Uruguay: las iglesias pentecostales crecen en el país más ateo de América Latina
Con un lenguaje cotidiano, ritos emotivos y promesas de sanaciones, las iglesias pentecostales viven un crecimiento lento pero sostenido en Uruguay, el país con menos católicos de América latina, después de la comunista Cuba, y con una larga tradición de secularidad.
«La gente se acerca a nosotros porque le hemos dado un Dios más accesible, un Dios cotidiano. Un Dios que está interesado en nuestro bienestar afectivo, nuestro bienestar económico», aseguró a la AFP el pastor Jorge Márquez, líder de la Iglesia Misión Vida para las Naciones, una de las mayores congregaciones pentecostales del país.
Para Márquez, «la Iglesia católica se encerró mucho en sus estructuras dogmáticas doctrinales, en sus ritos, y perdió mucha gente».
El pastor, un argentino que fundó Misión Vida hace más de 20 años, sostiene que «Uruguay evidentemente es un país más agnóstico y más materialista» que sus vecinos Argentina o Brasil, «pero la gente se ha cansado de tanto racionalismo y comienza a hacer otra búsqueda de lo espiritual».
Entre 11% y 13% de la población uruguaya es evangélica, la mayoría fieles de las iglesias pentecostales, un movimiento que ha crecido fuertemente en la región, indicó Néstor Da Costa, sociólogo especializado en religiones.
Para comprobar este fenómeno basta con recorrer desde la principal avenida de Montevideo, donde las antiguas salas de cine céntricas han sido convertidas en centros de culto pentecostal, hasta el barrio popular periférico Piedras Blancas, donde pueden encontrarse hasta dos o más centros religiosos por cuadra.
Estrategia diferente
La explicación, según Da Costa, radica en que las iglesias pentecostales «han tenido una estrategia de presentación pública diferente: básicamente plazas, cines, radio en la noche, televisión al cierre».
«Son una multiplicidad de propuestas que se construyen permanentemente, algunas se acotan solo a un templo, pero cubren prácticamente toda la ciudad».
Comparadas con las iglesias protestantes históricas, las pentecostales «introducen otros elementos, como darle más importancia al cuerpo, a la sanación, tienen un enfoque teológico menos elaborado y más directo», sostuvo el sociólogo, explicando que esto «sintoniza con un clima y una época de demanda de la satisfacción personal».
El sacerdote católico Miguel Pastorino, director de Comunicación del Arzobispado de Montevideo y especialista en fenómenos religiosos, coincide en que el movimiento pentecostal «ha generado una religiosidad popular muy entusiasta y sencilla, que en una posmodernidad donde importan mucho más las emociones que las ideas, prende mucho».
«Sin dudas es la versión del cristianismo que más se expande en el mundo», sostuvo, admitiendo que como en el resto de la región, la cantidad de fieles católicos ha descendido en Uruguay.
Aunque cerca del 50% de los uruguayos se declara católico, se estima que solo el 3% de los montevideanos asiste a misa regularmente. Y cada vez menos practican los sacramentos: en Montevideo la cantidad de matrimonios católicos cayeron de unos 7.000 en 1989 a poco más de mil en 2011.
Pero aunque el modelo de laicidad uruguaya hace que el uruguayo exprese poco su fe públicamente, esto no implica que sea poco creyente, aseguró Da Costa, recordando que ocho de cada 10 uruguayos afirma creer en Dios.
«En busca del milagro»
El movimiento pentecostal carece de un dirigente central y cuenta con diversas corrientes, lo que permite que convivan iglesias como la fundada por Márquez -con al menos 15 templos en todo el país, miles de fieles y programas periódicos de televisión y radio- con otras, como la del pastor Eduardo Rodríguez Saavedra, quien fundó hace ocho años el modesto Ministerio Evangelístico Enciende una luz.
En una calle lateral de Piedras Blancas, la pequeña iglesia, con luz cálida, flores y sencillos bancos de madera, recibe para el culto a unas 40 personas de la zona, contó a la AFP el pastor, un expolicía.
«La gente necesita creer en algo y hay muchos ofrecimientos. Yo fui un tiempo a una iglesia, pero sentía que no salían a la calle» a predicar, indicó, al explicar por qué fundó un grupo nuevo.
«Las personas llegan en busca del milagro», sostuvo por su parte Marcelo, pastor de la brasileña Iglesia Mundial del Poder de Dios, instalada hace un mes en Montevideo. «Van probando de un lugar a otro y se van a quedar donde obtengan el milagro».
De hecho, muchos de quienes se acercan a los distintos cultos buscan sanaciones, que según Márquez «son innumerables».
Por estas sanaciones y el pedido de diezmo que se hace en la mayoría de los cultos, algunas iglesias de la región han sido acusadas de ser sectas o -como en el caso de la brasileña Iglesia Universal del Reino de Dios- de lavar millones de dólares obtenidos de fieles a cambio de promesas de curas.
Márquez admite que dentro de los pentecostales hay grupos que no le agradan.
«Cuando algún grupo comienza a pedir ofrenda a cambio del milagro no nos gusta», sostuvo. «Como en todas partes, hay médicos buenos y médicos malos», aseguró. «Hay pastores buenos y malos. Yo me anoto en los pastores buenos». AFP
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