"NO QUEREMOS MAS PROMESAS, QUEREMOS SOLUCIONES", DICEN EN UN PEQUEÑO PUEBLO DEL NORESTE DE CANELONES

Montes: "Ya se terminó el tiempo de la espera"

Una larga serie de oscuras conductas empresariales ha devastado la economía de Montes y frustrado cruelmente, una y otra vez, las expectativas de su población, que como consecuencia hoy sufre situaciones extremadamente difíciles.

Esta historia comenzó en 1943, cuando Remolacheras y Azucareras del Uruguay (Rausa), controlada por el poderoso grupo Aznárez, instaló un matadero para abasto en Montes. Fruto de la expansión y diversificación de Rausa, el matadero fue montado con maquinaria importada. «Todo venía de Estados Unidos en barco, después seguía camino en tren y finalmente llegaba a Montes en carros», cuentan en el pueblo.

El matadero ascendió a frigorífico en 1987. «Ese año hubo un cambio de firma. Lo que había sido antiguamente el matadero de Rausa pasó a ser de Imporcar SA y se convirtió en un frigorífico exportador representado por el empresario Pablo de Azpitarte», informan en Montes.

Según la historia oficial, en efecto, Rausa le vendió la vieja empresa a Imporcar, pero fuentes empresariales de Montevideo sostienen que hay dudas razonables acerca de la legitimidad de ese negocio. Dudas muy robustas y generalizadas.

«Azpitarte, cabeza visible de Imporcar, siempre fue hombre del grupo Aznárez . Eso permite sospechar, con sobrados elementos de juicio, que más allá de lo que digan los papeles, el grupo Aznárez siguió con el frigorífico en sus manos a través de una persona de su confianza», dijeron a LA REPUBLICA en medios empresariales.

La dudosa operación ha suscitado muchas preguntas en Montes. Pero hasta el momento no hay respuestas. «Se desconocen la supuesta transacción y las condiciones en que se realizó el cambio de firma», dice la comisión que representa a la gente del pueblo.

Cuando Imporcar asumió la titularidad legal del frigorífico, todo parecía andar muy mal para la otrora muy próspera Rausa, que finalmente fue embargada por deudas. Tras el embargo, los bienes de Rausa fueron rematados, menos el frigorífico porque legalmente ya no le pertenecía.

Tras unos siete años de actividad, el frigorífico entró sorpresivamente en situación de quiebra y 24 meses después quedó bajo el control de Presil SA, filial uruguaya del grupo chileno Ganasur, representado aquí por Wolfang Stohr y Danilo Romay.

Tampoco se sabe mucho sobre los hechos que llevaron al frigorífico a la órbita de Presil. ¿Cuál era la verdadera situación de Imporcar cuando sobrevino el nuevo cambio de firma? ¿Cómo se procesó la venta a los chilenos? También estas preguntas continúan sin respuestas.

Ganasur, el conglomerado que manejaba a Presil, se había conformado en 1990, tenía otros frigoríficos en Chile y Argentina y exportaba productos cárnicos a 15 mercados, entre ellos la Unión Europea, Israel, México, Estados Unidos, Brasil, Argelia y Japón. El propósito declarado de Ganasur era conducir a Uruguay «a las grandes ligas del mercado mundial de carnes» a partir de «la interacción entre ejecutivos chilenos y uruguayos», que, dijo, brindaría grandes beneficios al país.

No mucho después de haber comenzado a operar aquí informó que su frigorífico de Montes se había «posicionado rápidamente en el mercado chileno y en el israelí», y estaba «logrando una creciente participación en los demás mercados».

Sin embargo, en 2001 cerró la planta de Montes que Ganasur operaba a través de Presil. Ya no hay «grandes ligas» ni «creciente posicionamiento en el mercado mundial» para este castigado frigorífico que proveía de empleos estables al pueblo.

En las instalaciones del frigorífico todavía funcionan las plantas de frío y de agua potable, que actualmente abastecen a Doña Coca, una pequeña chacinería de la empresa Sindon SA. Presil cobra ese servicio aunque hace tres años que cerró, dicen en el pueblo.

Unas ocho personas trabajan en el lugar donde están las plantas. Pero «ninguna de ellas puede o quiere aportar datos sobre quién recibe el dinero que por conceptos de prestaciones cobra Presil», explica la comisión vecinal.

Gran parte de esta historia de aperturas y cierres de empresas permanece escondida en densas tinieblas que Montes no ha logrado disipar. Se supone, por ejemplo, que la banca oficial y privada, el Ministerio de Trabajo y la Dirección General Impositiva podrían aportar valiosa información sobre la conducta de esas compañías, pero no lo han hecho y tal vez sólo lo hagan si el gobierno central o el Parlamento deciden investigar.

A juicio de la comisión vecinal, es imprescindible no sólo reabrir el frigorífico sino también develar muchas cosas, despejar las incógnitas que sembraron Rausa, Imporcar, Ganasur y Presil. Por eso, una proclama reciente de la comisión dice:

«Consideramos que:

-Aun cuando las diferentes transacciones hayan sido realizadas entre capitales privados, el Estado debe considerar un capital que es aún más importante: el trabajador.

-Ningún interés personal puede anteponerse a un interés nacional.

-Debe ser de interés departamental y nacional el aprovechamiento de este capital nacional.

Solicitamos que:

-El gobierno investigue y apoye y estructure un plan para la reapertura de esta fuente laboral.

-Tome participación en este tema para poner fin de una vez a esta situación».

 

Al rojo vivo

Rausa también tuvo un ingenio en Montes. Este emprendimiento fue durante muchísimo tiempo uno de los grandes bastiones de la industria azucarera que controlaba el grupo Aznárez pero fue cerrado en 1988.

En el predio que ocupaba el ingenio se instalaron después, en distintas épocas, una procesadora de tomates (Carisnor SA), una textil (Adler SA), y una fábrica de muebles (OMA), y todas también cerraron.

Carisnor batió un récord mundial. Cerró el mismo día en que había comenzado a funcionar. Problemas legales provocaron su muerte súbita, pero el hecho es que no llegó a cumplir 24 horas de vida.

Ya hace demasiado tiempo que este pueblo parece condenado por fuerzas muy poderosas a perder cada una de sus fuentes de empleos permanentes. Esa condena lo agobia y desangra desde hace 16 años.

Esta realidad afecta igualmente a grandes sectores de la población de Migues y otras localidades de la zona, los que a lo largo de varias décadas han encontrado trabajo en las empresas radicadas en Montes.

Cuando Jorge Batlle era un senador que aspiraba a ser Presidente del país fue a Montes y le dijo a la gente que asumía el «compromiso moral» de impulsar «la reconversión económica y productiva» del pueblo, pero esa promesa pasó a la cuenta del olvido, como tantas otras.

Tras el cierre del frigorífico de Presil, la comisión de Montes no cesó de demandar soluciones a ministerios y otros organismos públicos pero no consiguió nada, y en muchos casos ni siquiera logró obtener audiencias.

Hasta ahora tampoco ha logrado hablar ni con Sthor ni con Romay, los representantes de Presil, pese a todos el esfuerzo realizado durante casi cuatro años para concertar una entrevista con ellos.

Agotados esos intentos, la comisión pidió en ámbitos parlamentarios, donde sí fue recibida y escuchada, que el Poder Legislativo se comunicara directamente con los dueños chilenos de Presil, pero le contestaron que «no había fondos para llamar a Chile».

Ante estos hechos, el pasado 15 de octubre la comisión dio a conocer el siguiente comunicado:

«Hace más de 15 años que en nuestro pueblo soñamos con un trabajo estable, en condiciones dignas, que permitan desarrollarnos como sociedad. Hoy hace más de tres años y medio que soñamos con la reapertura del Frigorífico Montes, principal fuente de trabajo de nuest
ra localidad. Cabe señalar, por su trascendencia, que la génesis de nuestro pueblo fue el trabajo obrero, que tenemos el derecho a reclamar por todos los trabajadores de Montes, Migues y la inmensa campaña que nos circunda, ante quienes tienen el poder para solucionar la grave crisis que ha destrozado al noreste canario, y hasta el momento no han ni siquiera atendido nuestro llamado».

En el comunicado, la comisión destaca:

«La unión de los vecinos de Montes y zonas aledañas, reclaman, exigen al gobierno ser atendidos para:

1. La aclaración de interrogantes aún no develadas en relación a:

a) reconversión económica y productiva prometida desde las más altas esferas

b) situación de las empresas industriales locales Rausa y Frigorífico Montes.

2. La implementación y el apoyo en forma urgente de emprendimientos productivos para la zona.

3. El apoyo a los trabajadores de Montes, a los que aún se les adeuda por parte de firmas anteriores, a pesar de haber obtenido ante sus reclamaciones legales resolución judicial favorable.

Señores: en Montes se acabó el tiempo de esperar. Para Montes, soluciones ya, promesas nunca más».

 

Promesas, no

Francisco Pérez, Rossana Barisione, Gustavo Santos, Margot Rodríguez, María Angélica Rodríguez, Gerónimo Sureda y el cura párroco Miguel Angel Malesani, integrantes de la comisión, dicen que aunque Montes plantea como prioridad la reapertura del frigorífico no descarta otras posibilidades.

«No nos cerramos. Estamos abiertos a todo aquello que le sirva al pueblo, a todo lo que revierta el estado de cosas que estamos padeciendo desde hace tanto tiempo», afirman a LA REPUBLICA en el salón parroquial del pueblo.

Sostienen que en Montes hay un campo muy ancho para emprendimientos que generen puestos de trabajo. «Este es un pueblo que cuenta con tierra excepcionalmente fértil y agua en abundancia y eso abre grandes perspectivas para proyectos productivos de distinta índole», afirman.

Cercano a Montevideo, Montes está ubicado además en un punto geográfico privilegiado. «Desde cualquier lugar del país se puede venir a Montes con gran facilidad y, a la inversa, desde aquí se puede llegar cómoda y rápidamente a todos los departamentos. Esa es una gran ventaja que otros pueblos no tienen», subrayan.

Montes abre sus puertas a empresarios que quieran invertir allí. «Lo que exigimos es que las cosas sean limpias, transparentes, y no como fueron antes, cuando hubo manejos que nos trajeron gravísimas consecuencias», señala Sureda.

«Por otra parte, toda empresa que se radique en Montes, sea la que sea y venga de donde venga, deberá respetar la actividad sindical. Esto es fundamental para nosotros, para todo el pueblo», agrega Sureda.

La comisión considera peligrosos algunos intentos actuales de implantar cultivos de soja en Montes. «Las plantaciones de soja, al igual que la forestación que hacen las empresas madereras, causan graves daños a la tierra y agotan el agua. Además no crean fuentes de trabajo importantes», alerta Malesani.

La comisión está trabajando en proyectos que el propio pueblo puede impulsar. Barisione dice:

«Vamos a hacer un censo para saber qué puede hacer cada una de las personas que vive aquí, qué oficios y conocimientos tiene. Eso y las ideas que surjan en el pueblo nos permitirá saber con qué contamos y diseñar proyectos de producción, de trabajo. Lo que pretendemos es devolverle a Montes lo que nunca debió perder, es decir su capacidad de salir adelante, de ofrecer posibilidades de trabajo y vida diga a su gente y a gente de otras localidades».

En las buenas épocas, Montes tuvo tres mil habitantes. Ahora tiene algo menos de mil 600. Mucha gente tuvo que emigrar porque no podía ganarse la vida en su pueblo.

No son pocos los hombres de Montes que sobreviven con lo muy poco que ganan en el frigorífico de San Jacinto.

«Entre ida y vuelta hacen como 160 kilómetros para traer un jornal de 60 o 70 pesos, que es más o menos lo que ganan los peones», dice Sureda.

Hay mujeres que han debido buscar ingresos en el servicio doméstico. De ellas, algunas trabajan en Montevideo. Viajan cada viernes a la capital y regresan el lunes.

Los dramáticos efectos de la malnutrición están asomando en Montes. Ya se detectaron casos de raquitismo que pueden multiplicarse en el futuro inmediato si no mejora la calidad de vida del pueblo.

Barisione dice:

«Aquí tenemos una escuela de tiempo completo que alimenta a 250 chiquilines. La comida que dan en la escuela es muy buena pero no queremos que estas niñas y estos niños tengan que comer ahí.

Lo que Montes quiere es que cada familia pueda alimentar bien a sus hijos en su propia casa, pero ahora sucede que la comida de la escuela es muchas veces la única para gran parte de estos chiquilines porque sus padres no tienen nada para darles.

Para terminar con esto es que estamos tratando de impulsar emprendimientos que creen fuentes de trabajo en el pueblo.

Para eso necesitamos apoyo, respaldos, por ejemplo del gobierno o de la Intendencia. Así como ahora no podemos seguir. No podemos esperar más». *

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