaza de la Bandera en Tres Cruces para rendirle un sencillo pero siempre emotivo homenaje en el que no faltaron las décimas improvisadas, las banderas patrias y por sobre todas las cosas el recogimiento y el respeto hacia la figura del fiel soldado y payador artiguista.

Como todos los años también, se insistió en la necesidad de seguir denunciando ante las autoridades la injusticia histórica que con Ansina y Manuel Antonio Ledesma se ha hecho.

Un monumento «reversible»

El monumento emplazado en Tres Cruces, desde el comienzo fue concebido como un homenaje a Ansina, quien se creía había sido realmente Manuel Antonio Ledesma, sargento de los ejércitos revolucionarios artiguistas, pero que no fue realmente el negro aquel payador y soldado aguerrido que lo acompañó hasta el final. Ledesma en realidad no fue a Curuguaty con Artigas, e incluso era mucho menor que Lencina, vivió en Guarambaré, pero nunca en Curuguaty ni en Ibiray. Es más, desde Campichuelo en la costa paraguaya, frente a la población de Candelaria, el general Artigas pasó a Itapúa en Encarnación y allí fue detenido por orden de Francia el proclamado Dictador Perpetuo del Paraguay y separado de su gente. Sólo quedaron con él dos de sus lugartenientes y servidores: Joaquín Lencina, Ansina, y otro liberto llamado Montevideo. El resto de sus soldados fue distribuido en otros pueblos y conocidos como los «Artigas-cué».

Pero lo más triste de la historia de este monumento en Tres Cruces y razón de la constante demanda de quienes realizaron ayer el homenaje, es que cuando los nuevos datos históricos revelaron que en realidad Manuel Antonio Ledesma no era Ansina, y que por ello estaba mal la inscripción en el monumento, las autoridades solucionaron fácil, pero livianamente el asunto: le cambiaron el nombre de Manuel Antonio Ledesma por el de Ansina y liquidaron, según ellas, el problema. Pero sucede, que realmente la figura del monumento es la del lancero artiguista Ledesma y no la del payador y soldado Lencina, conocido como Ansina. Lo único que los iguala a ambos es el pertenecer a la heroica raza negra, pero ello no significa que el color de la piel les anule la identidad.

Es decir, en el homenaje de ayer, además de recordar a Ansina, se proclamó también como siempre la necesidad de una justa reparación histórica. Que el nombre de Ledesma vuelva a su monumento –que lo merece lógicamente– y que Joaquín Lencina, Ansina, tenga alguna vez el suyo propio, como debe ser. *

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