Concentración

Censo Agropecuario: 60% de la tierra pertenece al 9% del total de propietarios

Uruguay está en pleno auge de su explotación agropecuaria, con un aumento del 100% de las áreas trabajadas en el último medio siglo, aunque la propiedad de la tierra experimenta también una de las mayores concentraciones de la historia.

Foto: inia.org.uy

Según los datos primarios del Censo Agropecuario efectuado por el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) el año pasado, el 9% de los dueños de explotaciones rurales tiene la propiedad del 60% del territorio, mientras el 56% de los propietarios, ocupa el 5% del total.

El censo –que se realiza cada diez años aproximadamente- relevó a todos los predios superiores a una hectárea que tuvieran actividad al menos durante una parte de 2011.

En total se encuestaron 44.890 propietarios, de los cuales 30.000 fueron entrevistados en los mismos fundos, en una tarea que realizaron 500 soldados que aportó el Ministerio de Defensa, con el apoyo de UTE, ANTEL y ANCAP.

El doble de explotación y la mitad de los dueños

La nota más relevante hasta el momento de la encuesta, muestra una duplicación en el campo trabajado (16:227.088 hectáreas actuales), para la mitad de la cantidad de dueños de la tierra (44.890, unos 12.241 menos que en el anterior censo de 2000). Los propietarios uruguayos disminuyeron casi un 14% en la última década, pasando de ser el 96,1% del total a un actual 83,8%

El 90% de la superficie explotada se distribuye en cinco rubros encabezados por la ganadería vacuna de carne, seguida por ganadería lechera, ovinos, cereales y oleaginosos, forestación y horti-fruti-vinicultura, en ese orden. La diversidad de producción también está en aumento: 20 rubros actualmente produce el agro nacional.

Al fenómeno de la concentración de la tierra, se suma la despoblación en aumento de la tierra, en tanto se contrata a los trabajadores en forma zafral, con preferencia a la permanencia en el campo de trabajo.

Ello está obedeciendo a un mayor control de las cargas sociales que deben pagar los dueños de la tierra y que procuran evitar de forma permanente, así como a mejores vías de comunicación interna a los campos, e incluso a las facilidades de compra de vehículos propios (motos principalmente) de los trabajadores rurales que ahora viven en pueblos o núcleos urbanos cercanos.

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